jueves, 29 de diciembre de 2016

Para acabar con los cursos de Superación

por Mario Note Valencia


En mi anterior publicación (Agravios y propósitos de Año Nuevo) ataqué, marcándolos de insustanciales, todos aquellos cursos tipo Superación al Éxito. No dije todo ni tampoco profundicé bastante. Sin embargo, el más inteligente de mis lectores habrá entendido a la primera y descifrado lo que ahí dejé escondido entre las líneas. Confieso que la mayoría de mis textos tienen un doble sentido, no estético, sino intelectual; ahí donde bromeo dejo la piedra de la verdad; ahí donde parece locura, intento alejar a los locos. Uso recursos como la ironía y el humor oscuro: la risa es un mecanismo de defensa para sobrevivir a las duras y ásperas pieles de la vida en sociedad. Siempre me río del otro, una vez que me he reído de mí mismo; encuentro a la risa como un instante de comprensión y despreocupación auténtica, y superior a toda la seriedad de los valores. Hago caso al adagio: cuídate del que se ríe a solas como si se acordara de sus maldades.

Pongamos las estadísticas y especulemos: cada vez son más famosos los cursos de superación personal y “encierros” religiosos en los que unos y otros aseguran que cambiarán tu vida, potenciándola al máximo. La gente acude con buena fe a desembolsar una cuota para que les resuelvan sus problemas, pero se decepcionan cuando descubren que sencillamente “el cambio está en ellos mismos” (palabras que, gratis, pudieron haber leído en cualquier sitio de internet o escuchado de la voz de su mejor amigo, si hubieran procurado antes cosechar una amistad auténtica). Ahí está el problema: no puedes generalizar métodos para conseguir el éxito ignorando que las personas son en esencia diversas, multifacéticas y con necesidades diferentes. Hay personas altamente proactivas como las hay pasivas e inclinadas a seguir las instrucciones. Hay líderes, por supuesto, pero también lideracos (palabra que compuse pensando en líder y pajarraco, porque blah, blah, blah: hablan hasta por los codos, de otro modo se quedan sin trabajo).

Lo que alego es que estos cursos que van de ciudad en ciudad para ilusionar a jóvenes y adultos de vida apagada (rutina alrededor de un trabajo que no les gusta o de una sortija que ya les aprieta el dedo) utilizan el viejo truco de “apantallar” desde el primer día ofreciéndoles el camino a la felicidad. Pero, ¿de verdad me dices que el último fin en la vida es conseguir el éxito económico? ¿O que no hay otra vía para alcanzar la satisfacción? Además, pervierten las artes: sé tú mismo, vuélvete empresario, “emprende”, y si quieres ser pintor, músico, literato, bien, sé el mejor de todos para que ganes (ahí vamos de nuevo) grandes cantidades de dinero haciendo lo que te gusta.

Es absurdo. No hay conexión limpia: es agua turbia este camino de remediar las faltas creativas con deplorables mantras modernos: “ven dinero”, “soy el mejor”, “así me veo en un futuro”, “seré la envidia del vecindario”. ¿Es en serio que gastas doce minutos de tu preciado día para pensar en sandeces injustificadas? Quieren retroceder, en su inteligencia, quinientos años atrás, cuando creían fervientemente en la existencia de la piedra filosofal o en el famoso toque de Midas. La genialidad, por si te lo preguntas, no te encontrará descansando ni soñando con la “ley de atracción” (otra de muchas pajas mentales).

Calma, Note, calma, ¡todos atraemos las energías! ¡Cuidado con las energías negativas! ¡No pienses negativo, no uses tu inteligencia, no acudas a la ciencia ni te excuses con verdades! Y yo pienso únicamente en lo extraña e ingenua que llegan a ser todas las personas enajenadas por un mísero discurso que escucharon en la televisión, en la radio o en el pódium de su Universidad. Diría mi abuelo: les hace falta vivir. Diría yo: visítenme cuando se enteren que, por decir todo lo que he dicho, me ha caído un sinfín de desgracias metafísicas. No los veré, claro, nunca por aquí.

¿Creo en el poder de las palabras? Por supuesto, pero no en el sentido que le dan en otros lados de prostitución espiritual. El lenguaje verbal es muy poderoso: en un contexto ideal, natural y concreto, puede unir o separar personas; de un te amo a un te odio hay muchos abrazos de diferencia. Eso sí, no existen las palabras mágicas, sino los trucos, los recursos para que parezcan mágicas. Los cursos de Superación al Éxito pescan a ilusos con la promoción de una magia (ufana de por sí) como si fuera real y eso, amigos míos, es lo más triste. La gente es víctima, porque también los religiosos la usan para hacer negocio de sus misas bautismales y multitudinarias.

A nadie le gusta ver que se aprovechen de las demás personas. No juzguemos, no todos los asistentes permanecen, o después de asistir al curso les parece que no les sirvió de nada, o que no era tan necesario. Seguro estoy que la gente que ellos llaman “exitosa” no estuvo arrastrándose en semejantes congregaciones. Este tipo de cursos también son usados para estafar a las personas, haciéndoles creer que los preparan para el trabajo y sueldo de sus vidas que la misma empresa ofrece. He visto cómo los tratan y juegan con sus necesidades económicas. Luego los botan. Lo cual es alarmante: cualquiera que se ponga al tiro con discursos motivacionales, así sea un violador de menores, puede crear revoluciones en el pecho febril de los asistentes, sus futuros fieles seguidores.

Hay líderes buenos y malos, dependiendo de las circunstancias. Hay personas que se sienten más a gusto siguiendo a estos líderes, y líderes que persiguen objetivos a favor de la comunidad que los apoya. Que yo sepa, no sobreviven limpios todos los lideracos (líderes falsos, oportunistas). Aquel pobre hombre que sufre de estrés y de no saber vivir su tiempo libre, que use el dinero para irse de vacaciones en lugar de pagar el curso de Superación donde le dirán, irónicamente: “vive más, arriésgate, vete de vacaciones”.

¿Por qué buscas afuera lo que no has sabido encontrar en tu propia casa? ¿Qué tipo de libros lees? ¿Qué tipo de televisión consumes? Y en internet ¿en qué gastas tu tiempo? Dale Me gusta y comenta “Amén” si ves a Cristo en este texto. Dale “Compartir” si eres una persona inteligente. Escribe “7” en la caja de comentarios y espera cinco segundos para ver la magia. ¡Oh, Pandora, vuelve y acaba de nuevo con nosotros! La estupidez es grande y nos rebasa.


Agravios y propósitos de Año Nuevo

por Mario Note Valencia


En esta época se supone que todas las personas cierran ciclos o inventan sus doce idílicos propósitos de año nuevo. No sé si se sienten como los automóviles, en lugar de preguntar qué tal te ha ido te preguntan cómo andas de kilometraje. Yo he visto a viejos hombres más vivos y más jóvenes que los mismos jóvenes. Muchas veces, para envidiar la vitalidad del otro se utiliza el despectivo mote de chavoruco. Curiosamente son estos hombres viejos a los que me encuentro en las terminales de aviones, esperando como yo el placer del viaje por el viaje. ¿Dónde están mis amigos? A unos el trabajo los absorbe; a otros les ha dado por consumirse en la idea de una sortija (que dejarán de usar en unos años).

Dictamen: Este año seré un mejor padre, una mejor esposa, un mejor hijo, una mejor hermana. Un mejor amigo: ¡con que seas amigo “de verdad” con eso basta! No te exijas demasiado. O en general: este año seré una mejor persona, me voy a cuidar mucho, me voy a querer mucho más por todos los años que no me he querido. Llegó, pues, la hora de que todos y todas utilicen la demagogia del mal gobierno: espero hacerlo todo mal para que siempre haya deseos de mejora. Un barril sin fondo es la vanidad que encadena a unos y a otras para fingir que son estas fiestas decembrinas las únicas posibles para perdonar o para brindar amor.

Apuesto a que la siguiente frase, al estilo de Kennedy, es miel en oídos de entusiastas e impostores de la vida pública: “no preguntes qué puede hacer el nuevo año por ti, pregúntate lo que tú puedes hacer por el año nuevo”. Otras más como “El éxito está en ti”, “Cree en ti mismo” o “Piensa diferente” redundan en la cisterna de fantasías inoperables de la vida cotidiana. De esta falsedad no culpo a las sentencias, sino a las personas que fracasan por no saber diferenciar la indulgencia de la verdadera voluntad.

Como cucarachas corren a desafiarme en un debate: yo a mano limpia y ellos detrás de su basurero de palabras. Jamás había visto a tanta gente congregarse alrededor de una persona carismática y corbata al cuello (lideraco a leguas) a cuyos seguidores les demanda “piensen diferente” para que, precisamente, piensen como piensa él o hagan lo que él haría. Otras veces les recuerda que luchen por su sueño pero antes de irse depositen aquí su mensualidad del curso “Motivación para la Superación y el Éxito”.

No sé si es más tonto el que lidera este tipo de cursos o el que paga por ellos. He visto hacer (cobrar) lo mismo a católicos y cristianos con sus respectivos padres y pastores. ¿Qué es el éxito? ¿El dinero? ¿Estás bromeando? Cuéntame algo que no sepa y no use palabras como “escalón”, “nivel”, “paso”, “cima”, “reprogramación”, “inteligencia”, “ley de atracción”, “saltos” (¿salto cuántico, salto mortal, salto de agua, salto del tigre?).

Bendito verde, dinerico. Si el Papa tiene corona de oro, vaya si no se parece a quien mandó crucificar a Cristo. ¿Qué es el éxito? ¿La felicidad? El dinero no compra la felicidad pero, como diría un amigo fotógrafo, he aprendido a distinguir a dos tipos de ricos: los que son y el resto, es decir, los apantallados. Es ineludible, por otro lado, que a nadie le haga mal el dinero, sobre todo a los que están en situación de calle en este sistema de trabaja, compra, disfruta y muérete.

Los grupos de “Superación al excito” (punto g, jijijí, sic latino y sick inglés) han copiado la fórmula mágica de, por ejemplo, Alcohólicos Anónimos (AA). Los grupos “doble A” funcionan bajo el precepto de cooperación entre los mismos asistentes: se escuchan y se abrazan, se dan palmaditas en la espalda, pues el estímulo es el otro que también se levanta contigo. A diferencia de los lideracos, no cobran por las clases de psicología, no cobran para que te conviertas en un perro, una perra, de los negocios. En fin que para todo hay gente y se pinta sola.

Los propósitos (si no nuevos) son plagiados año con año y por una misma persona. Hay gente atorada en un solo propósito, irrealizado desde hace ya varios años. No cabe duda que de la uva al hecho hay mucho _ _ _ _ _ _. (Juguemos al ahorcado). Ah, pero qué rica uva. Uy, qué rico vino. Mmm, qué rica está la cena de fin de año… Saca la pistola, mi’jo: vamos a matar al año viejo. ¿Por qué, papá, por qué hay que matarlo? No sé, hijo, esto hacía tu abuelo.

Y por estas costumbres, hijas del ayuno y la irracionalidad, yo siento que vuelvo a nacer cada 01 de enero: por mi techo de tejas que pueden traspasar las malditas balas perdidas.

jueves, 1 de diciembre de 2016

El nacimiento de un artista

por Mario Note Valencia


a Carlos Adampol Galindo

Una tarde en casa de sus padres, Carlos sube a la azotea para mirar el paisaje urbano del Distrito. Mientras ve cambiar los tonos rojos en el cielo, piensa en que esa tarde será una más entre todas aquellas tardes que necesita para pensar y estar solo. Reflexiona. Todo marcha bien. En la empresa donde trabaja percibe un buen sueldo, ha buscado un ascenso económico y es muy probable que se lo den, lo que significaría pasar el resto de su vida sin preocuparse de nada, absolutamente de nada. Sin embargo, aunque otras veces lo ha pensado, como cuando camina de regreso a su casa después de una jornada en la oficina, esta vez su alma no lo soporta y dibuja una herida en el horizonte de sus expectativas. ¿Es esto lo que quiero? No, no quiero –responde agitado tras el fuego de la revelación–, no quiero vivir así los próximos treinta años. Quiero viajar, caminar, a mí me gusta caminar. Seré un caminante.

Carlos ha hablado demasiado alto. Los demonios de la Vida Útil lo han escuchado. Vuelan hasta él que sigue soñando despierto con ser un viajero infatigable. “No te muevas” –le obligan; su alma joven enmudece. Ahora sus pies no le responden. Siente un terror indescriptible, por aquello de dejarlo todo, por abandonarse en una vida de aventuras y, sobre todo, por las consecuencias. Las consecuencias –medita. Sólo un loco puede rechazar las oportunidades útiles de la vida en la ciudad: el crédito para una casa, un coche, un sueldo atractivo (como dicen todos), también el derecho a la jubilación y a morir viejo, tranquilo, rodeado de sus nietos, pero con el cáncer de los sueños irrealizados. Quizás tengan razón los corazones fríos, pero más terror le da vivir la vida de los otros y no la suya. Vuelve la flama, el ímpetu, la flor con semillas de astrolabios y brújulas astrales. Carlos quiere viajar más allá de donde nace el sol. Quiere ver con su mirada interior, que le dice a gritos es ahora, tienes que hacerlo.

Sus pies comienzan a moverse. Los demonios, vencidos, antes de escapar, volando, amenazan con volver para recordarle del error que ha cometido, pero esto a Carlos no le asusta, no les cree en lo absoluto, porque ahora son más fuertes los impulsos de su libertad y de su espíritu. Si quieren encontrarlo –les hubiera dicho yo a los demonios– tendrían que seguir las huellas, moverse (cosa que no están dispuestos a hacer) por donde sus pies han caminado: entre la selva y los bosques, entre otros pueblos y otras voces, en otras dimensiones de la India, en los templos sagrados de China o arrebujado en el interior de un camión que lo transporta, de incógnito, hasta las frías alturas del Tíbet.  

Después de la (al principio azorada) conversación con su alma, Carlos desciende de la azotea con una respuesta esclarecida: mañana renuncio a mi trabajo. Entonces desciende, quiero decir, para ascender un millar de veces más, comenzando por el sur de México hasta Sudamérica, cruzando el océano para llegar a Europa y atestiguar el otro universo de Oriente. Lleva en su mochila de viaje una cámara réflex y en su mirada habita la intuición. Con el tiempo aprenderá el lenguaje de las miradas múltiples.

* * *




Carlos Adampol Galindo (México, 1976) presenta su obra El ojo del alma el próximo 07 de diciembre de 2016 a las 19 horas en la Fundación del Centro Cultural del México Contemporáneo (calle Leandro Valle 20, Centro histórico de la Ciudad de México). Su página: www.elojodepez.com

martes, 29 de noviembre de 2016

Filtros para maldecir a Fidel

por Mario Note Valencia


Asumo que gran parte de mis opiniones escritas no se oponen a lo que yo hubiera contestado si me preguntaran sobre la muerte de Fidel Castro: ¿usted lo admira?, ¿lo rechaza?, ¿qué representa Fidel para la historia?, ¿un error?, ¿es la maldad como dicen?

Es indudable que el tema de su muerte sólo ha puesto a flote una verdad de su figura: se mire por donde se mire, Cuba (y especialmente las directrices que tomó Fidel, encarnación política de la Revolución Cubana) fue el parteaguas en la historia sociopolítica de Latinoamérica de toda la segunda mitad del siglo XX, no sólo porque no se rindió frente a la magia perversa de su vecino yanqui, sino porque el proyecto ha sobrevivido, pese a todos los costos, murallas mercantiles, amenazas, difamaciones y pactos de silencio que han elucubrado los países aliados al capitalismo.

En consecuencia, cualquier opinión con respecto a Fidel y a Cuba puede ser tomada como una simple condensación personal de creencias, científicas y no científicas, emitida desde cualquier parte del mundo. Sin embargo, ¿quién, pregunto, tendría todo el derecho de opinar? Pienso que únicamente los cubanos, los exiliados y los que viven actualmente en la isla, conformes o inconformes con el sistema socioeconómico que llevan. No deja de ser, al final de cuentas, un tema ocioso: los occidentales acusan a los de oriente, y viceversa; de igual modo, los capitalistas a los socialistas, y todos, de algún modo, pretenden tener la razón.  

Parece muy difícil de creer que, entonces, no exista ninguna opinión completamente libre de prejuicios políticos, pero es la verdad. Dime cómo vives, en dónde vives, y lo que vistes, cómo vistes, y lo que lees o escuchas, o los aparatos tecnológicos que usas para leer, por ejemplo, este artículo. Pertenecemos a un mundo capitalista en donde la noción de felicidad humana está condicionada por los medios socioeconómicos (que ofrece el mismo sistema para alcanzarla); lo mismo para el socialismo cubano. “¿Quién es más libre?” no es la pregunta correcta.

Más aún: ¿somos más libres cuando nos comparamos con el aislamiento cuasi-extremo de los Norcoreanos? Bueno, lo que supone un individuo como realización de su entera libertad puede ir, muchas veces, en contra de la escala de valores defendida por el Estado. Y frente a frente con Corea del Norte: ¿es el mexicano tan libre como lo señala su Constitución?, ¿libre de opinión, no represalias?, o ¿es verdad que hoy por hoy se siente tan inseguro y desconfiado de los órganos de impartición de justicia que el Estado pone a su servicio? Las encuestas arrojan percepciones alarmantes.

Lo que deseo hacer con todo esto es sacar del terreno de debate todas aquellas opiniones que olvidaron pensar en lo anterior o que ignoran lo siguiente. Entonces, ¿una Cuba Libre? Tanto repudio al dirigente de los isleños, pero no dejan de fumarse los habanos, beberse el Bacardí, consumir arte cubano (pintura, música, literatura) o ir de visita turística a La Habana.  Entre Corea del Norte y Cuba hay mucha diferencia, lo mismo si hablamos de Vietnam, Rusia y China (la liga de los socialistas). No hace falta ir tan lejos para saber que aquí también hay pobreza del demonio. Cada país socialista, digamos, se las ha arreglado a su manera; desde su nacimiento con la Revolución Rusa en 1917, el Socialismo ha cambiado con el tiempo y los países. Cuba aquí anda, en sus propios quehaceres, después de aventarse un paquete que ni a México le hubiera encantado: amenazar en plena Guerra Fría a Estados Unidos, hijo pródigo del Capitalismo (respaldado a regañadientes por sus Padres: Francia e Inglaterra) e invasor de invasores, por eso vamos a darle una condecoración por cada una de sus bases militares regadas en el mundo. ¡Vaya! ¿Qué pasa, Padre? Pues, hijo, me he dado cuenta de que tampoco Rusia es una santa.

La verdadera praxis del socialismo apenas lleva un poco más de cien años. Como principio: derrocó un imperio, que no se preocupaba de su pueblo, los bajos y bajísimos estamentos sociales, y que era, sobre todo, unilateral en sus decisiones. En ese tiempo, tus bisabuelos luchaban en la revoltosa Revolución Mexicana, grupos unidos y dispersos, encontrados y otros indispuestos, mientras allá, en la fría y desolada Rusia, los obreros abandonaban la producción para levantarse en contra del intocable Zar, de forma multitudinaria, educada en ideas radicales y filosóficas, organizada, en contra de la siempre inveterada inocencia de la represión.

Que también Cuba y Rusia se convirtieron en dictaduras después de la Revolución, no vamos a negarlo, justificaciones hubo para mal y para bien, pero tampoco negaremos que las cosas han cambiado: ya no es Fidel, ya no es Stalin, ya no son los años 60 ni los 30, respectivamente; como dato presente, los cyber-activistas que publican en internet los malsanos planes secretos del gobierno capitalista han encontrado en Rusia un asilo, un exilio apresurado, único lugar en el mundo para sobrevivir a las amenazas (entiéndase, por ejemplo, WikiLeaks). Alguien lo hace; alguien te abre los ojos, pero lo paga.

Antes de repudiar a Fidel (cosa que, insisto, habría que dejárselo a los cubanos) se tendría que haber despotricado ya en contra de todas las manifestaciones socialistas permeadas en la globalización de las culturas. Vamos a analizar: antes que a Fidel, hay que maldecir a todos los intelectuales mexicanos, antiporfiristas, que vieron cómo los burgueses se acaudalaban a costa de los trabajadores mal pagados; despotricar en contra de que en Rusia hayan derrocado el absolutismo; despotricar contra todos aquellos rusos que permitieron la rendición del régimen Nazi (en un momento en que Francia estaba fuera de combate y Estados Unidos no podía con Japón, etc., etc.); despotricar ahora en contra de la Revolución Mexicana; en contra de Lázaro Cárdenas; en contra de los estudiantes del 68 y de todas las formas de sindicatos que existen en pro y defensa de sus agremiados. ¿Cuentas con algún familiar respaldado por un sindicato?, ¿un familiar jubilado y pensionado según las leyes que defienden al trabajador en México? Bien, pues despotrica en su contra, imagínalo con una máscara de Marx o con el beligerante atuendo de Fidel, Camilo Cien, El Che, y rómpele su cara.

Ahora ves que no es tan sencillo. Quizá llegues a pensar que, pese a todo, cobijado bajo el régimen capitalista, no le debes nada al socialismo. Qué lejos estás, amigo, de la realidad. La historia escrita no existe únicamente para aprenderse de memoria, sino para interpretarse, convulsionar los hechos, enlazar los datos (reales o falsos, discernirlos en dado caso), interpretarlos para tu propia comprensión de la realidad, para descubrir los engranes que mueven la vida social y el ambiente político bajo el cual naciste, aquí y no allá, y por qué las cosas son como son. Claro, si estás conforme, no hay problema, mejor olvídalo, pero también guarda silencio; muchos no pensamos igual, y no elegimos pensar diferente, nadie nos mandó a hacerlo, sólo que, te cuento, la Realidad viene de vez en cuando a despertarnos con una bofetada. ¿Qué harías tú? No es un sacrificio, pero estamos listos para cuando nos toque defender la dignidad de tus padres.

Fidel es un síntoma de lucha; es Historia, ¿lo absolverá algún día? No es un anhelo, no es una petición. No todo lo que hizo después del triunfo merece los aplausos, pero es intachable la Revolución Cubana. Sin embargo, dijimos, no podemos opinar a ciencia cierta: Fidel, la Revolución y Cuba, mientras no pase otra cosa, serán indiscernibles para la Historia, excepto para los cubanos, los de hace tiempo y los que vienen. 

Hay quienes llegan después y opinan cuando las cosas están calmadas, ignorantes de la cicatriz y el fuego. No es su culpa. En un futuro ¿llegaremos a contar que México estuvo completamente en paz? Ojalá, pero que en 2015 y 2016 el Estado Mexicano fue una especie de tirano institucional: o mueres conmigo o con el enemigo (proverbio del soldado fascista). Traducido al buen decir: ¡Échate pa’tras que te mato, hijo de la chingada! Al fin que soy mexicano, y de eso sí que puedo hablar. So, ¿por qué tan callado, camarada? ¿Pretendes saber más de Cuba que de tu propio país?


lunes, 28 de noviembre de 2016

Chavela

por José Calderón Mena


No todo lo que nos acontece en la vida es necesariamente trascendente; sin embargo, por una extraña razón algunos recuerdos persisten en nuestra memoria como algo divertido, aunque en su momento haya sido bochornoso.

A principio de los 70 asistí a la casa de unos amigos con los que solía reunirme con cierta frecuencia para pasar un rato agradable y compartir, bajo cualquier pretexto, el gusto por la amistad.

Pasada la medianoche y agotadas las botanas y los tragos nos despedimos y nos retiramos.

Como yo no tenía automóvil acepté el ride que amablemente me ofreció mi buena amiga y compañera de trabajo Juanita Nicholson, ya que vivíamos por el mismo rumbo: ella en la colonia Roma y yo en la Condesa.

Al cruzar Paseo de la Reforma nos acordamos que teníamos pendiente una visita a "La Copa de Champaña", un bar en donde cantaba Chavela Vargas, y como aún era temprano decidimos tomar una última copa y disfrutar el show.

Sin pensarlo mucho, entramos al lugar, ordenamos unos vodka-tonics y empezamos a disfrutar del ambiente bohemio que se respiraba.

De pronto nos dimos cuenta de que ninguno de los dos traíamos suficiente dinero; era fin de quincena y nuestros bolsillos estaban casi vacíos.

Alargamos lo más que pudimos el consumo de nuestra copa mientras veíamos cantar a Chavela, sin saber qué hacer, ni cómo salir del predicamento.

En un arranque de audacia, y aprovechando que la cantante se retiraba un momento a su camerino, Juanita se encaminó hacia allá y con gran aplomo tocó la puerta.

Al estar frente a la artista, comenzó por decirle que nuestra jefa, Tita Casasús, le enviaba saludos, lo cual no era totalmente cierto, sin embargo sabíamos que se conocían; Chavela la recordó con afecto y le hizo algunas preguntas.

Ya iniciada la conversación, Juanita le explicó la situación embarazosa en que nos encontrábamos, pero Chavela le dijo que no nos preocupáramos, que ella nos enviaría un mesero para que nos atendiera.

Cumplida la misión, mi amiga regresó a la mesa y a los pocos momentos llegó el mesero enviado por Chavela, nos preguntó que con cuánto dinero contábamos, al saberlo, nos dijo que él nos avisaría para cuántos tragos más nos alcanzaba.

En la segunda copa, mejoró el sabor de nuestra bebida, sustituído el fantasma del Oso Negro por el alma rusa en nuestros vodka-tonics.

Ya más tranquilos disfrutamos enormemente el concierto de la artista, el ambiente y, por supuesto, nuestros tragos.

A la tercera copa, y pensando que el mesero se había olvidado de nosotros, lo llamamos y solicitamos nuestra cuenta, temiendo un nuevo conflicto.

El muchacho se acercó solícito, y al saber que deseábamos retirarnos nos dijo que la señora Vargas nos agradecía nuestra presencia y que deseaba que hubiéramos disfrutado nuestra velada.

La cuenta estaba saldada.

domingo, 20 de noviembre de 2016

Aprendiz de todo

por José Calderón Mena


Hay quienes viajamos a través del tiempo con las ventanas de la mente abiertas, ofreciendo a la vida nuestra disposición de aprender y aprehender conocimientos que nos hacen feliz el tránsito por la misma, sin orden ni concierto, a veces de forma equivocada, sin guías precisas; pero siempre buscando ser fieles a una vocación errática de eternos aprendices.

Fue de esa manera como desarrollé una gran afición por las bellas artes, en particular la literatura, la pintura, la música, pero sobre todo el teatro.

A finales de 1976 llegué a vivir con mi familia a Tonalá, una pequeña ciudad de la costa chiapaneca de donde era originaria mi esposa, con el fin de emprender un negocio y tratar de vivir una vida más apacible y sosegada, lejos de la gran ciudad, que empezaba a ser complicada y agobiante.

Al principio fue muy difícil adaptarse al lugar, empezando por el clima, demasiado cálido todo el año, y la absoluta falta de distracciones, sólo compensada por la playa cercana que mis hijos disfrutaban, nuestra cercanía como familia y el tiempo para leer.

Las principales actividades del municipio eran la ganadería y la pesca así como el cultivo de árboles frutales, lo que hacía de la región rica en recursos naturales, y por lo tanto próspera económicamente.

Todos los fenómenos climáticos son exagerados en Tonalá: el calor intenso, la época de lluvias con temporales que pueden durar días enteros sin parar y dejan el lugar aislado del resto del país un año sí y otro también.

Luego, entre octubre y marzo, la temporada de "nortes", unos vientos tan fuertes que levantan los tejados y llegan a arrancar de raíz grandes árboles y que pueden durar soplando hasta una semana. Las nubes se "acuestan" sobre la sierra cercana, dando al lugar una imagen andina.

Todo esto con el fondo dulce y melancólico de la música de marimba, en fiestas celebratorias que también se prolongan por días, trátese de festejos familiares o fiestas patronales en honor a San Francisco: "Tata Chico".

A los pocos años de haber llegado, y siendo funcionario del estado el poeta Oscar Wong, originario de Tonalá, tuvo la iniciativa de crear en su pueblo la Casa de la Cultura, nombrando directora a Sofía Mireles Gavito, licenciada en filosofía y maestra en la escuela preparatoria local.

Luego de conformar el personal administrativo, la Licda. Mireles creó los diferentes talleres y echó a andar la institución que al día de hoy sigue vigente. Dichos talleres fueron: música, artes plásticas, creación literaria y teatro.

De la materia literaria se hizo cargo mi esposa Guadalupe Mafud de la Cruz, que tenía una licenciatura en letras hispánicas por la UNAM.

El taller de teatro recayó en mi persona, que no tenía ninguna experiencia en docencia, pero sí un gran amor por el teatro, así como cierta experiencia como espectador y lector, tanto de disciplinas teatrales como de obras dramáticas, clásicas como contemporáneas, lo que me hizo atreverme a solicitar el puesto.

El grupo quedó conformado por jóvenes normalistas y preparatorianos, a los que logré transmitir mi entusiasmo por el teatro e iniciamos una aventura que es una de las más gratas experiencias en mi vida.

Después de cierta preparación teórica, nos dedicamos a hacer representaciones, tanto en salones adecuados, como en las canchas deportivas de las escuelas de la ciudad, así como en la cárcel municipal; desde obras cortas y simples hasta su alcance de la comprensión popular, así como una obra en tres actos de Hugo Argüelles, donde estuvo involucrada como actriz la propia directora, la Licda. Mireles.

La experiencia terminó cuando dejamos el lugar buscando uno más propicio para la educación de nuestros hijos; pero quedó en la memoria como algo imborrable y permanente, y la certeza de que el aprendizaje recompensa y estimula, aunque nunca se llegue a ser "oficial de nada".



jueves, 3 de noviembre de 2016

Entre revolucionarios

por José Calderón Mena


En el año de 1961 entré a trabajar en el taller de Víctor Trapote Mateo, un escultor español refugiado de la República.

Víctor había llegado a México en el 42, con su mujer Inés Minué y su hija Irina de cuatro años, en calidad de exiliados, junto con otros combatientes de diferentes facciones. Él era de filiación anarquista, con grado de teniente coronel y miembro del grupo de inteligencia soviético.

Ya se sabe que la guerra civil española fue un sangriento ensayo de lo que habría de ser la Segunda Guerra Mundial.

Luego de algunos años en que organizó su vida en el país, entró en contacto con un grupo de jóvenes cubanos que soñaban con rescatar a su patria de manos de la dictadura de Batista.

Gracias a sus contactos con los demás miembros del exilio, Víctor Trapote consiguió financiamiento económico para la causa. Fue así que a mediados de los 50 pudieron zarpar desde Tuxpan, Veracruz, a bordo del Granma los entonces jóvenes Fidel y Raúl Castro, así como Ernesto Guevara y Ramiro Valdés, entre otros, con el propósito de iniciar la revolución, apoyados de la protección política del Gral. Lázaro Cárdenas.

Yo había llegado al taller de Trapote gracias a la recomendación de una cliente del salón de belleza de mi tía en la colonia Condesa. Esta señora se llamaba Fanny Yanovich, una judía rusa que había venido a México en el 37 como secretaria de León Trotsky (otro revolucionario).

Al triunfo de la revolución cubana, en 1959, Irina Trapote viajó a la isla y se casó con el Teniente Ramiro Valdés, lugarteniente de Fidel y Ministro del Interior, así como Jefe de Inteligencia, a la cual pasó a formar parte el escultor Trapote.

A partir de entonces, y con cierta frecuencia, me mandaban a “Cubana de Aviación” con paquetes de cigarrillos Kent, jamón serrano, cortes de carne, dulces, etc., para Cuqui (Irina) que no tenía por qué pasar por la austeridad y el sacrificio impuesto al pueblo cubano.

Todo esto era parte del trasfondo de un taller muy prestigiado que se dedicaba a enmarcar y a restaurar pintura y escultura y lugar donde desfilaba lo más selecto del arte y la aristocracia de la época.

El taller era fuente de trabajo de unos 15 obreros que por algún tipo de inconformidad empezaron a organizarse para exigir solución a sus demandas laborales.

Cuando el rumor llegó a oídos del jefe de los obreros, éste aconsejó a Trapote llamar a un amigo suyo, Abraham López, miembro destacado de la C.T.M. y amigo personal de Fidel Velázquez, máxima autoridad del Sindicalismo Oficial de México, para poner fin al naciente descontento.

Con la "elocuencia revolucionaria" que caracteriza a este tipo de líderes, los convenció de los beneficios de pertenecer a la organización, y mediante el despido del cabecilla descontento y "alborotador", quedó conjurada la revolución antes de iniciarse.

¿Cómo explicar esto? ¿Cómo encontrar congruencia entre los ideales y los hechos?

¡Gran desilusión!

¿Seguirá siendo cierto aquello de: "Que se haga la voluntad del Señor... en los bueyes de mi compadre"?


martes, 1 de noviembre de 2016

Otras palabras de un padrino

por Mario Note Valencia

viernes 28 de octubre de 2016 

Muy buenas tardes a todas las personas que nos acompañan en esta importante ceremonia de egreso. El motivo por el cual estoy aquí es para apadrinar un grupo en específico de esta generación, un grupo que cursó su bachillerato los domingos, conformado por muchachas jóvenes, alegres, simpáticas e inteligentes.

Es un honor para mí estar presente en este evento que representa la culminación de un proyecto que ustedes emprendieron hace dos años.  Aquí tienen una meta cumplida, ahora tan real y concreta que merece todos los aplausos.

En el salón de clases alguna vez comentamos que casi todas las cosas que nos pasan son fruto de las consecuencias, únicamente de las consecuencias; ¿consecuencias de qué? De su esfuerzo, de su dedicación, de sus ganas de seguir y de intentarlo a pesar de las asperezas que nos ofrece la vida, sobre lo cual agrego que: la rosa tiene espinas en su tallo, pero no por eso deja de ser bella.

Entonces aprovechen los instantes bellos, como éste, en los que puedan ser protagonistas. Conviértanse en la directora de su propia obra. Construyan el camino. Los recuerdos felices son los que a veces nos ayudan a seguir adelante. Pongan emoción y empeño en todo lo que hagan, háganlo con amor, dedíquenselo a alguien más, alguien más que esté o no esté con nosotros, y verán que el trabajo más pesado se hace por sí solo.

Sean fieles a sus sueños, no le den la espalda. El futuro siempre será una revaloración del tiempo que se gana y se pierde. Tengan en cuenta el tiempo, el reloj, las horas, el calendario; pero tampoco se frustren demasiado pronto. Sean pacientes (ya lo ven ahora). Las cosas que uno quiere hay que desearlas igual desde el primer día, hacer algo por ellas, como si regáramos un jardín, hasta que el día de mañana florezca un presente lleno de satisfacciones.

A veces hay que hacer algunos sacrificios, es cierto. Ustedes ya lo saben perfectamente. Decía un pensador que “se pueden perder amigos y recuperarlos, se pueden perder amores y recuperarlos, pero el tiempo que se pierde jamás se recupera”. Por lo tanto, valoro mucho el tiempo que compartí con ustedes en el salón de clases. Ha sido, fue, un aprendizaje mutuo. No pienso olvidarlas tan pronto, además: ¿cómo podría?

Me siento sumamente orgulloso de ustedes, orgulloso de cada una de ustedes. Si éstas fueran mis últimas palabras quiero decirles que las quiero mucho, y hagan lo que hagan siempre tengan presente que hay alguien, además de mí, que las admira. Si por el tiempo y los caminos, me perderé muchos instantes felices que tendrán ustedes en su vida, entonces enmarcaré este recuerdo para acordarme. Muchas felicidades.

lunes, 31 de octubre de 2016

Dulce, fiesta o travesura

por Mario Note Valencia


El último día de octubre cumple años el Señor del Mal. Para México, Halloween es una costumbre popular y extranjera que le cae como anillo al dedo porque los dos primeros días de noviembre festejan a los muertos. Sin embargo, Halloween no es tan relevante, excepto para la ocurrencia de los niños y jóvenes mexicanos, influenciados por los discursos de la televisión y el cine: debe ser divertido vestir el atuendo de su monstruo favorito, asustar en las noches, pedir dulces y hacer desmanes con los timbres de las casas, tirar macetas, desbaratar guirnaldas, pisar el jardín del vecino.

Algunos niños preguntan, con cara de no romper un vaso: “Señor, ¿sí me da para mi calaverita?”, mientras otros nada más sentencian: “Dulces o travesuras”, casi porque no pueden decir, por su edad y sus fines: “El dinero o la vida, madrecita”. Dulces o travesuras, al ritmo de tátara-tata-ta-ta. En todos los grupos siempre hay un niño que es generoso en demasía y que después de recibir el dulce igual hace la travesura. El señor de la casa sale gritando y, como todo buen mexicano, le mienta la madre al pequeño lobo salvaje que por sus brincos graciosos y máscara barata más bien parece duende del demonio. Los niños crecen y olvidan la indulgencia de pedir dulces, sólo para iniciarse en el ritual de las fiestas de disfraces.

Me parece que el éxito de las fiestas de disfraces es compensada por el puente (días de descanso) que en todo México se da por el Día de Muertos, y porque los Carnavales de primavera (cuya esencia es el disfraz) es un gusto sólo para quienes desfilan y no para quienes se encuentran como espectadores. En una fiesta de disfraces todos son protagonistas, el juego consiste en ocultar el rostro y ser un poco más adepto al descontrol de las normas sociales; en un espacio dado para la ocasión, bajo las bajas luces y la noche maciza, las máscaras, lo grotesco, el alcohol, el sexo y la muerte, bailan con el único fin de divertirse. Lo perverso, por supuesto, también es el ingrediente: deformar el rostro, ser irreconocible, pasar de incógnito frente las estupideces que se puedan cometer en una sola noche.

Según lo que he visto, para ir a una fiesta de disfraces no es regla usar el disfraz más horrible, porque aquél que ha ido al gimnasio se viste de romano, con el vientre y los brazos descubiertos, o la muchacha del fitness luce su entallado atuendo de enfermera. Algunos van vestidos de payasos diabólicos y otros son más payasos porque sólo se pintan con rímel rojo manchitas de sangre en su rostro y así dicen que ya son unos muertos. Le preguntan a un hombre si viene vestido de calavera, por sus ojos hundidos en la oscuridad de sus ojeras, y éste contesta que no, joven, yo soy el velador del local. ¿A quién buscas? Busco a mi novia, me dijo que vendría vestida de bruja. ¿Y tú de qué demonios vienes? Soy la Inquisición, papá.

La gente se pierde y se busca en la redonda pista de baile, nutrida de seres insurrectos y feos, bailando al beat de una música sensual y bañados por la incesante lluvia de luces multicolores. Telarañas, no hechas de algodón, sino de verdad, cuelgan de las esquinas del local y de los ventiladores de techo apagados (porque no funcionan). Adentro hace un calor del infierno. Lujuria, gula y sodomía son los tres pecados por las cuales todos se han reunido a beber, platicar, bailar y comer cacahuates y churros de harina. Cerveza derramada en los azulejos percudidos; mesas que han perdido sus manteles; sillas abolladas; orines fuera del mingitorio. Me ha tocado ver a un mapache besar a una princesa; he visto a Satanás revuelto del estómago, mientras sus dos amigos, Mario y Luigi, lo sostienen para que no se caiga, uno por cada lado. He visto, apenas salía del baño, cómo algunas brujas eran en realidad brujos, orinando fuera del mingitorio, con tetas falsas, falda corta, piel tostada y zapatillas de equilibrista. El carnaval me asusta, pero me voy acostumbrado.

Luego, a mitad de la noche, los que están más borrachos aúllan y echan guacos. Aya, aya, aya. ¡Áyayay! El noob en la tomadera siempre es el más estúpido o el más callado. Te dicen “te quiero” más de una vez y a ti, por supuesto, no te cuesta nada aceptarlo, porque nunca quieres más a tus amigos si no es cuando los dos están hasta las chanclas de fumigados. Ves hermosa a la que iba de la mujer barbuda, porque es tu amiga. Pero su barba es falsa, como tu dignidad. Es tu amiga y ella se aprovecha de tu estado cuasi-comatoso. No está tan mal, piensas, y se besan a la luz de la lámpara de mano con que les aluza un ángel que ha perdido las alas, tu amigo, otro bastardo que también quiere lo suyo y no encuentra a su novia. Le decimos que se vaya. Pero nosotros, condescendientes, vamos tras él. Se abre camino, apretado, por entre la gente: chifla. Sí, eres tú, aquí estás. Su novia era una diablilla; pese a la perversidad de fusionar contrarios, la abraza, la besa y le dice: llévame al cielo. Y los perdemos, al bien y al mal, en el baño de mujeres.

Ay Dio’ mío, pero qué cosa –dice una pareja vestida de turistas caribeños. Alguien más fue de típico mexicano, con su sombrero grande, playera ajustada, so pretexto de enseñar su panza chelera. ¿Otra michelada, mija? Lo que usted mande, mi rey. En efecto, el chico de la barra va en onda de parecerse al Carlos V. ¿Y también sabes rico? –le pregunta la Llorona. No sé (ríe nervioso), pregúntale a mi novia. Oh verás si no le sacará un grito porque su novia va de Lady Apache, la luchadora. 

En mi vida había estado en una fiesta de disfraces tan salvaje. En mi vida había estado en una terrible y atractiva ola de confusión, cómo saberlo, si te toca de todo, sudores de otras frentes caen a tus brazos, o los disfraces puntiagudos te pican la cara. Órale, ¡fíjate, maistro!, le dices al que va esponjado como un armadillo, con púas hechas de limpiapipas. Lo único bueno es que nadie sabe que eres tú debajo de un buen disfraz. Siempre quise saber si el que iba de Michelin era una mala réplica de los Cazafantasmas. Dizque con un antifaz ya nadie sabe de ti y puedes hacer lo que quieras; no conoces a todos, pero hablándoles por afinidad puede ser una buena idea: la mesa de los licántropos por un lado y, por el otro, los miedosos a los crucifijos y los espejos.

La persona que me ha invitado a semejante jauría quiere saber cómo me la estoy pasando. Le cuento del muchacho que llevaba un buen disfraz de Jason y otro que iba de cocodrilo. Deberías conocerlos, son muy buena onda. Luego me invita a que la acompañe a una tienda de autoservicio 24 horas abierta. Recarga crédito para su teléfono celular. Piensa en volver, pero me despido. Comparto el taxi con otros dos chicos, adolescentes, muy bebidos y sonrientes, que abordan por la puerta trasera y lamentan no haberle hablado a Fulana o a Sutana. El taxista me pregunta qué hubo. Yo le digo que puras travesuras y que los de atrás pagan mi pasaje. 


viernes, 14 de octubre de 2016

El caso Dylan en el Premio Nobel de Literatura 2016

por Mario Note Valencia


La noticia del veredicto no me impresionó en lo absoluto. Había escuchado el rumor desde hace algunos años y, es cierto, también sentí una extrañeza al principio. ¿Cómo puede ser aquello de que un músico se encuentre entre los prospectos a recibir un premio literario? Tanto se había litigado en las academias, y los cafés y los bares, sin llegar a un acuerdo, para que un premio archiconocido lo resuelva de la noche a la mañana.

La resolución de la Academia Sueca ha azuzado la quietud de un sinfín de vanidades heridas. Los lectores sacan las uñas y vapulean comentarios en defensa o repulsión. Siempre habrá quienes, entre cultos e imbéciles, digan que estuvo bien o que fue el colmo. Yo les pregunto a todos: ¿Qué les preocupa? ¿Acaso los ha defraudado el Nobel Prize porque no pueden leer sino a aquellos autores que la Academia premie y dicte? ¿Dejarán de leer a su Adonis, Roth o Murakami?

En México tenemos un solo premio Nobel de Literatura: Octavio Paz, y no es por cierto una figura de las más aceptadas entre snobs y fantoches. Igual cuando se lo entregaron a Mario Vargas Llosa hubo muchos que lo señalaron inmerecido. Total, siempre es la misma cantaleta.

Las deliberaciones del Premio Nobel han sido criticadas a lo largo de sus más de cien años de existencia. Qué le vamos a hacer: ellos son los del dinero. Uno muy sonado, por poner un ejemplo, fue el de la escritora Alfriede Jelinek en 2004. Esto nos da para imaginar las pugnas que se viven en las reuniones del jurado para proponer y defender a sus candidatos; por ahí me contaron que cuando propusieron a Juan Rulfo lo desmeritaron por su escasa producción, o que Jorge Luis Borges echó a perder su premio por una visita que hizo a Pinochet.

Deberíamos hacer caso a la razón: los premios Nobel de Literatura son un asunto geopolítico. Bioy y Borges más de una vez hicieron bromas al respecto, imaginando al jurado disertando sobre qué países faltaba concederles un premio. ¿Quién gana el premio? ¿Quién debería, según usted, merecer el premio?

Hay autores Nobel cuyas obran han sido olvidadas o decisiones igual de ridículas según el parecer del público en general. Podemos estar de acuerdo en que muchos otros se lo merecían (y aquí los autores agradecerían nuestro apoyo) pero eso no descarta que se escurran de esta vida sin recibir el galardón, a pesar de que su obra permanezca durante mucho tiempo.

Entendiendo que es en parte una suerte geopolítica y que para merecer el premio es necesario que el autor viva, no se puede esperar más que aceptar las deliberaciones Nobel Prize como si no nos incumbieran. A Nicanor Parra no le concedieron el Premio Cervantes, sino hasta el 2012, por su miedo a volar. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Cada Institución convocante tendrá sus razones, buenas o ridículas.

Los únicos preocupados con la resolución del Premio Nobel deberían ser las casas de apuestas, que, para el caso, no se necesita conocer nada de literatura para entrarle a la quiniela. Entonces, tranquilos, a todos los demás no se nos bajarán los ánimos para seguir disfrutando de la lectura. Quiero decir que no pasa nada.

Con respecto a Dylan, me dio alegría, sí, sobre todo por sus letras, pero esto no entra como justificación de su victoria, pues es igual de vago que los motivos perjurados por la Academia Sueca. Sin embargo, a nadie afecta, o no debería afectar, que un músico gane. A menos que, como dije al principio, salgan a flote las vanidades heridas de todos aquellos escritores románticos preocupados por ganar el premio, viendo cómo, además de su inseguridad o falta de méritos, se agrega una superflua preocupación más: ¡los músicos también ganan!

***

En una casa de apuestas de Inglaterra, la noche del 12 de octubre de 2016. Dos desconocidos:
–¿Por quién apostaste?
–Puse un 50% a Murakami, y 25% a Adonis y otro 25% a Roth, por si las moscas.
–¿Y quiénes son? ¿Los conoces?
–No, para nada, pero me dijeron que este japonés ahora sí que gana. Así que no puede fallar. Lo di todo.
–Vaya, hombre, esto me pasa por no saber nada –dice y se acongoja. Luego agrega: –Yo sólo sé de boxeo y equitación.
–¿Pues qué pasó? ¿A quién apostaste?
–A un tal Dylan.
–Es una pena.
–Sí.