martes, 29 de noviembre de 2016

Filtros para maldecir a Fidel

por Mario Note Valencia


Asumo que gran parte de mis opiniones escritas no se oponen a lo que yo hubiera contestado si me preguntaran sobre la muerte de Fidel Castro: ¿usted lo admira?, ¿lo rechaza?, ¿qué representa Fidel para la historia?, ¿un error?, ¿es la maldad como dicen?

Es indudable que el tema de su muerte sólo ha puesto a flote una verdad de su figura: se mire por donde se mire, Cuba (y especialmente las directrices que tomó Fidel, encarnación política de la Revolución Cubana) fue el parteaguas en la historia sociopolítica de Latinoamérica de toda la segunda mitad del siglo XX, no sólo porque no se rindió frente a la magia perversa de su vecino yanqui, sino porque el proyecto ha sobrevivido, pese a todos los costos, murallas mercantiles, amenazas, difamaciones y pactos de silencio que han elucubrado los países aliados al capitalismo.

En consecuencia, cualquier opinión con respecto a Fidel y a Cuba puede ser tomada como una simple condensación personal de creencias, científicas y no científicas, emitida desde cualquier parte del mundo. Sin embargo, ¿quién, pregunto, tendría todo el derecho de opinar? Pienso que únicamente los cubanos, los exiliados y los que viven actualmente en la isla, conformes o inconformes con el sistema socioeconómico que llevan. No deja de ser, al final de cuentas, un tema ocioso: los occidentales acusan a los de oriente, y viceversa; de igual modo, los capitalistas a los socialistas, y todos, de algún modo, pretenden tener la razón.  

Parece muy difícil de creer que, entonces, no exista ninguna opinión completamente libre de prejuicios políticos, pero es la verdad. Dime cómo vives, en dónde vives, y lo que vistes, cómo vistes, y lo que lees o escuchas, o los aparatos tecnológicos que usas para leer, por ejemplo, este artículo. Pertenecemos a un mundo capitalista en donde la noción de felicidad humana está condicionada por los medios socioeconómicos (que ofrece el mismo sistema para alcanzarla); lo mismo para el socialismo cubano. “¿Quién es más libre?” no es la pregunta correcta.

Más aún: ¿somos más libres cuando nos comparamos con el aislamiento cuasi-extremo de los Norcoreanos? Bueno, lo que supone un individuo como realización de su entera libertad puede ir, muchas veces, en contra de la escala de valores defendida por el Estado. Y frente a frente con Corea del Norte: ¿es el mexicano tan libre como lo señala su Constitución?, ¿libre de opinión, no represalias?, o ¿es verdad que hoy por hoy se siente tan inseguro y desconfiado de los órganos de impartición de justicia que el Estado pone a su servicio? Las encuestas arrojan percepciones alarmantes.

Lo que deseo hacer con todo esto es sacar del terreno de debate todas aquellas opiniones que olvidaron pensar en lo anterior o que ignoran lo siguiente. Entonces, ¿una Cuba Libre? Tanto repudio al dirigente de los isleños, pero no dejan de fumarse los habanos, beberse el Bacardí, consumir arte cubano (pintura, música, literatura) o ir de visita turística a La Habana.  Entre Corea del Norte y Cuba hay mucha diferencia, lo mismo si hablamos de Vietnam, Rusia y China (la liga de los socialistas). No hace falta ir tan lejos para saber que aquí también hay pobreza del demonio. Cada país socialista, digamos, se las ha arreglado a su manera; desde su nacimiento con la Revolución Rusa en 1917, el Socialismo ha cambiado con el tiempo y los países. Cuba aquí anda, en sus propios quehaceres, después de aventarse un paquete que ni a México le hubiera encantado: amenazar en plena Guerra Fría a Estados Unidos, hijo pródigo del Capitalismo (respaldado a regañadientes por sus Padres: Francia e Inglaterra) e invasor de invasores, por eso vamos a darle una condecoración por cada una de sus bases militares regadas en el mundo. ¡Vaya! ¿Qué pasa, Padre? Pues, hijo, me he dado cuenta de que tampoco Rusia es una santa.

La verdadera praxis del socialismo apenas lleva un poco más de cien años. Como principio: derrocó un imperio, que no se preocupaba de su pueblo, los bajos y bajísimos estamentos sociales, y que era, sobre todo, unilateral en sus decisiones. En ese tiempo, tus bisabuelos luchaban en la revoltosa Revolución Mexicana, grupos unidos y dispersos, encontrados y otros indispuestos, mientras allá, en la fría y desolada Rusia, los obreros abandonaban la producción para levantarse en contra del intocable Zar, de forma multitudinaria, educada en ideas radicales y filosóficas, organizada, en contra de la siempre inveterada inocencia de la represión.

Que también Cuba y Rusia se convirtieron en dictaduras después de la Revolución, no vamos a negarlo, justificaciones hubo para mal y para bien, pero tampoco negaremos que las cosas han cambiado: ya no es Fidel, ya no es Stalin, ya no son los años 60 ni los 30, respectivamente; como dato presente, los cyber-activistas que publican en internet los malsanos planes secretos del gobierno capitalista han encontrado en Rusia un asilo, un exilio apresurado, único lugar en el mundo para sobrevivir a las amenazas (entiéndase, por ejemplo, WikiLeaks). Alguien lo hace; alguien te abre los ojos, pero lo paga.

Antes de repudiar a Fidel (cosa que, insisto, habría que dejárselo a los cubanos) se tendría que haber despotricado ya en contra de todas las manifestaciones socialistas permeadas en la globalización de las culturas. Vamos a analizar: antes que a Fidel, hay que maldecir a todos los intelectuales mexicanos, antiporfiristas, que vieron cómo los burgueses se acaudalaban a costa de los trabajadores mal pagados; despotricar en contra de que en Rusia hayan derrocado el absolutismo; despotricar contra todos aquellos rusos que permitieron la rendición del régimen Nazi (en un momento en que Francia estaba fuera de combate y Estados Unidos no podía con Japón, etc., etc.); despotricar ahora en contra de la Revolución Mexicana; en contra de Lázaro Cárdenas; en contra de los estudiantes del 68 y de todas las formas de sindicatos que existen en pro y defensa de sus agremiados. ¿Cuentas con algún familiar respaldado por un sindicato?, ¿un familiar jubilado y pensionado según las leyes que defienden al trabajador en México? Bien, pues despotrica en su contra, imagínalo con una máscara de Marx o con el beligerante atuendo de Fidel, Camilo Cien, El Che, y rómpele su cara.

Ahora ves que no es tan sencillo. Quizá llegues a pensar que, pese a todo, cobijado bajo el régimen capitalista, no le debes nada al socialismo. Qué lejos estás, amigo, de la realidad. La historia escrita no existe únicamente para aprenderse de memoria, sino para interpretarse, convulsionar los hechos, enlazar los datos (reales o falsos, discernirlos en dado caso), interpretarlos para tu propia comprensión de la realidad, para descubrir los engranes que mueven la vida social y el ambiente político bajo el cual naciste, aquí y no allá, y por qué las cosas son como son. Claro, si estás conforme, no hay problema, mejor olvídalo, pero también guarda silencio; muchos no pensamos igual, y no elegimos pensar diferente, nadie nos mandó a hacerlo, sólo que, te cuento, la Realidad viene de vez en cuando a despertarnos con una bofetada. ¿Qué harías tú? No es un sacrificio, pero estamos listos para cuando nos toque defender la dignidad de tus padres.

Fidel es un síntoma de lucha; es Historia, ¿lo absolverá algún día? No es un anhelo, no es una petición. No todo lo que hizo después del triunfo merece los aplausos, pero es intachable la Revolución Cubana. Sin embargo, dijimos, no podemos opinar a ciencia cierta: Fidel, la Revolución y Cuba, mientras no pase otra cosa, serán indiscernibles para la Historia, excepto para los cubanos, los de hace tiempo y los que vienen. 

Hay quienes llegan después y opinan cuando las cosas están calmadas, ignorantes de la cicatriz y el fuego. No es su culpa. En un futuro ¿llegaremos a contar que México estuvo completamente en paz? Ojalá, pero que en 2015 y 2016 el Estado Mexicano fue una especie de tirano institucional: o mueres conmigo o con el enemigo (proverbio del soldado fascista). Traducido al buen decir: ¡Échate pa’tras que te mato, hijo de la chingada! Al fin que soy mexicano, y de eso sí que puedo hablar. So, ¿por qué tan callado, camarada? ¿Pretendes saber más de Cuba que de tu propio país?


lunes, 28 de noviembre de 2016

Chavela

por José Calderón Mena


No todo lo que nos acontece en la vida es necesariamente trascendente; sin embargo, por una extraña razón algunos recuerdos persisten en nuestra memoria como algo divertido, aunque en su momento haya sido bochornoso.

A principio de los 70 asistí a la casa de unos amigos con los que solía reunirme con cierta frecuencia para pasar un rato agradable y compartir, bajo cualquier pretexto, el gusto por la amistad.

Pasada la medianoche y agotadas las botanas y los tragos nos despedimos y nos retiramos.

Como yo no tenía automóvil acepté el ride que amablemente me ofreció mi buena amiga y compañera de trabajo Juanita Nicholson, ya que vivíamos por el mismo rumbo: ella en la colonia Roma y yo en la Condesa.

Al cruzar Paseo de la Reforma nos acordamos que teníamos pendiente una visita a "La Copa de Champaña", un bar en donde cantaba Chavela Vargas, y como aún era temprano decidimos tomar una última copa y disfrutar el show.

Sin pensarlo mucho, entramos al lugar, ordenamos unos vodka-tonics y empezamos a disfrutar del ambiente bohemio que se respiraba.

De pronto nos dimos cuenta de que ninguno de los dos traíamos suficiente dinero; era fin de quincena y nuestros bolsillos estaban casi vacíos.

Alargamos lo más que pudimos el consumo de nuestra copa mientras veíamos cantar a Chavela, sin saber qué hacer, ni cómo salir del predicamento.

En un arranque de audacia, y aprovechando que la cantante se retiraba un momento a su camerino, Juanita se encaminó hacia allá y con gran aplomo tocó la puerta.

Al estar frente a la artista, comenzó por decirle que nuestra jefa, Tita Casasús, le enviaba saludos, lo cual no era totalmente cierto, sin embargo sabíamos que se conocían; Chavela la recordó con afecto y le hizo algunas preguntas.

Ya iniciada la conversación, Juanita le explicó la situación embarazosa en que nos encontrábamos, pero Chavela le dijo que no nos preocupáramos, que ella nos enviaría un mesero para que nos atendiera.

Cumplida la misión, mi amiga regresó a la mesa y a los pocos momentos llegó el mesero enviado por Chavela, nos preguntó que con cuánto dinero contábamos, al saberlo, nos dijo que él nos avisaría para cuántos tragos más nos alcanzaba.

En la segunda copa, mejoró el sabor de nuestra bebida, sustituído el fantasma del Oso Negro por el alma rusa en nuestros vodka-tonics.

Ya más tranquilos disfrutamos enormemente el concierto de la artista, el ambiente y, por supuesto, nuestros tragos.

A la tercera copa, y pensando que el mesero se había olvidado de nosotros, lo llamamos y solicitamos nuestra cuenta, temiendo un nuevo conflicto.

El muchacho se acercó solícito, y al saber que deseábamos retirarnos nos dijo que la señora Vargas nos agradecía nuestra presencia y que deseaba que hubiéramos disfrutado nuestra velada.

La cuenta estaba saldada.

domingo, 20 de noviembre de 2016

Aprendiz de todo

por José Calderón Mena


Hay quienes viajamos a través del tiempo con las ventanas de la mente abiertas, ofreciendo a la vida nuestra disposición de aprender y aprehender conocimientos que nos hacen feliz el tránsito por la misma, sin orden ni concierto, a veces de forma equivocada, sin guías precisas; pero siempre buscando ser fieles a una vocación errática de eternos aprendices.

Fue de esa manera como desarrollé una gran afición por las bellas artes, en particular la literatura, la pintura, la música, pero sobre todo el teatro.

A finales de 1976 llegué a vivir con mi familia a Tonalá, una pequeña ciudad de la costa chiapaneca de donde era originaria mi esposa, con el fin de emprender un negocio y tratar de vivir una vida más apacible y sosegada, lejos de la gran ciudad, que empezaba a ser complicada y agobiante.

Al principio fue muy difícil adaptarse al lugar, empezando por el clima, demasiado cálido todo el año, y la absoluta falta de distracciones, sólo compensada por la playa cercana que mis hijos disfrutaban, nuestra cercanía como familia y el tiempo para leer.

Las principales actividades del municipio eran la ganadería y la pesca así como el cultivo de árboles frutales, lo que hacía de la región rica en recursos naturales, y por lo tanto próspera económicamente.

Todos los fenómenos climáticos son exagerados en Tonalá: el calor intenso, la época de lluvias con temporales que pueden durar días enteros sin parar y dejan el lugar aislado del resto del país un año sí y otro también.

Luego, entre octubre y marzo, la temporada de "nortes", unos vientos tan fuertes que levantan los tejados y llegan a arrancar de raíz grandes árboles y que pueden durar soplando hasta una semana. Las nubes se "acuestan" sobre la sierra cercana, dando al lugar una imagen andina.

Todo esto con el fondo dulce y melancólico de la música de marimba, en fiestas celebratorias que también se prolongan por días, trátese de festejos familiares o fiestas patronales en honor a San Francisco: "Tata Chico".

A los pocos años de haber llegado, y siendo funcionario del estado el poeta Oscar Wong, originario de Tonalá, tuvo la iniciativa de crear en su pueblo la Casa de la Cultura, nombrando directora a Sofía Mireles Gavito, licenciada en filosofía y maestra en la escuela preparatoria local.

Luego de conformar el personal administrativo, la Licda. Mireles creó los diferentes talleres y echó a andar la institución que al día de hoy sigue vigente. Dichos talleres fueron: música, artes plásticas, creación literaria y teatro.

De la materia literaria se hizo cargo mi esposa Guadalupe Mafud de la Cruz, que tenía una licenciatura en letras hispánicas por la UNAM.

El taller de teatro recayó en mi persona, que no tenía ninguna experiencia en docencia, pero sí un gran amor por el teatro, así como cierta experiencia como espectador y lector, tanto de disciplinas teatrales como de obras dramáticas, clásicas como contemporáneas, lo que me hizo atreverme a solicitar el puesto.

El grupo quedó conformado por jóvenes normalistas y preparatorianos, a los que logré transmitir mi entusiasmo por el teatro e iniciamos una aventura que es una de las más gratas experiencias en mi vida.

Después de cierta preparación teórica, nos dedicamos a hacer representaciones, tanto en salones adecuados, como en las canchas deportivas de las escuelas de la ciudad, así como en la cárcel municipal; desde obras cortas y simples hasta su alcance de la comprensión popular, así como una obra en tres actos de Hugo Argüelles, donde estuvo involucrada como actriz la propia directora, la Licda. Mireles.

La experiencia terminó cuando dejamos el lugar buscando uno más propicio para la educación de nuestros hijos; pero quedó en la memoria como algo imborrable y permanente, y la certeza de que el aprendizaje recompensa y estimula, aunque nunca se llegue a ser "oficial de nada".



jueves, 3 de noviembre de 2016

Entre revolucionarios

por José Calderón Mena


En el año de 1961 entré a trabajar en el taller de Víctor Trapote Mateo, un escultor español refugiado de la República.

Víctor había llegado a México en el 42, con su mujer Inés Minué y su hija Irina de cuatro años, en calidad de exiliados, junto con otros combatientes de diferentes facciones. Él era de filiación anarquista, con grado de teniente coronel y miembro del grupo de inteligencia soviético.

Ya se sabe que la guerra civil española fue un sangriento ensayo de lo que habría de ser la Segunda Guerra Mundial.

Luego de algunos años en que organizó su vida en el país, entró en contacto con un grupo de jóvenes cubanos que soñaban con rescatar a su patria de manos de la dictadura de Batista.

Gracias a sus contactos con los demás miembros del exilio, Víctor Trapote consiguió financiamiento económico para la causa. Fue así que a mediados de los 50 pudieron zarpar desde Tuxpan, Veracruz, a bordo del Granma los entonces jóvenes Fidel y Raúl Castro, así como Ernesto Guevara y Ramiro Valdés, entre otros, con el propósito de iniciar la revolución, apoyados de la protección política del Gral. Lázaro Cárdenas.

Yo había llegado al taller de Trapote gracias a la recomendación de una cliente del salón de belleza de mi tía en la colonia Condesa. Esta señora se llamaba Fanny Yanovich, una judía rusa que había venido a México en el 37 como secretaria de León Trotsky (otro revolucionario).

Al triunfo de la revolución cubana, en 1959, Irina Trapote viajó a la isla y se casó con el Teniente Ramiro Valdés, lugarteniente de Fidel y Ministro del Interior, así como Jefe de Inteligencia, a la cual pasó a formar parte el escultor Trapote.

A partir de entonces, y con cierta frecuencia, me mandaban a “Cubana de Aviación” con paquetes de cigarrillos Kent, jamón serrano, cortes de carne, dulces, etc., para Cuqui (Irina) que no tenía por qué pasar por la austeridad y el sacrificio impuesto al pueblo cubano.

Todo esto era parte del trasfondo de un taller muy prestigiado que se dedicaba a enmarcar y a restaurar pintura y escultura y lugar donde desfilaba lo más selecto del arte y la aristocracia de la época.

El taller era fuente de trabajo de unos 15 obreros que por algún tipo de inconformidad empezaron a organizarse para exigir solución a sus demandas laborales.

Cuando el rumor llegó a oídos del jefe de los obreros, éste aconsejó a Trapote llamar a un amigo suyo, Abraham López, miembro destacado de la C.T.M. y amigo personal de Fidel Velázquez, máxima autoridad del Sindicalismo Oficial de México, para poner fin al naciente descontento.

Con la "elocuencia revolucionaria" que caracteriza a este tipo de líderes, los convenció de los beneficios de pertenecer a la organización, y mediante el despido del cabecilla descontento y "alborotador", quedó conjurada la revolución antes de iniciarse.

¿Cómo explicar esto? ¿Cómo encontrar congruencia entre los ideales y los hechos?

¡Gran desilusión!

¿Seguirá siendo cierto aquello de: "Que se haga la voluntad del Señor... en los bueyes de mi compadre"?


martes, 1 de noviembre de 2016

Otras palabras de un padrino

por Mario Note Valencia

viernes 28 de octubre de 2016 

Muy buenas tardes a todas las personas que nos acompañan en esta importante ceremonia de egreso. El motivo por el cual estoy aquí es para apadrinar un grupo en específico de esta generación, un grupo que cursó su bachillerato los domingos, conformado por muchachas jóvenes, alegres, simpáticas e inteligentes.

Es un honor para mí estar presente en este evento que representa la culminación de un proyecto que ustedes emprendieron hace dos años.  Aquí tienen una meta cumplida, ahora tan real y concreta que merece todos los aplausos.

En el salón de clases alguna vez comentamos que casi todas las cosas que nos pasan son fruto de las consecuencias, únicamente de las consecuencias; ¿consecuencias de qué? De su esfuerzo, de su dedicación, de sus ganas de seguir y de intentarlo a pesar de las asperezas que nos ofrece la vida, sobre lo cual agrego que: la rosa tiene espinas en su tallo, pero no por eso deja de ser bella.

Entonces aprovechen los instantes bellos, como éste, en los que puedan ser protagonistas. Conviértanse en la directora de su propia obra. Construyan el camino. Los recuerdos felices son los que a veces nos ayudan a seguir adelante. Pongan emoción y empeño en todo lo que hagan, háganlo con amor, dedíquenselo a alguien más, alguien más que esté o no esté con nosotros, y verán que el trabajo más pesado se hace por sí solo.

Sean fieles a sus sueños, no le den la espalda. El futuro siempre será una revaloración del tiempo que se gana y se pierde. Tengan en cuenta el tiempo, el reloj, las horas, el calendario; pero tampoco se frustren demasiado pronto. Sean pacientes (ya lo ven ahora). Las cosas que uno quiere hay que desearlas igual desde el primer día, hacer algo por ellas, como si regáramos un jardín, hasta que el día de mañana florezca un presente lleno de satisfacciones.

A veces hay que hacer algunos sacrificios, es cierto. Ustedes ya lo saben perfectamente. Decía un pensador que “se pueden perder amigos y recuperarlos, se pueden perder amores y recuperarlos, pero el tiempo que se pierde jamás se recupera”. Por lo tanto, valoro mucho el tiempo que compartí con ustedes en el salón de clases. Ha sido, fue, un aprendizaje mutuo. No pienso olvidarlas tan pronto, además: ¿cómo podría?

Me siento sumamente orgulloso de ustedes, orgulloso de cada una de ustedes. Si éstas fueran mis últimas palabras quiero decirles que las quiero mucho, y hagan lo que hagan siempre tengan presente que hay alguien, además de mí, que las admira. Si por el tiempo y los caminos, me perderé muchos instantes felices que tendrán ustedes en su vida, entonces enmarcaré este recuerdo para acordarme. Muchas felicidades.