miércoles, 20 de julio de 2011

Rapidez o el apuro del tiempo

El ser humano, por naturaleza, busca romper los límites que conoce, siempre ir más allá; antes fue una Torre de Babel, ahora es un cohete espacial con propulsión a chorro. Quiero decir que nuestra naturaleza es la velocidad: mientras más pronto, mejor. Somos impacientes a lo razonable, ¡apúrese por favor, tengo cosas qué hacer! Ya voy, ya voy.  A propósito de la rapidez, me parece que fue Gandhi quien dijo “hay algo más importante en la vida que acelerarla”; soy partidario a este lema, aunque la mayoría de veces me tengo que dejar llevar por el círculo vicioso del tiempo acelerado.


De tantas vicisitudes llego a la noche, agotado. No queda el tiempo para nada, más que para iniciar el sueño antes del otro sueño; solo. En las ciudades más importantes andan las personas de arriba-abajo, todas chocan pero nadie se mira. Bien se dice: “Vive en una ciudad alguna vez, pero múdate antes de que endurezcas”. Esto me recuerda que los afectos emocionales son más efímeros; como diría un profesor: ‘ahora los jóvenes se enamoran más  rápido’. En la película La naranja mecánica hay una escena absurda, o irónica, pero muy peculiar, que denota lo fugaces que son los encuentros cupulares.

Quiero recordar que lo de hoy es la comida rápida, de esa que se procesa rápidamente. El antaño filósofo Heráclito nunca imaginó un río como el actual, tan rápido y estacionario, ni Zenón de Elea consentiría reducir la palabra ‘infinito’ a la pereza mental de ahora, producida por la sobreproducción de tecnología virtual. No lo había pensado bien, pero diario tengo que lidiar con un hijo al que llamo Celular, que tiene la cualidad de acortar distancias emocionales y menesterosas. Camino por la calle con mi celu (acotación de celular), estoy en mi casa con mi celu, pásame tu celu, hablo contigo con mi celu, te ofrecí disculpas con mi celu, ‘akorto i cambio ms palabrs kon mi celu’, no toques mi celu porque me enojo… Íjole, se me jodió el celular, ¡bah!, me compraré otro celu ¿okei?

Después de un tiempo, el individuo acepta lo rápido que pasan los años cuando éstos no han dejado nada bueno.. Verdad es que no sabemos vivir con el presente: queremos manipular el tiempo a nuestro antojo, detener esos momentos bellos  y acelerar los más dolorosos. Ante la amena de que la vida se acaba, cuando se nos presenta la oportunidad nos llenamos las manos y no podemos con todo: ‘sabes bien manejar la computadora, pero te sueltan en un potrero y te pierdes’, recuerdo esto ya que infiero en la nueva dualidad que debe buscar el hombre moderno. En las ciencias ecológicas se llama “sustentabilidad”, y es un equilibrio del desarrollo humano con la preservación del medio ambiente. Así que, la dualidad que ostento es, por ejemplo, la tecnología de la comunicación y la verdadera participación comunicacional; que el circuito del habla no sea tan escueto y todo llegue ser tan escueto que toda nuestra vida quede reducida progresivamente: menos esfuerzo, menos capacidad mental, menos memoria, menos todo.

De no remediar el tornado de rapidez que existe más allá de nuestro tranquilo hogar, tarde o temprano seremos atropellados por la incapacidad emocional. Y pensándolo bien, los orangutanes son todavía más inteligentes: saben –como dice Leox– hacer palomitas.
Honestamente: Marionote.