jueves, 31 de diciembre de 2009

Qué carajo

Fue después de un ensayo cuando el ánimo sublevaba el espíritu, entre nosotros mismo nos alentábamos y con un "que se venga" comenzamos a tocar sin ningún fin de lucro de presunción, simplemente compartir una emoción; ser libres. Faltan 10 minutos para las 2:00 P.M. (Partida del autobús) y tocábamos la última canción, en ese momento volteé a ver a las personas que nos escuchaban y fue cuando la vi. Una chava con un aura de pensadora emanada por sus grisáceos ojos, un atractivo visual; vaya una persona que se veía interesante. Me miraba fijamente, todo pasó durante algunos segundos que reflejaron eternidad, después ella bajó la mirada, haciéndose la interesante y con un toque de coqueteo subió al camión. Al volver en mí ya eran las 2:00 por lo que guardamos los instrumentos, se escucharon algunos aplausos sinceros y nos retiramos. Como es común en mí, subí al final, así que mis compañeros tomaron los últimos asientos; quedé atónito al contemplar que el que sería mi lugar quedó justo atrás de la chava y para hacerlo más interesante ella estaba leyendo un libro.
Para entablar una plática agudicé la mirada para ver de qué trataba el libro; "Lo más cabrón para conquistar a los hombres" ese era el título, podrán imaginarse lo perplejo que quedé al leerlo.

Leox

martes, 15 de diciembre de 2009

El burrito frío





Eran semanas ajetreadas las que estuve viviendo en aquella ocasión, después de un domingo en donde debía realizar mis mayores esfuerzos para terminar la tarea y actividades pendientes, que al final terminaban en un “al ratito” que expresaba con mucho conformismo y que tenían un desenlace familiar donde encontraba el sueño a pocas horas de ir a la preparatoria, sólo para adentrarme en las peripecias de un mundo escolar, lleno de diferentes actividades que si bien en muchas ocasiones las experiencias son buenas no deja de haber esa extraña situación, donde al parecer los planetas se alinean y los profesores se ponen de acuerdo para dejar una cantidad exorbitante de tarea(quizás exageré un poco, pero para un estudiante así parece) y con la casualidad que el día de entrega es el mismo. Al terminar una semana así de estresante por lo general los alumnos descansan o hacen cambio en sus actividades durante su fin de semana o al menos uno de los dos días, pero en mi caso unas semanas antes adquirí el compromiso-voluntario-, de asistir a un diplomado en liderazgo ambiental a Nogueras, Comala; los sábados. El itinerario era el siguiente: 5:00 AM levantarme; 6:00 AM tomar el camión de Armería a Colima; 7:00 AM llegada a Colima y esperar el camión a Comala; 9:00 AM tomar el camión a Nogueras; 10:00 AM a 6:00 PM diplomado; 10:00 PM llegada aproximada a mi casa. En algunas ocasiones una profesora de la facultad de enfermería que también estaba tomando el diplomado, pasaba por mí en un kiosco (tienda de auto-servicios) que está próximo a la central. En una de esas ocasiones llegué al kiosco y tenía una hora hasta que llegara la profesora, así que compre unas galletas, un café y me dispuse a leer un libro que ya estaba a punto de terminar, mientras hacia esa acción inconciente en donde devoraba una galleta, bebía café-muy caliente-, y me concentraba en la lectura, todo al mismo tiempo; un tipo que a simple vista se le notaba lo “elevado” que andaba y no es que lo supiera porque se sentó frente a mí, comiéndose un burrito sin calentar y hablándome como si tuviera años de conocerme- claro que no-, sino porque lo intuí. Cuando comenzó a hacerme plática yo estaba muy entrando en mi lectura por lo que sólo dispuse a llevarle la corriente y contestarle con afirmaciones o negaciones, el chavo aunque en su estado comprendía que lo que yo hacía es lo que ha rasgos juveniles se le conoce como “dar el avión”; entonces el chavo frunció el entrecejo, dio un manotazo a la mesa y me dice con mucha vehemencia como si toda fuera posterior a una diatriba: ¡Que pendejo, que le hagas más caso a un libro, que a una persona!

Vaya, no supe que responder, él cogió su burrito y se fue.

Las personas nos olvidamos de lo más importante que es el trato humano entre hermanos; ya decía Martín L. King “Hemos aprendido a volar como los pájaros y a nadar como los peces, pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir juntos como hermanos”.

Estamos tan oprimidos en un mundo de competencias, envidias, e hipocresías que nos hemos olvidado del trato humano con nuestro prójimo y que una sonrisa es la respuesta para un cambio.

::Leox::


miércoles, 18 de noviembre de 2009

La Cultura Efímera

por Leox

Me tomé la libertad de escalar la montaña, respirar lo sutil de la naturaleza, soportar el asedio de los mosquitos, sólo para poder salir de lo mundano y alejarme de la vida robótica que se cierne sobre nosotros hoy en día; sin embargo, en el letargo que me encuentro, aún se perciben rastros robóticos a la vista, también en el viento; ¡vamos! Incluso yo no puedo abstenerme de algunas cosas indispensables.

Es tanto nuestro afán por avanzar, y nuestra resignación por la monotonía, que nos hemos olvidado de disfrutar la vida, véase que esta declinación y mala interpretación de la libertad y el placer nos ha hecho esclavos de una cultura decadente; peor aún, ha ido acabando con los valores. Este es el meollo del asunto, una pérdida de los valores implica la desaparición de la cultura, una cultura que no podemos dejar caer en el abismo del “me da igual”. Debemos crear nuevos cimientos de valores adecuados, siempre considerando que se trata de nuestra “Cultura Efímera”.

La experiencia-apertura del blog La Cultura Efímera

por Mario Note Valencia

En un centro comercial estacionaba mi descanso laboral por detrás del mostrador, en tanto que miraba pasar a las personas. En ese momento llegó una señora que por su indumentaria uniformada me percaté de su labor en uno de los establecimientos de al lado. 
–Muchacho, ¿podrías cambiarme este billete? –dijo dándome el billete con toda confianza. Para eso abrí una caja de monedas y comencé a contar lo acumulable al valor de su billete. Me di tiempo para observarla de reojo y preguntarle:
–¿Cómo está?
Quise saber sin ni siquiera conocer su nombre y sin haber tenido un encuentro antes con ella. Me contestó de una manera que me haría pensar mucho:
–¿Que cómo estoy de ventas? Pues, más o menos…
Le di las monedas y se fue al decir “Gracias”. Yo, sin embargo, no le pregunté sobre sus ventas sino sobre su vivencia, su presente, sobre su actual situación de ánimo. Evidentemente la señora pensó que yo le cuestionaba sobre sus ventas. Pienso: ¿acaso todos le han preguntado no de ella, sino de sus ventas? ¿Nadie en esta pequeña localidad le ha preguntado cómo se siente?, ¿cómo es que vive para sobrevivir de nosotros? ¿Inhumanos?
Y pensar en esto me marca de incredulidad, pero recordar a la señora responder a mi pregunta me da evidencia de que así de crueles somos con nuestros semejantes. Me hace creer que efectivamente sí somos salvajes, que no cabe en nosotros la responsabilidad de conllevar con los demás una adecuada actividad social, de diálogo y estimulación mutua vital, de cohabitar.
Toda la diligencia de nosotros orilló a la señora a hablar de lo que hace y no de lo que es. Vemos vendedores ambulantes, vemos que la mayoría de veces nosotros somos los clientes y nos olvidamos, o pasamos por alto, de que ellos son nosotros, son nuestros amigos, nuestra familia, y todavía así dudamos que, bajo ciertas circunstancias, no conviene de nosotros un ¿Cómo estás?
Algún día nos pondremos en su lugar o en la misma situación, quizá la gran ola de indiferencia no nos haga caer en cuenta de que han hecho lo mismo con nosotros. Pero podremos mejorar, eso quiero creer para siempre.
A veces entablo conversaciones, como tú, de tan sólo veinte segundos con personas que nunca más volveré a ver, y eso no maltrata ni engrandece la vida de ninguno, pero sí va creando la voluntad de regalar una sonrisa sincera. Una sonrisa tan necesaria en este mundo. Honestamente.