martes, 26 de abril de 2011

Si unas vacaciones un amigo


 Son las vacaciones como un descanso merecido o inmerecido; a nadie le cae mal. Vacaciones de dos santas semanas (en el caso de quien estudia): tiempo para dormir temprano (dos o tres de la mañana) y despertar muy tarde (mediodía); tiempo para aventajarle a las tareas u olvidarse del estudio. ¡En pleno siglo XXI nos dejan tareas escolares para vacaciones!
Vengache pa´ca.
Está bien, como he dicho, no todas las vacaciones son libros ni libretas ni cursos intensivos de maquillaje; también es playa, bikini y sol cancerígeno para nuestra piel; o ya de perdida se trabaja. Pero cuando no tienes ninguna de estas opciones entonces no sé qué haces para vivir. Lo siento, me olvidaba, los que no hacen nada de esto están con sus amigos.

Hace poco yo volví a ver a unos cuantos de mis amigos a pesar de que en mí se sobrevienen las tareas por montón; menudo problema para menudo tiempo “disque” libre: Semana Santa. No sé, no los había mirado desde el inicio del año 2011, y volver a verlos sería como tener en las manos una fotografía muy de antaño que la ves a cada rato y sólo te acuerdas; así persiste la nostalgia. Ah, suspiras y dices: qué buenos días aquéllos.

Los amigos tienen ese talento para hacerte sentir mejor hasta el punto de extrañarlos cuando los ves y olvidarlos cuando no están, aunque siempre están siempre que quieras. Digo esto porque a veces los caminos se bifurcan y unos van pa´llá y otros pa´cá. Sucede, por ejemplo, en los estudios ya de una carrera profesional. Algunos deben salir de la ciudad y seguir su proyecto en otra parte con otro ambiente. Nuestros amigos conocen a más amigos y uno no se enoja porque lo hagan sin nuestro conocimiento, en cambio, te cuentan que su (nuevo) amigo hizo esto y lo otro mientras tú lo escuchas sintiéndote bien por ello, dado que si te cuenta significa sólo una cosa: después de todo seguimos siendo amigos.

Caminos distantes, intereses distintos, vidas despuntadas. Una vez los conoces en alegrías y lágrimas, y cuando los vuelves a ver sigue siendo lo mismo pero con más peso en sus vidas. Quién sabe qué cosa nos pasa que al verlos después de tanto tiempo cabe decirnos: “Estás más flaco (a)”; “Ya engordaste ¿eh?”; “¿Supiste que fulanito ya tiene un chamaco?”; etc.….

La amistad no es un concepto que se deba aprender en la escuela o en redacciones como la que hoy muestro, sino es un sentido de la vida cotidiana. A lo mejor no los llamamos “amigos” pero siempre hay alguien en el mundo que comparte los mismos intereses, que te escucha aunque siempre le cuentes el mismo problema, que dice ser tu pañuelo de lágrimas, que te entiende incluso sin decirle nada, que te apoya aunque sea desde abajo del ring, que se preocupa si se te hincha un ojo o si eres alérgico al chocolate, que está dispuesto a limpiarte después de lanzarte contra tu pastel de cumpleaños… Bueno, que nunca te negaría un taco de sal. ¿Pues cuánto no hace un amigo? Dime tú lector.

No por nada emito estas palabras, seguramente alguien leyendo esto le vendrán pensamientos acordes al tema (al menos por unos segundos). No perdemos nada con enviarles a los amigos señales (inclusive en vacaciones) de nuestra existencia. Si no los vemos porque no podemos, bien, pero eso no significa que tengamos que claudicar a la imperiosa vida que te manda por todas partes cuando, a veces, los amigos no están en todos lados.

Honestamente: Marionote.