miércoles, 28 de agosto de 2013

liberté turtles

por Rafael Frank

Fotografía, con justicia, de Adriana Gaona Treviño

el cenit se abre para las tooortuugas. son jarocho polka. canta mi amigo extranjero; viene del sur, y sus animales del Japón. El. son jarocho polka. sólo puede ser tocado con un bandoneón que antes estuviese roto.

Él, que soportó las noches en lo más sucio de la Señora Furia, se bebe los preparados de la napolitana, de un trago, con la catrina que lo ama cada vez que se viene la hora cero. pedro nadie y juan boliche. llegando llegaste. canta como Piero en Quito.

La primera gran muerte que enfrentamos juntos fue la de sus tortugas. el caparazón es el tránsito perpetuo. canta como míster Say no more, mientras los caparazones amanecen vacíos. Los restos los guardamos en una lata, nada oxidada, de granos descafeinados que él toda su vida conservó para este deceso. así en el avión no hay problema. Antes en la lata no hubo granos, sino un paquete de Gauloises (éstos sí, oxidados por el clima porteño).

A Neuquén se van los restos de las tortugas del cenit. tango tortuga tortuga y amor. tanta tortuga tanto dolor.

viernes, 23 de agosto de 2013

La automatización de las sonrisas

por Itzayana Delgadillo


Me he dado cuenta de que mi vida es una completa rutina; sí, suena horrible, pero supongo que no debo ser la única en vivir esta situación.

En nuestra vida diaria ya todo pasa de manera automática, todo es para nosotros un proceso tan natural como respirar. Sé que suena aterrador y, de hecho, la idea no me agrada, pero debemos aceptar que la mayoría de la gente vive envuelta en la rutina.

La rutina es problema cuando se vuelve un círculo vicioso y, con el paso del tiempo, es imposible darse cuenta de nuestra inmersión en ella. En la actualidad estamos tan acostumbrados a ver y oír tantas cosas, ya nada nos parece nuevo. La violencia, por ejemplo, se volvió tan común y frecuente (al menos en México) que muchas veces no la consideramos como un hecho pernicioso. Nos acostumbramos a escuchar y leer acerca de las guerras, del hambre y de la pobreza; todo esto ya forma parte de nuestra vida diaria.

En algún momento perdimos nuestra capacidad de asombro, y en particular se lo atribuyo, de cierta forma, al avance tecnológico, pues la tecnología se vuelve cada vez más predecible. Gracias a dichos avances no permitimos que una tormenta nos sorprenda, ya no salimos a mirar las estrellas (ahora algunos prefieren mirar fotografías de ellas). Nuestra vida consiste en tomar miles de fotos, enviar millones de mensajes y hacer amistades virtuales.

Después de todo, nuestra capacidad de relacionarnos con nuestro entorno ha disminuido. Ejemplo claro de esto, y a mi parecer uno de los más importantes, es nuestra capacidad de relacionarnos con el lenguaje de la palabra. Considero que actualmente  muchas de las palabras de nuestra habla han perdido su significado real y, en consecuencia, adquirido uno virtual.

En las caricaturas de la televisión la violencia y la muerte son representadas de forma natural y reversible, ya que cuando un personaje sufre algún accidente o muere en algún episodio, en otro aparece recuperado, íntegro. En la cotidianeidad, cuando leemos los encabezados de los periódicos pensamos primero en ma’, otro muerto, pues la palabra muerte perdió su significado real para nosotros, resultado de la costumbre, la rutina.

Es necesario que recuperemos nuestra capacidad de asombro; estoy segura de que el mundo tiene demasiadas cosas para sorprendernos. Es preciso restablecer nuestra relación con el entorno, con las demás personas y con el lenguaje. Por eso trata de escapar de la rutina, permite que la vida te asombre, y no permitas que tu sonrisa suceda en automático.

lunes, 5 de agosto de 2013

El camino de la escritura

por Mario Note Valencia


a Rafael Frank,
para ver si lo veo

El lector ordinario, genuino, no sabe que lo que busca en un escrito es el resultado de la pugna intelectual que ocurre antes, durante y después, dentro del espíritu creador del autor.

Si comprendemos que cada escrito necesita una introducción, un desarrollo y un desenlace, entonces hagamos la correspondencia inmediata con nuestra vida cotidiana. Hay hechos, por ejemplo, que nos llegan cuando están en pleno desarrollo; otros a los que llegamos en la conclusión. Pero, de cualquier manera, hacemos el natural esfuerzo de comprender lo que recibimos.

Lo cierto es que nosotros mismos abordamos situaciones con la conciencia de que ya hay un avance, un desarrollo. Otras veces nada más nos enteramos del final del suceso, y sólo nos queda leer el epígrafe.

Existen autores que sólo nos ofrecen los hechos, a veces, a partir de la conclusión y el desarrollo; en ese ámbito podemos hablar de literatura. Sin embargo, en una exposición científica, académica, es necesario exponer con el rigor lógico: desde el abordaje del problema hasta los resultados y aportaciones personales. La literatura tampoco deja de ser rigurosa en la formulación de puentes supuestos para llegar a otros puntos.

Como sea, la exposición escrita es un camino, como el que construimos con nuestro andar cotidiano. Si decimos: «tengo todo, pero no sé cómo estructurar mi escrito», no creo que seamos tan despistados como para ponernos primero el pantalón y después la trusa. Aunque varía en casos especiales: tendríamos que ver si el calzón es realmente atractivo y le queda mejor el ámbito público. Honestamente.