jueves, 16 de enero de 2014

Orilla de la garcita verde

por Mario Note Valencia


Esta ave vuela breve en las oquedades superficiales de los cerros, uno tras otro, siempre hay dónde sucumbe en blandos espacios de árboles. La primera condición es que aquí haya lagunas o esteros. La garcita verde encuentra al raso del agua ese diálogo de ondas que hace, como en los labios, aparecer la palabra.

A pesar de su nombre, la garcita verde es de colores variados. El plumaje es verde al oriente y de occidente es azul, la topografía de su plumaje también torna con el sobrevuelo calmo y el surco sobre el agua. El viento corta con su pico y lo despliega.

Esta ave es una brújula, astrolabio de nidos, para la hembra. Este ser voladizo de cóbanos y tamarindillos, arroja pedacitos de comida silvestre al agua para atraer a los peces pequeños.

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La filigrana del andar solitario
(los zanates prefieren espacios urbanos)

La esencia de las brújulas es que no andan en grupo, de bolso en bolso sí entre los exploradores humanos, pero nunca en grupo, excepto en las tiendas donde se les consigue. Y como una brújula, la garcita verde está asociada con la soledad, después de que empluman lo suficiente y parten del nido.

Es un ave solitaria, diurna y nocturna, ribera del agua. Denostada por el rifle de los cazadores, pero apreciada por los cabañeros porque, como algunas plantas, suponen su función de ornato. Honestamente.