martes, 17 de diciembre de 2013

Luces brillantes

por Montse Jiménez


Luces brillantes, pupilas contraídas. Avanzas por la acera que parece no tener fin. Los edificios se levantan ante ti como olas en el mar, danzan. Danzan al ritmo de las bocinas furiosas y las voces aguardentosas de los transeúntes que creen tener prisa. Pies por aquí, allá. Ojos vacilantes, miradas vacías.

Ahora mismo desearías estar en otra parte. Lejos, muy lejos. Pero no puedes. Tal vez sea el humo seduciendo tu rostro o las gotas de lluvia resbalando por tu cuerpo lo que te hace retroceder. El viento revoloteando tu cabello. Tu cabello.

Lentamente recorres las calles. El vaivén de los autos escasea a medida que la Oscuridad avanza. Entonces te das cuenta. Se posa ante ti. Tan rumiante, tan desnuda, tan tuya. Cuántos pasos construyen sus caminos. Cuántos secretos construyen sus muros.

Con los pies descalzos, y visiblemente cansado, sigues la delgada línea que dibuja el horizonte. Esperando, entonces, volver a ver las luces de esta ciudad.

sábado, 14 de diciembre de 2013

La evocación y permanencia en el íncipit de una novela

por Mario Note Valencia


La construcción de los lugares tiene mucho que ver con el sentido de la permanencia; a veces, la necesidad de permanencia desemboca en el acto de nombrar. El sentido evocador de las grandes y pequeñas cosas tiene la suficiente voluntad de memoria (con su follaje natural) para traer al presente hechos significativos. A más de uno le ha pasado que cierra el día con el nombre.

La primera línea de la novela Dichosos como una piedra de Avelino Gómez es decisiva: “Decidí ir a Tonaya por motivos más o menos terapéuticos: por aquellos días el mundo no me quería y yo tampoco a él”. En este caso, el narrador desplaza los hechos de la memoria, como en un rompecabezas, como si le importara más llevar a la superficie las imágenes del pasado que incumben al hecho de ir a Tonaya, un Festival de Poesía. El motivo de asistencia permea a Tonaya, abre la auténtica narración de esta historia. En cambio, el narrador no dice “Decidí ir a un Festival de Poesía en Tonaya…”, y se entiende. ¿Acaso los lugares no son configurados, en primera instancia, por el recuerdo que tenemos de ellos? Es Tonaya y las coordenadas sensibles de la historia; es Tonaya y la tensión entre la experiencia vital y la literatura (no menos vital, por cierto); es Tonaya y el desdoblamiento de Avelino Gómez para desprender del mundo la permanencia de los lugares.

En la agradable edición gráfica, visual, que el consejo editorial de la Universidad Autónoma del Estado de México realizó para Dichosos como una piedra, aparece en la contraportada un comentario de Pablo A. Galerna en la que afirma cómo Avelino, desde su estancia en Argentina, escribió esta novela. El comentario, sin duda, no nos habla del argumento de la novela, pero sí mucho de las evidencias textuales que abogan por la correspondencia, otra vez, entre la literatura y la experiencia vital. ¿Cómo, desde el extranjero, Avelino fue habitado por la configuración memorial de Jalisco y Colima?

No en mucho tiempo Avelino Gómez contará con una línea en su biografía que mencione este efecto; quiero decir, del escritor habitado por los lugares. En la escena de la literatura nacional persisten los escritores que, sin forzar el acto, encuentran en los espacios, los auténticos lugares, el sentido de permanencia; se sabe que hay a quienes les parece que las ciudades metropolitanas no terminan de construirse, hay a quienes fuera de México reciben el espasmo del recuerdo y les trabaja la literatura. Hay que mirar hacia ellos, hay que mirar hacia quienes, sin ser cronistas, abordan los espacios de las ciudades, las provincias, y con el acto de narrar nos dicen más que los fotógrafos fanáticos o sociólogos de ciudades invisibles.

La convocatoria que hace el narrador acerca de Tonaya está desprovista, sin duda, de estos vicios de nombrar por dolencia espacial o voyerista. En el acto de nombrar encontramos el sentido auténtico de la evocación, de convocar a los objetos del mundo. Es la presencia de la literatura, en tanto su correspondencia con la experiencia vital la que, por cierto, deja der ser afortunadamente cada vez menos cotidiana. Desde La Cultura Efímera abogo, sobre todo, por la permanencia de esta literatura.

jueves, 12 de diciembre de 2013

Cómo empieza un Cervantino

por Cristina Gaona


30 de abril de 1967. Un fraude electoral, conflictos por el petróleo, masacres en el norte y hambre fueron los motivos para que, después de un golpe de estado y varias batallas, Odumegwu Ojukwu anunciara en el parlamento la secesión de la región del sudeste de Nigeria, proclamando la República de Biafra como estado independiente. Dos meses y seis días después, Nigeria dio comienzo a las maniobras bélicas para recuperar el territorio de Biafra, lo que daría inicio a la Guerra Civil de Nigeria. El 19 de mayo de 1968 los nigerianos lograrían un importante avance sobre el territorio biafreño, lo que les daría la oportunidad de realizar sobre el nuevo estado independiente un cerco no solo territorial, sino político y económico, un cerco que acentuaría la sed, el hambre, las infecciones, las llagas, la pus. Las fotografías de niños esqueléticos con vientres inflamados comenzaron a difundirse por todo el mundo. La ayuda humanitaria comenzó a llegar, pero el afán de neutralidad hizo mella en las posibilidades de intervención internacional: nadie quería ser responsable de asumir ninguna postura. Y así, durante tres años, un millón y medio de vidas se perdieron en medio de la masacre y la inanición provocadas por Nigeria, hasta que Biafra bajó las manos y se rindió ante la expectación del público internacional. Publico que no dejaba de condenar la miseria en África sin atreverse a hacer algo por impedir o menguar el sufrimiento.

Miércoles 9 de octubre de 2013. El Festival Internacional Cervantino (FIC) es el evento más esperado del año en Guanajuato. Lo es, ya sea porque se disfrute o porque se sabe de las incomodidades que trae consigo y que hay que tomar precauciones al respecto.

El FIC da inicio con una larga fila que comienza en el acceso a la Explanada de la Alhóndiga en la calle 28 de septiembre, da vuelta por la calle Mendizábal y llega hasta la avenida Juárez. La cercanía que se puede tener al escenario es proporcional a la hora en que llegue uno a formarse. Formarse a las 4 de la tarde y mantenerse tres horas y media en la fila prácticamente garantiza uno de los mejores lugares gratuitos que se pueden obtener.

Después de esta larga fila, de gente que logra conseguir un lugar en ella y horas de espera, comienza el acceso regulado por policías que buscan armas e indican dónde debe uno sentarse. Después, es sólo esperar más hasta que una voz al micrófono anuncia la tercera llamada para dar comienzo al primer espectáculo del 41 Festival Internacional Cervantino. Justo cuando los últimos rayos del sol se vislumbraban en el horizonte, Rubén Rada y sus siete músicos aparecen sobre el escenario, provocando los aplausos y los gritos del público. Acorde con la temática del FIC de este año sobre la violencia, la primera canción interpretada dentro de marco del festival fue “Biafra”, cuya letra llama la atención a la humanidad sobre su indiferencia a los conflictos sociales, específicamente a la desaparición de Biafra, país africano que solo existió como tal tres conflictivos años .

Así comienza la catarsis del hombre moderno, de los Guanajuatenses y los turistas de la ciudad que buscan en el arte el alivio o el olvido. Porque es innegable que quienes acuden a los eventos culturales buscan una satisfacción que la vida común y la rutina no ofrecen, una satisfacción que sólo el arte puede proporcionar. Rubén Rada hizo latir los corazones de la Alhóndiga con su música, uniéndose así a la cadena de importación del candombe, ritmo africano que nació en Agola y que se convirtió, durante muchos años, en el medio de comunicación entre los africanos que fueron llevados a Montevideo con el fin de ser esclavos. Durante la época colonial, dichos esclavos encontraron en este ritmo el medio de conexión con su tierra y con su espíritu. A través del candombe sobrevivió su identidad, víctima de la represión y avasallamiento del que eran objeto, hasta que su música, antes ceremonial, se convirtió en parte de la identidad de Uruguay. Así, los asistentes de la Inauguración del FIC se convirtieron en el último eslabón de esta cadena que comenzó con la solemnidad de los ritos religiosos africanos, continúo con un medio de sobrevivencia al dolor, luego con un  Patrimonio Cultural Intangible declarado por la UNESCO y, al final, una actividad recreativa.

Rubén Rada logró interactuar con el público enseñándoles los coros de sus canciones e invitándolo a cantar con él. La gente no sólo fue espectadora, sino que se convirtió en parte del concierto con sus aplausos, silbidos y gritos, que fueron integrándose a los instrumentos de la banda.

En pleno apogeo de la fiesta, los juegos pirotécnicos amenizaron la celebración llenando de colores el cielo y provocando el éxtasis sensorial de los presentes que luchaban por mantener el equilibrio y observar la pirotecnia sobre las barras metálicas de las gradas.  Y así, con este esplendoroso final, Rubén Rada se despidió de su apasionado público, de las personas que lo aceptaron y se aceptaron a través de sus canciones que llevan, en el fondo, la enseñanza de que el amor está en todas las formas y todas las situaciones.

Y como llegaron, las personas se fueron retirando en largas filas por las entradas de la Alhóndiga a sus respectivos destinos: beber, comer o dormir. Todas ellas sin imaginar que lo que oyeron, vieron y vivieron fue creado en medio de la miseria, de la tristeza y la tragedia. Así es el arte: un medio para sobrevivir, la catarsis del dolor. 

miércoles, 27 de noviembre de 2013

¡No me malinterpretes!

por Itzayana Delgadillo


¿Cuántos de nosotros no hemos tenido un problema a causa de los errores de interpretación a la hora de comunicarnos?

En lo particular, me siento muy identificada con este tema y sé que mucha gente a mi alrededor se ha visto envuelta en problemas de este tipo, pero ¿por qué sucede esto? Ya una vez mencioné que nuestra relación con el lenguaje de la palabra se ha ido perdiendo; esta vez quiero decir que también nuestra relación a través de cualquier tipo de lenguaje, toda forma de comunicación posible, se ha visto afectada.

Siempre he creído que no es lo que se dice, sino cómo se dice. Las palabras pueden malinterpretarse pero las acciones no; sin embargo, ahora me parece que exageramos ciertas cosas o tratamos de manipularlas para que se ajusten a nuestros intereses. Cuando dices algo y haces una mueca forzada, podría pensarse que estás siendo hipócrita ante tal o cual persona, o bien, al momento de entregar un escrito la gente añadirá a éste cierto tono, y si no es el adecuado, las cosas que dices empezarán a tomar otro sentido. Después vienen los problemas.

Considero que cuando lo que queremos transmitir a una persona es dicho por escrito (mensajes, correos, cartas, etc.) tenemos que ser muy cuidadosos con lo que decimos y sobre todo cómo lo decimos, pues hay ocasiones en las que hasta un “jaja” afecta el sentido del mensaje. La susceptibilidad de algunas personas puede verse dañada por nuestros comentarios.

Como mencioné antes, ya no sólo se malinterpretan las palabras, ahora también tenemos un problema con los gestos que se hacen al decir algo. Me parece que últimamente la gente está muy susceptible ante los comentarios de otras personas; no sé si esto sea sólo en mi entorno, pero la verdad es que hay momentos en los que esta situación me resulta incómoda, pues en ocasiones, las cosas que yo leo, veo u oigo, me resultan naturales, y a otras personas le parecen ofensivas sólo porque la persona que lo dijo añadió a su comentario algún gesto que al receptor no le agrado o quien leyó el mensaje le supuso un tono que no era; cosas así de sencillas. Yo estoy de acuerdo en que el cómo se digan las cosas sí afecta, los gestos son un factor muy importante en la comunicación; sin embargo, cuando ya hay conocimiento previo de las personas y son constantes en su forma de ser, me parece tonto que podamos malinterpretar sus gestos, aunque éstos sean despectivos. Al momento de escribir no es posible que vayamos por la vida malinterpretando hasta los “jaja”. Lo que quiero decir es que sí, sí afecta el cómo se dicen las cosas, pero que últimamente la susceptibilidad de las personas hace que la objetividad en la interpretación se pierda. Entonces ya no es el cómo se digan las cosas, sino el cómo interpretamos la manera en que nos las dicen. Al momento de escribir, de verdad considero necesario que seamos más críticos, así como al momento de leer. También es necesario ponernos un alto a la hora de interpretar lo que leemos.

Finalmente, lo que quiero decir es que sí, efectivamente tenemos que tener cuidado con el cómo decimos las cosas, pero también quiero decir que no hay que tomarse todo tan personal; hay personas que caminan haciendo mil y un gestos y eso no quiere decir que no seas de su agrado o que sea grosero contigo, así es su forma de ser. De la misma manera hay que poner atención con el tono que le imprimimos a nuestras palabras, pero también hay que tener  cuidado y, hasta cierto punto, respeto con el tono que le damos a las palabras de alguien más. Reincido en mi propuesta, hay que recuperar nuestra relación con el lenguaje, y a través del lenguaje ser atentos con el qué y cómo se dice, sin exagerar en esta materia. Estoy segura de que al hacer esto muchos problemas de malinterpretación se reducirán sustancialmente. 

lunes, 25 de noviembre de 2013

"Hombre" - Semblanza

HOmBRE

por Guillermina Díaz

La naturaleza muere cuando el hombre comienza a construir.

Como todo lo que nace muere, así han pasado muchos años, el hombre por fin ha logrado ser el rey de lo que construye y destruye en su entorno, a través de fábricas, automóviles, edificios y zoológicos para que los animales habiten encerrados. Para él eso es vivir.

Él hombre destruye la única fuente de vida que tiene; sin ella no podrá existir, aunque ahora no le importe. Él sigue en su destrucción.

Imagina que un día todas las actividades humanas se detienen, y lo único que permanecería en movimiento sería la naturaleza.

Podría ser esto un sueño, mas nunca un imposible. Si el hombre es capaz de construir, debe ser capaz de reconstruir su naturaleza antes de que ella Muera.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Agotamiento de la humanidad (apuntes) II

por Mario Note Valencia


Miremos el rostro de los niños con ojeras densas y profundas. Esos cinturones son apenas la borra de la vigilia, porque en ellos se asienta la necesidad de permanencia en la lucidez, una lucidez dirigida por el ámbito y estadía de las luminarias. Esa lucidez se encuentra en los supermercados, sin propiedad de servicio ni de prohibición a coyunturas menores. Miremos los rostros, hay más verdad en la sonrisa sincera que en la sonámbula, aunque ésta última provenga del sueño. Los sueños se crearon para creer que la vigilia se vanagloria de su permanencia.

¿Quién le teme al sueño?
El Sueño desempolva el orgullo periférico de la vigilia; el Sueño se acerca y engulle a su contenedor, ¿o es éste el continente? Somos del Sueño y nos presta el sueño enfermo de la vigilia; aunque, ¿quién temería de su recuperación en un eterno hospital donde la salvación es dormir mientras se consume el suero?

¿Quién se encariña con la vigilia?
Entonces, sólo entonces, regresemos todos al sueño. Este oasis mirífico pronto será el lugar deshidratado de un curioso sueño, Sueño.

Los niños también han heredado nuestras ojeras densas y profundas.

Camino a la redención
Hace mucho tiempo había vaqueros en las calles de esta ciudad de plástico. Sus espuelas tenían la forma del encéfalo y montaban un caballo de crines que se movía con el viento de la ensoñación. 

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lunes, 30 de septiembre de 2013

Principios para una apología del sueño

por Mario Note Valencia
"Sueño y vigilia" de Domingo Alagia
al 30 de septiembre de 1888

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Creo que la arquitectura de los sueños tiene mucho que ver con ese pez en el agua que se llama autenticidad. Y sin embargo ¿quién dirige al pez y quién a la corriente, aunque estacionera, del agua?

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El edificio onírico (y su armonía) es modelado por los movimientos de la autenticidad; su camino, en cambio, dirigido por el diálogo con lo cotidiano.

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Nos acostamos casi siempre con la piel erosionada. Las fisuras perceptibles son estímulos del natural rose con la cotidianidad. Cualquier ranura es respuesta, incitación al diálogo.

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Dejemos que venga la autenticidad, que encuentren confianza en nuestros ojos cerrados (pero más abiertos que nunca). Aun ahí nos trabajan las semblanzas del pudor; entonces el pez se aleja de la superficie.

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El sueño auténtico violenta al poder inquietante de la vigilia: la moral.

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En el sueño como en la oscuridad estamos ante la posibilidad de ser auténticos.

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La oscuridad es condición y forma, objeto y espacio. Los objetos ante la oscuridad son uno sólo: espacio.

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Tu piel es la tela suave del agua. Los sueños apenas construyen, desde la ausencia de la vigilia, los caminos para que pase tu contingencia. 

sábado, 14 de septiembre de 2013

Lo vulgar de la rápido

por Mario Note Valencia


El ser humano, por naturaleza, busca romper los límites que conoce, siempre ir más allá. Antes fue una Torre de Babel, ahora un acelerador de partículas con el cual se pretende emular la Gran Explosión. Quien recuerde la película Annie Hall, entenderá que si el Big-Bang en teoría es cierto, entonces el universo se expande, y si se expande algún día estallará de nuevo. Esa misma angustia expresada por el director de la película, termina por reflejarse en la pequeña ciudad de Manhattan de ese entonces, en una detonación de un explosivo de verdad, digamos, en Central Park; o en México el mismo sentimiento: la angustia de que nos cague una paloma en el Bosque de Chapultepec. Ojalá se tratara sólo de una ajena digestión de alimentos, pues hoy hasta tenemos miedo de que nos explote un pato. De eso se trata nuestro contexto actual histórico-social, de factores como: desconcierto, miedo, insensibilidad, desconfianza y, sobre todo, angustia, que determinan nuestra manera de actuar en el tiempo: con ‘rapidez’.

La preocupación por la caca es quizá un ejemplo muy burdo, pero es la única manera de situar al lector en mi trabajo; si es así, comprenderá el otro ejemplo que lo sustituye: el de los patos que le tiran a las escopetas. Si también lo entiende y se angustia por eso, entonces trato con un lector existencialista en plena época del desfogue corporal (el cuerpo hace lo que el espíritu esconde).  Cuando este inadecuado existencialista (y no por lo del cuerpo) esté a punto de morir por las cuatro paredes de su cuarto, habrá lamentado una cosa más: no haber salido nunca. “Muchachos, ya no hay tiempo para existencialismo”, dijo un filosofastro.

Ahora ya no hay tiempo para aislarse y explorar el aforismo socrático. La falta de introspección, del autoconocimiento, nos hace perder el equilibro; perdemos poco a poco la historicidad rápidamente, al grado de falsear hechos personales.

Las hormigas trabajan todo el tiempo y mueren anónimas infinitamente, ése es su sentido de vida; las orugas deben soportar las tempestades de la tierra para luego verse como una mariposa que en promedio sólo viven menos de lo que merecen, ése es su sentido de vida; al contrario, los artesanos de México deben hacer fieles figuritas de barro en donde se representan ellos mismos en el trabajo, para luego venderlas a un precio mediocre… Ése, crudamente, no sabemos si es el sentido de la vida.

La historia se nos escurre de las manos.

Aceptamos los tratados de libre comercio y, por consecuente, alimentamos la globalización inadecuada. De pronto en una avenida de Manzanillo vemos que ya no hay necesidad de viajar a Estados Unidos para sentirnos en tierra del american way of life: hay establecimientos de comida rápida a discreción y cientos de anuncios en spanglish. Lo que México nos devolvió fueron empleos en esos establecimientos, e inclusive en los super-center precios bajos; lo que no nos dijeron es que iba a ser como el extranjero dijera y que manosearían nuestra esperanza cada vez que quisieran. A esto le llamo ‘democracia repartida’ y no ‘engendrada’ como debería ser.

Quiero decir que nuestra naturaleza es la velocidad. La presión nos impide pensar; por no pensar se han cometido varios errores. Es la falsa tautología del “mientras más pronto, mejor”. Fue Gandhi quien dijo: “hay algo más importante en la vida que acelerarla”. En las ciudades más importantes transitan las personas de arriba para abajo, todas chocan pero nadie se mira. A veces es necesario adoptar el “vive en una ciudad alguna vez, pero múdate antes de que endurezcas”.

Aceptar las frustraciones de otros (desde la perspectiva del peatón) es correr para que los coches pasen sin problemas. Ahí está el detalle. En las taquerías de la capital de Colima: los meseros piensan, o son instruidos así, que el mejor servicio es el que se sirve y se quita rápido; en Tecomán, otro municipio subdesarrollado, los servicios son más lentos: al ritmo del cliente. Pero todo esto se debe a factores determinantes de la cultura.

El milenario filósofo Heráclito nunca imaginó un río como el actual, tan rápido y estacionario, ni Zenón de Elea consentiría reducir la palabra infinito a la pereza mental de nuestros días.

La misma producción cultural de las masas crea esa imposición de rapidez ideológica. Todo indica que la vida es corta y que por eso debemos consumir lo más que podamos.

La hidromedusa Turritopsis nutricola –suponen los científicos– goza de vida eterna: al verse en riesgo de morir, es capaz de revertir su estado de madurez; el ser humano ha querido o necesitado hacer eso, moverse a voluntad en el tiempo. Aunque uno no quiera, pensar en la muerte nos permite concederle más valor a los artificios humanos y, digamos, a la costumbre de lo cotidiano. Si no soportamos la rutina y si no hacemos nada por romperla, podría parecernos tan tedioso vivir en las profundidades de los mares sin una cronología de tiempo mortal, acabable; pero tampoco significa que nos guste que nos cuenten los días.

Ser Dios sería aburrido, eterno, eso decía Borges, si tiene que contar cada grano de arena o de café que se vacía en una taza de agua caliente, al mismo tiempo, infinitamente. Mientras no seamos Dios, de no remediar el tornado de rapidez que existe más allá de nuestro tranquilo hogar, después del monitor, tarde o temprano seremos atropellados por la incapacidad emocional.

San Agustín observó que siempre vivimos en un presente que es el pasado y futuro a la vez; esto nos ayuda comprender a Blas Pascal cuando sentencia sobre la condición del ser humano frente al mundo: de no saber vivir en el presente: de recordar el pasado para negarse el presente o anhelar el futuro para adelantarlo. El hombre sin dios (también llamado Conocimiento general del hombre) del mismo Blas, es la angustia de ese ser ante los dos infinitos: el todo y la nada. No sabemos qué tan rápido se acaba uno e inicia el otro, o si alguna vez han iniciado. No sabemos, incluso, cuándo nos sorprenderá la caca de una paloma para comprender que pudo haber sido peor, quiero decir, pudo haber sido un pato. Honestamente.

viernes, 13 de septiembre de 2013

De cintas para el cóbano

por Mario Note Valencia


Noche. Umbral del otoño. Glorieta, aorta de la ciudad. Cóbano. Herbaje: público silvestre en las aceras.

Uno mismo
Esta noche vi un cóbano con cintas de videotape. Las luminarias de la glorieta hicieron de estas tiras peces larguísimos y delgados que revelaban su presencia como cuando ofrecen, sin saberlo, su costado al sol. No pienso en lo grabado de las cintas; no pienso en quién pudo maquinar la travesura de abandonar a la deriva esta trampa citadina. Sin embargo, al igual que el especial Ulises de Kafka he ilusionado que me hablan las sirenas, me he puesto cera en los oídos, atado fuerte a un mástil del navío para descansar sobre la ilusión de que ellas cantan; no lo hacen, nunca lo hicieron. Así las tiras de peces flaquísimos y largos, mundanos y chaparros de horizonte, propensos al desvío, van a perecer. ¿Acaso no forman parte de una estructura vital más grande?, ¿cómo recibo la imagen del cóbano encintado? A este cóbano se le da desde ahora un valor agregado, naturalmente, sobre otro valor vital que se le adhiere: cintas de videotape.

El mundo
(Voz en off)

sábado, 7 de septiembre de 2013

Nada es eterno en el mundo

por Mario Note Valencia

 

No todo responde a la palabra siempre. La feria, los muertos y el otoño forman parte de un conjunto de conceptos que sólo sabemos de su existencia cuando se les nombra; en ese caso, ya habrán perecido tantas palabras en desuso.

En cuanto a la plasticidad de la palabra siempre: esta prosa, por ejemplo, no se redime de la finitud. En una ocasión Paul Valéry comparó la expresión escrita en prosa con la marcha, y ciertamente no existe hasta la fecha un texto que se haya escapado de la clausura del desfile; otras veces, recordemos, la prosa no concluye porque el desfile se interrumpe a mitad del evento, y sólo entonces permanece la sensación de lo inacabado.

No se trata sino de una pausa necesaria, de un descanso, sin duda, para la marcha que desfila. «Nada es eterno en el mundo» canta la sabiduría popular. Tampoco en esta prosa cabe la palabra siempre.

jueves, 5 de septiembre de 2013

El sueño de los libreros

por Mario Note Valencia


Quien aborda la Literatura no conoce la vida sedentaria. El que lee, sin duda, es un escapista en el tiempo: un verdadero viajero. El espíritu libre, decía un incomprendido filósofo michoacano, viaja solo. ¿La lectura no es acaso un viaje en soledad? Sí, pero una soledad que ranura poco a poco la membrana de la realidad inmediata. El asiduo lector se da cuenta de que la realidad es apenas un escalón para llegar a otro escalón, o por fin al rellano donde los sueños son comprendidos, no desde la vigilia, sino desde su propia armonía. A veces atentamos injustamente al mundo onírico, somos injustos y tendemos a decir que sólo fue un sueño.

La obra literaria es un sueño, y su composición no puede rebajarse a la simplicidad con que medimos el mundo onírico. El sueño es el desglose ingrávido de leyes, la soberbia humana soterrada o liberada hasta en su más pura autenticidad. En el sueño tendemos a ser auténticos, nos abrimos voluntariamente. La obra literaria es un sueño conscientemente construido en el que vale la pena preguntarse si uno es el que se abre o el sueño es el que permanece abierto, en espera siempre del visitante adecuado o del huésped bienvenido. Seamos huéspedes de los libros. Nosotros no conocemos la estadía permanente, sólo el descanso adecuado en algún escalón de esta pendiente literaria (ahora menos breve e imperecedera).

Sin embargo, al igual que la vigilia los sueños son finitos. De ellos sólo quedan memorias fragmentadas pero sustanciales; otras veces, lúcidas. Los libros, al igual que los sueños se alimentan de la cultura, ese toldo bajo y sobre el cual vive la sociedad. El viajero literario sale de su biblioteca y convive con la cultura; afuera encuentra a más viajeros y, de vez en cuando, consigue las instrucciones para llegar a otros acervos literarios, pues en el librero, entre los libros y soportalibros, permanecen los sueños de Otros.

Leer un libro es ausentarse, como cuando se viaja. Leer un libro es resistir a la vigilia, es encontrarla, como en los sueños, menos insípida.

miércoles, 28 de agosto de 2013

liberté turtles

por Rafael Frank

Fotografía, con justicia, de Adriana Gaona Treviño

el cenit se abre para las tooortuugas. son jarocho polka. canta mi amigo extranjero; viene del sur, y sus animales del Japón. El. son jarocho polka. sólo puede ser tocado con un bandoneón que antes estuviese roto.

Él, que soportó las noches en lo más sucio de la Señora Furia, se bebe los preparados de la napolitana, de un trago, con la catrina que lo ama cada vez que se viene la hora cero. pedro nadie y juan boliche. llegando llegaste. canta como Piero en Quito.

La primera gran muerte que enfrentamos juntos fue la de sus tortugas. el caparazón es el tránsito perpetuo. canta como míster Say no more, mientras los caparazones amanecen vacíos. Los restos los guardamos en una lata, nada oxidada, de granos descafeinados que él toda su vida conservó para este deceso. así en el avión no hay problema. Antes en la lata no hubo granos, sino un paquete de Gauloises (éstos sí, oxidados por el clima porteño).

A Neuquén se van los restos de las tortugas del cenit. tango tortuga tortuga y amor. tanta tortuga tanto dolor.

viernes, 23 de agosto de 2013

La automatización de las sonrisas

por Itzayana Delgadillo


Me he dado cuenta de que mi vida es una completa rutina; sí, suena horrible, pero supongo que no debo ser la única en vivir esta situación.

En nuestra vida diaria ya todo pasa de manera automática, todo es para nosotros un proceso tan natural como respirar. Sé que suena aterrador y, de hecho, la idea no me agrada, pero debemos aceptar que la mayoría de la gente vive envuelta en la rutina.

La rutina es problema cuando se vuelve un círculo vicioso y, con el paso del tiempo, es imposible darse cuenta de nuestra inmersión en ella. En la actualidad estamos tan acostumbrados a ver y oír tantas cosas, ya nada nos parece nuevo. La violencia, por ejemplo, se volvió tan común y frecuente (al menos en México) que muchas veces no la consideramos como un hecho pernicioso. Nos acostumbramos a escuchar y leer acerca de las guerras, del hambre y de la pobreza; todo esto ya forma parte de nuestra vida diaria.

En algún momento perdimos nuestra capacidad de asombro, y en particular se lo atribuyo, de cierta forma, al avance tecnológico, pues la tecnología se vuelve cada vez más predecible. Gracias a dichos avances no permitimos que una tormenta nos sorprenda, ya no salimos a mirar las estrellas (ahora algunos prefieren mirar fotografías de ellas). Nuestra vida consiste en tomar miles de fotos, enviar millones de mensajes y hacer amistades virtuales.

Después de todo, nuestra capacidad de relacionarnos con nuestro entorno ha disminuido. Ejemplo claro de esto, y a mi parecer uno de los más importantes, es nuestra capacidad de relacionarnos con el lenguaje de la palabra. Considero que actualmente  muchas de las palabras de nuestra habla han perdido su significado real y, en consecuencia, adquirido uno virtual.

En las caricaturas de la televisión la violencia y la muerte son representadas de forma natural y reversible, ya que cuando un personaje sufre algún accidente o muere en algún episodio, en otro aparece recuperado, íntegro. En la cotidianeidad, cuando leemos los encabezados de los periódicos pensamos primero en ma’, otro muerto, pues la palabra muerte perdió su significado real para nosotros, resultado de la costumbre, la rutina.

Es necesario que recuperemos nuestra capacidad de asombro; estoy segura de que el mundo tiene demasiadas cosas para sorprendernos. Es preciso restablecer nuestra relación con el entorno, con las demás personas y con el lenguaje. Por eso trata de escapar de la rutina, permite que la vida te asombre, y no permitas que tu sonrisa suceda en automático.