miércoles, 27 de noviembre de 2013

¡No me malinterpretes!

por Itzayana Delgadillo


¿Cuántos de nosotros no hemos tenido un problema a causa de los errores de interpretación a la hora de comunicarnos?

En lo particular, me siento muy identificada con este tema y sé que mucha gente a mi alrededor se ha visto envuelta en problemas de este tipo, pero ¿por qué sucede esto? Ya una vez mencioné que nuestra relación con el lenguaje de la palabra se ha ido perdiendo; esta vez quiero decir que también nuestra relación a través de cualquier tipo de lenguaje, toda forma de comunicación posible, se ha visto afectada.

Siempre he creído que no es lo que se dice, sino cómo se dice. Las palabras pueden malinterpretarse pero las acciones no; sin embargo, ahora me parece que exageramos ciertas cosas o tratamos de manipularlas para que se ajusten a nuestros intereses. Cuando dices algo y haces una mueca forzada, podría pensarse que estás siendo hipócrita ante tal o cual persona, o bien, al momento de entregar un escrito la gente añadirá a éste cierto tono, y si no es el adecuado, las cosas que dices empezarán a tomar otro sentido. Después vienen los problemas.

Considero que cuando lo que queremos transmitir a una persona es dicho por escrito (mensajes, correos, cartas, etc.) tenemos que ser muy cuidadosos con lo que decimos y sobre todo cómo lo decimos, pues hay ocasiones en las que hasta un “jaja” afecta el sentido del mensaje. La susceptibilidad de algunas personas puede verse dañada por nuestros comentarios.

Como mencioné antes, ya no sólo se malinterpretan las palabras, ahora también tenemos un problema con los gestos que se hacen al decir algo. Me parece que últimamente la gente está muy susceptible ante los comentarios de otras personas; no sé si esto sea sólo en mi entorno, pero la verdad es que hay momentos en los que esta situación me resulta incómoda, pues en ocasiones, las cosas que yo leo, veo u oigo, me resultan naturales, y a otras personas le parecen ofensivas sólo porque la persona que lo dijo añadió a su comentario algún gesto que al receptor no le agrado o quien leyó el mensaje le supuso un tono que no era; cosas así de sencillas. Yo estoy de acuerdo en que el cómo se digan las cosas sí afecta, los gestos son un factor muy importante en la comunicación; sin embargo, cuando ya hay conocimiento previo de las personas y son constantes en su forma de ser, me parece tonto que podamos malinterpretar sus gestos, aunque éstos sean despectivos. Al momento de escribir no es posible que vayamos por la vida malinterpretando hasta los “jaja”. Lo que quiero decir es que sí, sí afecta el cómo se dicen las cosas, pero que últimamente la susceptibilidad de las personas hace que la objetividad en la interpretación se pierda. Entonces ya no es el cómo se digan las cosas, sino el cómo interpretamos la manera en que nos las dicen. Al momento de escribir, de verdad considero necesario que seamos más críticos, así como al momento de leer. También es necesario ponernos un alto a la hora de interpretar lo que leemos.

Finalmente, lo que quiero decir es que sí, efectivamente tenemos que tener cuidado con el cómo decimos las cosas, pero también quiero decir que no hay que tomarse todo tan personal; hay personas que caminan haciendo mil y un gestos y eso no quiere decir que no seas de su agrado o que sea grosero contigo, así es su forma de ser. De la misma manera hay que poner atención con el tono que le imprimimos a nuestras palabras, pero también hay que tener  cuidado y, hasta cierto punto, respeto con el tono que le damos a las palabras de alguien más. Reincido en mi propuesta, hay que recuperar nuestra relación con el lenguaje, y a través del lenguaje ser atentos con el qué y cómo se dice, sin exagerar en esta materia. Estoy segura de que al hacer esto muchos problemas de malinterpretación se reducirán sustancialmente. 

lunes, 25 de noviembre de 2013

"Hombre" - Semblanza

HOmBRE

por Guillermina Díaz

La naturaleza muere cuando el hombre comienza a construir.

Como todo lo que nace muere, así han pasado muchos años, el hombre por fin ha logrado ser el rey de lo que construye y destruye en su entorno, a través de fábricas, automóviles, edificios y zoológicos para que los animales habiten encerrados. Para él eso es vivir.

Él hombre destruye la única fuente de vida que tiene; sin ella no podrá existir, aunque ahora no le importe. Él sigue en su destrucción.

Imagina que un día todas las actividades humanas se detienen, y lo único que permanecería en movimiento sería la naturaleza.

Podría ser esto un sueño, mas nunca un imposible. Si el hombre es capaz de construir, debe ser capaz de reconstruir su naturaleza antes de que ella Muera.