miércoles, 2 de octubre de 2013

Agotamiento de la humanidad (apuntes) II

por Mario Note Valencia


Miremos el rostro de los niños con ojeras densas y profundas. Esos cinturones son apenas la borra de la vigilia, porque en ellos se asienta la necesidad de permanencia en la lucidez, una lucidez dirigida por el ámbito y estadía de las luminarias. Esa lucidez se encuentra en los supermercados, sin propiedad de servicio ni de prohibición a coyunturas menores. Miremos los rostros, hay más verdad en la sonrisa sincera que en la sonámbula, aunque ésta última provenga del sueño. Los sueños se crearon para creer que la vigilia se vanagloria de su permanencia.

¿Quién le teme al sueño?
El Sueño desempolva el orgullo periférico de la vigilia; el Sueño se acerca y engulle a su contenedor, ¿o es éste el continente? Somos del Sueño y nos presta el sueño enfermo de la vigilia; aunque, ¿quién temería de su recuperación en un eterno hospital donde la salvación es dormir mientras se consume el suero?

¿Quién se encariña con la vigilia?
Entonces, sólo entonces, regresemos todos al sueño. Este oasis mirífico pronto será el lugar deshidratado de un curioso sueño, Sueño.

Los niños también han heredado nuestras ojeras densas y profundas.

Camino a la redención
Hace mucho tiempo había vaqueros en las calles de esta ciudad de plástico. Sus espuelas tenían la forma del encéfalo y montaban un caballo de crines que se movía con el viento de la ensoñación. 

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