La cultura es todo hecho de cualquier
naturaleza, dotado de significado o simbolismo, que tiene que ver con el ser
humano porque sólo éste posee la condición única de ver su mortalidad y, por lo
tanto, estar en la necesidad de darle a la vida un sentido de existencia
anacrónica.
Con ‘sentido de
existencia anacrónica’ me refiero a que el ser humano siempre ha querido dejar
una huella que persista aun después de su muerte. Es esa lucha eterna con el
tiempo, que nos desata por dentro y nos tira a la angustia.
La angustia es tan
humana como la necesidad de compañía. La angustia nace nada más ni menos que
por el descubrimiento de la muerte, de la mortalidad del ser vivo. Los demás
animales no saben que en un futuro ellos morirán, por eso sólo viven el
presente. Pero nosotros ocupamos en ‘no estar’ en el presente, porque nos
detenemos en el pasado o nos preocupamos por el futuro. Este último punto cabe en
otra redacción para el blog que con gusto pronto estaré compartiendo.
Regresando al tema
angustioso: el ser humano empezó a ser “humano” cuando se percató de la muerte.
En ese momento se crea la cultura: desde cómo se organizaron las comunidades
hasta cómo reaccionaron frente a los fenómenos naturales. El miedo, la angustia,
la melancolía, son apenas unos puntos claves que nos remiten a una comprensión
general de las razones que tenía el ser humano para revestir el sentido de la
vida; acaso como si dijeran: “Vamos a morir, hay que hacer algo”. Desde
entonces representaron el mundo en pinturas rupestres, esculturas en hueso, dólmenes,
pirámides, códices, y en estas creaciones proyectaron su política, creencias,
sentimientos del mundo, y, en fin, cientos de símbolos.
Un símbolo es un signo
(cualquier cosa que significa) que nos remite a interpretaciones varias y
ambiguas. El agua bendita, por ejemplo, no es que valga más que la leche o el
aceite, sino que para la tradición romana esa agua es única y arrastra toda una
tradición: un simbolismo a la vez muy conocido pero no fácil de definir. Así,
podemos ver más culturas.
Ante la práctica de
observación hacia otras culturas, no hay otra manera que ser arbitrario: tener
cultura humana es comprender y respetar las demás. Lo que recomiendan los
antropólogos es negarse a la aceptación o comprensión de una cultura que
denigre la dignidad humana: como la tortura o la muerte involuntaria.
De modo que, y podemos
concluir amenamente: la cultura es la impronta que avanza según la historia del
ser humano sobre la Tierra. Hay una diversidad de culturas. Dentro de cada
cultura existe una subcultura: la cultura de la lectura, del deporte, de la
convivencia familiar, etc. Todo, absolutamente todo es cultura; de allí pasamos
a un valor cualitativo de una “cultura efímera”, para comprender cómo es que actúa.
Honestamente:
Marionote.