jueves, 20 de agosto de 2015

Los hijos no tienen cabida en el calendario

por Mario Note Valencia


Los hijos no tienen cabida en el calendario, porque incluso el Día Internacional del Hijo, destinado al 1° de enero, es menguado en importancia por el ya tradicional Recalentado, quiero decir: Año Nuevo. De la novedad a lo aparente, hablo por los hijos que, por mayores, no festejan el Día del Niño ni tienen motivos para festejarse el Día del Padre; tampoco se hable del Día del Amor, del que por cierto no tengo problemas si soy florero o vendedor de globos decorativos, pero, en realidad, y poniendo los pies sobre asfalto caliente, si el hijo es sólo un hijo, y no trabaja, no es profesor, no festeja el día de la secretaria, en dado caso de que sea mujer, o el día del trabajo, o no recibe honorarios por su cumplimiento laboral, o bien no se le festeje cada vez que hay reparto de utilidades, entonces el hijo será sólo "el hijo" circunnavegando en las cavidades de los múltiples festejos que figuran en el calendario gregoriano.

Todavía con el papa Gregorio XIII se compuso el calendario oficial incrementando diez días desfasados por aquellos tiempos del siglo XVI, arreglo que sacó de quicio, o mejor dicho de tiempo, a sus coetáneos feligreses, pero quienes también, lo mismo que los navegantes de los mares cuando incrementaron el almanaque de figuras en el cielo para guiarse con su delirio de estrellas, condujo a que los acontecimientos históricos ofrecieran una chispa, su ius belli comercial, para marcar un sinfín de festejos "positivos" que hasta el día de hoy se congratulan con bien o mal postura hedonista y, al mismo tiempo, estoicismo del gasto por el gusto (o al revés).

Como sea, cuando no es el día de la madre, llega el padre, y luego los abuelos, pasando por el día de la internet y el día del estudiante. El día del hijo, así desnudo de cualquier atributo social, no se instaura todavía ni las empresas de marketing encuentran una excusa para guerrear con estereotipos y crear necesidades inexistentes (por aquello de que la psicología inversa actúa bajo el pretexto de que lo que no se tiene, más se desea).

No hay lugar para el hijo esencial, como si fuera poco venir al mundo en donde nadie los ha llamado "con su permiso" (y hablo por aquellos vagabundos que no tienen festejo más que su viernes social decadente o su cumpleaños para nada novedoso). Todos los años son lo mismo. Pero eso sí, quizá los hijos, por lo que son, representan una excusa para salvar el matrimonio o para terminar esas tres grandes tareas que por mucho en la colectividad han desplazado a las tres preguntas fundamentales de la filosofía: plantar un árbol, escribir un libro y engendrar un niño.

Veo con cierta ternura los casos de embarazos no deseados o, dicho de otra manera, mal planeados y acarreados en donde nadie los esperaba. Cómo esperar a que el embarazo se perpetre en una situación incómoda entre jóvenes que dijeron: "Ya que suceda, vemos qué hacemos, no te preocupes", o más astutos: "Vamos con mis padres a vivir en mi cuartito". Lo veo con ternura porque la tarea de los tres fines vitales, sin proponérselo, están casi cumplidas, y es bien visto por la sociedad "sentar cabeza" (si acaso eso significa enterrar como avestruz la lucidez intelectiva o cerrar los ojos para achacarse en algo que en realidad no se deseaba). Ahí cuento a todos mis conocidos que mutilaron sus sueños por un trabajo "estable" y por la aceptación de la premura paternalista.

Nadie que sea precavido, o simplemente capaz de atisbar el mundo como se le mira a una máquina industrial que reduce esfuerzos musculares pero da la posibilidad al patrón de reducir los sueldos, podría dejar el erotismo por la simple cobertura de la sexualidad instintiva. Entonces corrijo: los embarazos no deseados deberían ponerse en la categoría de actos puros y salvajes. Pero no así incrimino a todos, porque las instituciones de salud deberían dejarse de engañar por los hechos: bien pudo ser que los múltiples métodos anticonceptivos hayan errado en la ígnea elaboración de su práctica.

Desconfío de los condones en cuyas cajas en las que se venden, la empresa dadora de no dar hijos se vanaglorie porque cada condón ha sido probado electrónicamente, entonces ¿si ya fueron probados, aunque sea virtualmente, para qué encomendarse a la tecnología? Entendería, por otro lado, si mi resolución forma parte de la inherente anfibología de los mensajes. Pero no se engañen, que no creo para nada en el otro absoluto, por eterno e improbable, por quitarnos el sueño y dejar a uno y a la otra con los vientres adoloridos, objeto de filósofos posmodernos, casi bofetada al intelecto, que reza (porque es puritano) "la abstinencia es el mejor anticonceptivo", o que en otras palabras diría: "no saques la lengua sobre lo que no tenga que ver con la boca", porque la otra parte son las infecciones venéreas, aunque la higiene, ángel que salva de las pestes, diría que no hay nada que el agua no limpie, que la pasta dental no excluya ni disemine.


Si no fuera motivo de escrutinio, los hijos como simples hijos no tendrían por qué rasgarse los sesos al tener que comprobar que, efectivamente, no hay cabida para ellos en el devenir de los festejos calendarizados. Tanto trabajo cuesta no ser huérfano a los dos años y también en el adolecer de la adolescencia, pues ¿quién es el que mora en los escaparates del mercado buscando un pequeño regalo para el día de la Madre, el día del Padre y para el día de los enamorados? El hijo, así sin más. Me parece que el hijo per se necesita un día en el que recibiendo algún festejo en su nombre cierre el círculo de dar y recibir, a menos que ya le hayan dado demasiado, como heredarle estudio, pero sin dejar notar entonces que a los padres, no por llegar su día, se les festejen las fechorías que hacen el resto del año; entonces, socialismo en praxis: si no hay festejo para el hijo, no hay festejo para nadie. No incluyamos ya, el hecho de que, siendo hijo, se tenga que ser hermano, primo, nieto, bastardo. Propongo que, lo mismo, haya un Día del Reo: alguien debe poner el ejemplo. 

lunes, 17 de agosto de 2015

Sobre los servicios de streaming

por Rafael Frank


El 30 de abril, Grooveshark (GS) cerró sus puertas al público; si intentabas enlazarte al sitio web únicamente veías el comunicado donde exponían sus motivos, a los cuales podíamos anticiparnos: problemas con los derechos de autor. La noticia parecía dar un paso atrás en las innovaciones de la distribución musical donde GS había participado en gran medida, y que fue uno de los principales temas que trató su fundador en una conferencia durante la Feria Internacional de la Música-Guadalajara 2012.

Desde ese año Grooveshark enfrentaba denuncias que las grandes disqueras habían hecho en su contra. Mientras tanto, Spotify reforzaba sus contratos con las empresas productoras. Ambos servicios que se ofrecían eran distintos: en Spotify sólo estaban los álbumes o canciones aprobadas por los artistas y su contrato; en cambio, Grooveshark representaba una plataforma más libre, donde los usuarios con cuenta registrada podían subir a la red todo el material que tuvieran a la mano.

Previo al cierre de GS, en el mercado musical se preparaba un movimiento fuerte: Apple arrancaría su servicio de difusión musical (streaming). Detrás de los anuncios donde Apple pretendía cambiar el mundo del streaming, sus contratos presionaban a las agencias disqueras para negar sus firmas con Spotify si éste último seguía manteniendo las cuentas de usuario free (hasta ahora este tipo de registro no desaparece entre los servicios que ofrece Spotify).

Apple Music abrió justo un mes después de la clausura de Grooveshark. ¿Cuál es el asunto aquí? Las grandes compañías siguen tomando el control y limitando a los usuarios. Uno de los problemas consiste en que toda la producción musical necesita oficializarse desde estas plataformas, incluyendo las producciones más independientes.

En el debate sobre la defensa de medios de distribución más libres, muchos han argumentado que este tipo de streaming colabora al desarrollo de los artistas y les ayuda a continuar con sus creaciones. Vil Mentira. La aportación monetaria que tanto alegan esos argumentos apenas llega a los músicos por una cantidad ridícula, menor incluso a las ganancias que se obtienen de la venta de discos o merchandising. Sin embargo, esto lo tenemos claro: para colaborar directamente con el artista es preferible tenerlo de frente en un concierto y pagar la entrada, no tener la vaga ilusión de los intermediaros benevolentes.

Algo como lo anterior sucedió con Taylor Swift al iniciar Apple Music. La empresa no planeaba pagar a los artistas durante los tres meses de prueba que otorgarían a los primeros usuarios; casi por arte de magia Apple se tentó el corazón cuando la chica rubia publicó una carta a favor de los desprotegidos. ¿Qué significa esto? Estrategia de mercado. Recordemos que Swift se retiró de Spotify. Así, nuevamente Apple estaba en el corazón de todos y el dinero de los usuarios en los bolsillos de la empresa, no de los artistas.


Finalmente, ¿qué sucederá en la industria del streaming? Soportaremos comerciales en Spotify y pagaremos el Apple Music. Aun así, existe otra alternativa, su nombre es Audiosplitter, el hermano menor de Grooveshark; de momento este sitio permite la importación de los playlists que tenías guardados en GS, el proceso es lento pero efectivo, también estaremos a salvo de la publicidad ofensiva. El registro de Audiosplitter es del año en curso, así que deberemos esperar un poco a que la base de datos se llene tanto como la que antes disfrutamos. Bienvenido sea este hermano menor de Grooveshark.

jueves, 6 de agosto de 2015

En apoyo a la Editorial Praxis

por Mario Note Valencia

La Cultura Efímera no es sólo un entretenimiento intelectivo, sino una forma de esclarecer conciencias y activar el pensamiento crítico. A través del humor y de las experiencias cotidianas, propone el ambiente para la reflexión acerca de cómo intervenimos en el mundo.

Ha sorprendido la noticia sobre el desalojo inadecuado, por no decir forzoso, que tiene que llevar a cabo la Editorial Praxis. Extiendo mi apoyo a Carlos López, que durante más de 30 años ha dirigido su editorial, y cuya independencia se enfrenta al desmesurado mercadeo de la producción literaria por las grandes cadenas de librerías comerciales e instituciones del Estado represor.

En mi primera visita a la Editorial Praxis, calle Vértiz 185, col. Doctores, Distrito Federal, fui bien recibido durante tres semanas para conocer cada espacio que ocupaba su proceso editorial, y por otro lado para poner en práctica mis primeros pasos de editor aprendiz. Mientras iba y venía del hotel, o caminaba por la ciudad, el maestro Carlos y sus compañeros, cada uno con su talento, me invitaron a asistir a cualquier horario; tan pronto como me pareció la idea, me indicaron los días y horas en los que estaría cada uno de ellos para que, si deseaba, interviniera un poco en el proceso.

Desde el primer momento, el lugar me pareció acogedor e idílico. Para entrar al corazón, se pasa por un pasillo que da a un patio oblongo de cemento, común en una vecindad de ensueño urbano. Las instalaciones ocupan varios departamentos de la vecindad. Después de la puerta, la Editorial desata a quien entra bajo cualquier expectativa. Libros en estantes, como grandes pilares bien ordenados en un laberinto de conocimiento, cultura y poesía, sobre todo; por todas partes pinturas de todos los tamaños. Más al fondo, en el recibidor, la mesa de trabajo, los paquetes de libros por enviar, los compañeros que laboran con Carlos López.

En mi recuerdo sigo recorriendo ese paraje literario. Llego a una especie de sala rectangular, con no menos pinturas y libros, desde donde se vislumbra, a unos cuantos pasos, una cocina adosada. Un año después, durante una visita fugaz a la ciudad, por suerte encontré al maestro Carlos. De inmediato me invitó a pasar y a beber café en esa pequeña pero agradable cocina. Conversamos. Entonces confirmé algo para mis adentros, y que explica por qué no tomé ninguna fotografía de los interiores habitacionales: por algún motivo demasiado fuerte, por la influencia transgresora que me habitó, no deseaba profanar su ámbito.

Hoy, sin embargo, las imágenes públicas de las instalaciones muestran otra realidad: después de desalojar a 18 familias de la vecindad, la constructora ABEC continúa demoliendo muros aun cuando hay trabajadores de Praxis dentro. Todo apunta a que el traslado de la Editorial es inevitable, pero las formas "legales" no han sido las adecuadas. De acuerdo con Carlos López, no está en contra del desalojo sino de la forma inoportuna como han actuado los agentes implicados; un punto clave es lo que marca la licencia para la demolición que le presentaron y en la que se miente sobre la desocupación total de las instalaciones.

La Editorial Praxis es actualmente una de las pocas resistencias independientes en México. La situación por la que pasa es un llamado de emergencia para no perder de vista que el Estado mexicano chapotea en los albañales de la corrupción, en la podredumbre de su sistema.
  
Mi apoyo al maestro Carlos López y a sus colaboradores cercanos.
La Cultura Efímera se suma a la denuncia pública.

06 de agosto de 2015
Alcuzahue, Colima