martes, 1 de mayo de 2012

La agenda de los tiempos


por Marionote Valencia
esta redacción se la dedico 
Paola, hermana mía, 
lectora asidua

El tiempo, ¿qué es el tiempo? No hay por qué fatigarse tratando de definir o encapsular su esencia en exhaustivas definiciones. El tiempo puede ser una entidad invisible que, sin duda, desbarata todo cuerpo que pase a través de los minutos. No hay definición, pero sí hay aspectos por los cuales conviene reflexionar ahora; por ejemplo: pensemos en el valor que uno le concede a los hechos cotidianos y cuánto tiempo se le invierte a cada uno de ellos. En cuanto a las relaciones humanas, comúnmente se dice: “Hazme un lugar en tu agenda” o “¡A ver cuándo concordamos en horarios!”. Sí, la agenda es un instrumento que sin duda tiene qué ver con el tiempo.
La funcionalidad de una agenda, ese artilugio que marca las responsabilidades de tus horas, radica en la limitación del tiempo compartido. Como tienes una vida fugaz, con tu agenda eliges y diriges las oportunidades que tienes para alcanzar la satisfacción; así agendarás para mañana algo que te agrade, y no algo que te destruya. Los insensatos y/o pesimistas programan la agenda de mañana con porvenires vanos, ellos encuentran muy fácil dejarse llevar por la corriente de pasividad que trata de asechar a todos y, por cierto, no discrimina.

Pero antes, concordemos en algo: todo necesita tiempo; el perezoso, por ejemplo, necesita tiempo del cual, busca, no hacerse responsable. Las agendas las hay para todo tipo de labores y actitudes. Por más que se ajusten las cuentas horarias, tal parece que el tiempo no alcanza para hacer todo, y es allí cuando se le cuestiona al haragán: ¿cómo puedes vivir sin hacer nada? Primero, ésa no es vida: vivir a merced de los demás es una manera de desquiciar y desvalorar el tiempo.

También, actualmente las horas de los días parecen no alcanzar para llevar a cabo un sinfín de proyectos personales. Yo sugiero lo siguiente: no agendar nada, así es, porque sólo se agendan las cuestiones superfluas. Agendar un diálogo íntimo sería como enjaular los sentimientos, predisponer plásticamente lo que tiene su propia lógica; los sentimientos no responden coherentes a emociones prefiguradas. Yo creo que los verdaderos objetivos se construyen día a día, y son tan naturales nuestros esfuerzos que no nos parece extraño tener expectativas inherentes a nuestro vivir cotidiano.

El sabio comprende que su mañana es dudoso, por eso vive su presente pero con la templanza de quien sabe esperar; es un salvajismo vivir sólo en el presente, caer en el arrebato como si no entendiéramos que hay aspectos tan humanamente ineludibles. Dice el poeta Jaime Sabines que uno nace para morir a diario, entonces ¿para qué profanar los días con agendas mecanizadas? Sí, lo sé, hay veces que sobre nosotros se plantan asuntos de enorme gravidez, angustiantes, pero hay maneras de solventar esos momentos que uno nunca planea; una manera de resolver estos embrollos es encontrando una forma de purificación: Jaime Sabines lo hizo a través de la poesía cuando tuvo que hablar sobre la muerte de su padre.

La mejor agenda que se pueda tener, creo, es aquélla en la que no es necesario apuntar nada. Deja la agenda para las labores necesarias, para tu escuela o para tu trabajo; cuando estés a punto de programar un encuentro, mejor deja la agenda y sal en busca de otras personas, quizá de las que ya conoces y necesitan, como tú, un simple gesto para saber que siempre “allí estamos”. Muy simple, muy complicado. Nada del otro mundo. Si quieres manifestarle tu amor a otra persona, dedícale tiempo, sea quien sea. Buena suerte mi lector efímero, honestamente.