martes, 17 de diciembre de 2013

Luces brillantes

por Montse Jiménez


Luces brillantes, pupilas contraídas. Avanzas por la acera que parece no tener fin. Los edificios se levantan ante ti como olas en el mar, danzan. Danzan al ritmo de las bocinas furiosas y las voces aguardentosas de los transeúntes que creen tener prisa. Pies por aquí, allá. Ojos vacilantes, miradas vacías.

Ahora mismo desearías estar en otra parte. Lejos, muy lejos. Pero no puedes. Tal vez sea el humo seduciendo tu rostro o las gotas de lluvia resbalando por tu cuerpo lo que te hace retroceder. El viento revoloteando tu cabello. Tu cabello.

Lentamente recorres las calles. El vaivén de los autos escasea a medida que la Oscuridad avanza. Entonces te das cuenta. Se posa ante ti. Tan rumiante, tan desnuda, tan tuya. Cuántos pasos construyen sus caminos. Cuántos secretos construyen sus muros.

Con los pies descalzos, y visiblemente cansado, sigues la delgada línea que dibuja el horizonte. Esperando, entonces, volver a ver las luces de esta ciudad.

sábado, 14 de diciembre de 2013

La evocación y permanencia en el íncipit de una novela

por Mario Note Valencia


La construcción de los lugares tiene mucho que ver con el sentido de la permanencia; a veces, la necesidad de permanencia desemboca en el acto de nombrar. El sentido evocador de las grandes y pequeñas cosas tiene la suficiente voluntad de memoria (con su follaje natural) para traer al presente hechos significativos. A más de uno le ha pasado que cierra el día con el nombre.

La primera línea de la novela Dichosos como una piedra de Avelino Gómez es decisiva: “Decidí ir a Tonaya por motivos más o menos terapéuticos: por aquellos días el mundo no me quería y yo tampoco a él”. En este caso, el narrador desplaza los hechos de la memoria, como en un rompecabezas, como si le importara más llevar a la superficie las imágenes del pasado que incumben al hecho de ir a Tonaya, un Festival de Poesía. El motivo de asistencia permea a Tonaya, abre la auténtica narración de esta historia. En cambio, el narrador no dice “Decidí ir a un Festival de Poesía en Tonaya…”, y se entiende. ¿Acaso los lugares no son configurados, en primera instancia, por el recuerdo que tenemos de ellos? Es Tonaya y las coordenadas sensibles de la historia; es Tonaya y la tensión entre la experiencia vital y la literatura (no menos vital, por cierto); es Tonaya y el desdoblamiento de Avelino Gómez para desprender del mundo la permanencia de los lugares.

En la agradable edición gráfica, visual, que el consejo editorial de la Universidad Autónoma del Estado de México realizó para Dichosos como una piedra, aparece en la contraportada un comentario de Pablo A. Galerna en la que afirma cómo Avelino, desde su estancia en Argentina, escribió esta novela. El comentario, sin duda, no nos habla del argumento de la novela, pero sí mucho de las evidencias textuales que abogan por la correspondencia, otra vez, entre la literatura y la experiencia vital. ¿Cómo, desde el extranjero, Avelino fue habitado por la configuración memorial de Jalisco y Colima?

No en mucho tiempo Avelino Gómez contará con una línea en su biografía que mencione este efecto; quiero decir, del escritor habitado por los lugares. En la escena de la literatura nacional persisten los escritores que, sin forzar el acto, encuentran en los espacios, los auténticos lugares, el sentido de permanencia; se sabe que hay a quienes les parece que las ciudades metropolitanas no terminan de construirse, hay a quienes fuera de México reciben el espasmo del recuerdo y les trabaja la literatura. Hay que mirar hacia ellos, hay que mirar hacia quienes, sin ser cronistas, abordan los espacios de las ciudades, las provincias, y con el acto de narrar nos dicen más que los fotógrafos fanáticos o sociólogos de ciudades invisibles.

La convocatoria que hace el narrador acerca de Tonaya está desprovista, sin duda, de estos vicios de nombrar por dolencia espacial o voyerista. En el acto de nombrar encontramos el sentido auténtico de la evocación, de convocar a los objetos del mundo. Es la presencia de la literatura, en tanto su correspondencia con la experiencia vital la que, por cierto, deja der ser afortunadamente cada vez menos cotidiana. Desde La Cultura Efímera abogo, sobre todo, por la permanencia de esta literatura.

jueves, 12 de diciembre de 2013

Cómo empieza un Cervantino

por Cristina Gaona


30 de abril de 1967. Un fraude electoral, conflictos por el petróleo, masacres en el norte y hambre fueron los motivos para que, después de un golpe de estado y varias batallas, Odumegwu Ojukwu anunciara en el parlamento la secesión de la región del sudeste de Nigeria, proclamando la República de Biafra como estado independiente. Dos meses y seis días después, Nigeria dio comienzo a las maniobras bélicas para recuperar el territorio de Biafra, lo que daría inicio a la Guerra Civil de Nigeria. El 19 de mayo de 1968 los nigerianos lograrían un importante avance sobre el territorio biafreño, lo que les daría la oportunidad de realizar sobre el nuevo estado independiente un cerco no solo territorial, sino político y económico, un cerco que acentuaría la sed, el hambre, las infecciones, las llagas, la pus. Las fotografías de niños esqueléticos con vientres inflamados comenzaron a difundirse por todo el mundo. La ayuda humanitaria comenzó a llegar, pero el afán de neutralidad hizo mella en las posibilidades de intervención internacional: nadie quería ser responsable de asumir ninguna postura. Y así, durante tres años, un millón y medio de vidas se perdieron en medio de la masacre y la inanición provocadas por Nigeria, hasta que Biafra bajó las manos y se rindió ante la expectación del público internacional. Publico que no dejaba de condenar la miseria en África sin atreverse a hacer algo por impedir o menguar el sufrimiento.

Miércoles 9 de octubre de 2013. El Festival Internacional Cervantino (FIC) es el evento más esperado del año en Guanajuato. Lo es, ya sea porque se disfrute o porque se sabe de las incomodidades que trae consigo y que hay que tomar precauciones al respecto.

El FIC da inicio con una larga fila que comienza en el acceso a la Explanada de la Alhóndiga en la calle 28 de septiembre, da vuelta por la calle Mendizábal y llega hasta la avenida Juárez. La cercanía que se puede tener al escenario es proporcional a la hora en que llegue uno a formarse. Formarse a las 4 de la tarde y mantenerse tres horas y media en la fila prácticamente garantiza uno de los mejores lugares gratuitos que se pueden obtener.

Después de esta larga fila, de gente que logra conseguir un lugar en ella y horas de espera, comienza el acceso regulado por policías que buscan armas e indican dónde debe uno sentarse. Después, es sólo esperar más hasta que una voz al micrófono anuncia la tercera llamada para dar comienzo al primer espectáculo del 41 Festival Internacional Cervantino. Justo cuando los últimos rayos del sol se vislumbraban en el horizonte, Rubén Rada y sus siete músicos aparecen sobre el escenario, provocando los aplausos y los gritos del público. Acorde con la temática del FIC de este año sobre la violencia, la primera canción interpretada dentro de marco del festival fue “Biafra”, cuya letra llama la atención a la humanidad sobre su indiferencia a los conflictos sociales, específicamente a la desaparición de Biafra, país africano que solo existió como tal tres conflictivos años .

Así comienza la catarsis del hombre moderno, de los Guanajuatenses y los turistas de la ciudad que buscan en el arte el alivio o el olvido. Porque es innegable que quienes acuden a los eventos culturales buscan una satisfacción que la vida común y la rutina no ofrecen, una satisfacción que sólo el arte puede proporcionar. Rubén Rada hizo latir los corazones de la Alhóndiga con su música, uniéndose así a la cadena de importación del candombe, ritmo africano que nació en Agola y que se convirtió, durante muchos años, en el medio de comunicación entre los africanos que fueron llevados a Montevideo con el fin de ser esclavos. Durante la época colonial, dichos esclavos encontraron en este ritmo el medio de conexión con su tierra y con su espíritu. A través del candombe sobrevivió su identidad, víctima de la represión y avasallamiento del que eran objeto, hasta que su música, antes ceremonial, se convirtió en parte de la identidad de Uruguay. Así, los asistentes de la Inauguración del FIC se convirtieron en el último eslabón de esta cadena que comenzó con la solemnidad de los ritos religiosos africanos, continúo con un medio de sobrevivencia al dolor, luego con un  Patrimonio Cultural Intangible declarado por la UNESCO y, al final, una actividad recreativa.

Rubén Rada logró interactuar con el público enseñándoles los coros de sus canciones e invitándolo a cantar con él. La gente no sólo fue espectadora, sino que se convirtió en parte del concierto con sus aplausos, silbidos y gritos, que fueron integrándose a los instrumentos de la banda.

En pleno apogeo de la fiesta, los juegos pirotécnicos amenizaron la celebración llenando de colores el cielo y provocando el éxtasis sensorial de los presentes que luchaban por mantener el equilibrio y observar la pirotecnia sobre las barras metálicas de las gradas.  Y así, con este esplendoroso final, Rubén Rada se despidió de su apasionado público, de las personas que lo aceptaron y se aceptaron a través de sus canciones que llevan, en el fondo, la enseñanza de que el amor está en todas las formas y todas las situaciones.

Y como llegaron, las personas se fueron retirando en largas filas por las entradas de la Alhóndiga a sus respectivos destinos: beber, comer o dormir. Todas ellas sin imaginar que lo que oyeron, vieron y vivieron fue creado en medio de la miseria, de la tristeza y la tragedia. Así es el arte: un medio para sobrevivir, la catarsis del dolor.