jueves, 2 de septiembre de 2010

La soga también va en el cuello.

¿Hasta cuándo podremos decir que merecemos un "gracias"?
Antes aclaremos que el agradecimiento no se solicita ni se paga con ninguna otra acción que creamos que sea equivalente. Los favores allí están, sin dejar de tocar el voluntariado. Ser voluntario para realizar algo significa no esperar nada a cambio. Pero ¿qué sucede cuando el favor voluntario es malagradecido? ¿Acaso tenemos derecho de exigir un ínfimo "gracias"? Lo discutiremos después de la consecuente redacción.
El Sr. Villanueva se prepara un café con leche caliente. Su trabajo es mover las montañas de basura en el relleno sanitario de Tecomán. Para las nueve de la mañana inicia su ardua labor. Antes de que culmine el día, el Sr. Villanueva está de nuevo en su casa. Pero no descansa como debería, porque la huelga de sindicalizados de Tecomán que lleva más de dos años, le comienza a robar el pensamiento. 

Al día siguiente antes de irse a trabajar prepara todo lo que puede: una taza de café con leche caliente. Al salir se encuentra a su vecina en un estado de intranquilidad femenina. 

-¿Qué sucede?
-Mi bolso don Jorge, mi bolso se fue a la basura -afirma la señora sollozando.


Para ese instante, la señora rebusca los contenedores de basura.

-¿Cuándo? -pregunta el Sr. Villanueva.
-Ayer en la noche, estoy segura que accidentalmente mi bolso se fue entre la basura...
-Íjole doña Cleme, ayer por la noche pasó el camión recolector. Ahora mismo su bolso debe estar entre toda la basura del relleno sanitario. Pero dígame ¿qué traía su bolso?
-Traía... ¡tres mil pesos! -clamó la mujer -. ¡No puede ser!

Ante aquel lamento, el Sr. Villanueva se conmueve.

-Mire doña Cleme, yo sé qué se siente no tener dinero. Trataré de buscar su bolso entre la basura que yo remueva.
-¡Gracias don Jorge! Si usted encuentra el bolso le regalaré dinero.

Sin más, el Sr. Villanueva culminó su trabajo como todos los días, pero la noche lo sorprendió buscando el bolso de la señora. Removió basura con sus manos, escudriñó toda la basura de palmo a palmo. En verdad que era un acto sobrehumano estar hasta altas horas de la noche buscando infatigablemente. Hasta que encontró el susodicho bolso de mujer con todo el dinero. Regresó a su casa, se bañó, miró a su hija subirse a un caballito de madera, y una sonrisa se dibujó en el rostro: entregaría el bolso esa misma noche. Compraría el gas la mañana siguiente.

Lo que el Sr. Villanueva dijo esa noche antes de dormir fue:

-Me hubieran dado aunque sea 50 pesos para la soga. Y luego ahorcarme.

Efectivamente, la señora Cleme ni siquiera se tomó el tiempo de decirle "gracias". No le dio dinero, ni nada. Después de todo no hubo dinero, por dinero recuperado. Ya bien amanecido Tecomán, el Sr. Villanueva toma su taza de café frío. Se dirige a su trabajo.

¿Merecerá un gracias el Sr. Villanueva? ¿O simplemente debería olvidarlo todo?
Usted diga, lector.

Honestamente: MarioNote