miércoles, 18 de noviembre de 2009

La Cultura Efímera

por Leox

Me tomé la libertad de escalar la montaña, respirar lo sutil de la naturaleza, soportar el asedio de los mosquitos, sólo para poder salir de lo mundano y alejarme de la vida robótica que se cierne sobre nosotros hoy en día; sin embargo, en el letargo que me encuentro, aún se perciben rastros robóticos a la vista, también en el viento; ¡vamos! Incluso yo no puedo abstenerme de algunas cosas indispensables.

Es tanto nuestro afán por avanzar, y nuestra resignación por la monotonía, que nos hemos olvidado de disfrutar la vida, véase que esta declinación y mala interpretación de la libertad y el placer nos ha hecho esclavos de una cultura decadente; peor aún, ha ido acabando con los valores. Este es el meollo del asunto, una pérdida de los valores implica la desaparición de la cultura, una cultura que no podemos dejar caer en el abismo del “me da igual”. Debemos crear nuevos cimientos de valores adecuados, siempre considerando que se trata de nuestra “Cultura Efímera”.

La experiencia-apertura del blog La Cultura Efímera

por Mario Note Valencia

En un centro comercial estacionaba mi descanso laboral por detrás del mostrador, en tanto que miraba pasar a las personas. En ese momento llegó una señora que por su indumentaria uniformada me percaté de su labor en uno de los establecimientos de al lado. 
–Muchacho, ¿podrías cambiarme este billete? –dijo dándome el billete con toda confianza. Para eso abrí una caja de monedas y comencé a contar lo acumulable al valor de su billete. Me di tiempo para observarla de reojo y preguntarle:
–¿Cómo está?
Quise saber sin ni siquiera conocer su nombre y sin haber tenido un encuentro antes con ella. Me contestó de una manera que me haría pensar mucho:
–¿Que cómo estoy de ventas? Pues, más o menos…
Le di las monedas y se fue al decir “Gracias”. Yo, sin embargo, no le pregunté sobre sus ventas sino sobre su vivencia, su presente, sobre su actual situación de ánimo. Evidentemente la señora pensó que yo le cuestionaba sobre sus ventas. Pienso: ¿acaso todos le han preguntado no de ella, sino de sus ventas? ¿Nadie en esta pequeña localidad le ha preguntado cómo se siente?, ¿cómo es que vive para sobrevivir de nosotros? ¿Inhumanos?
Y pensar en esto me marca de incredulidad, pero recordar a la señora responder a mi pregunta me da evidencia de que así de crueles somos con nuestros semejantes. Me hace creer que efectivamente sí somos salvajes, que no cabe en nosotros la responsabilidad de conllevar con los demás una adecuada actividad social, de diálogo y estimulación mutua vital, de cohabitar.
Toda la diligencia de nosotros orilló a la señora a hablar de lo que hace y no de lo que es. Vemos vendedores ambulantes, vemos que la mayoría de veces nosotros somos los clientes y nos olvidamos, o pasamos por alto, de que ellos son nosotros, son nuestros amigos, nuestra familia, y todavía así dudamos que, bajo ciertas circunstancias, no conviene de nosotros un ¿Cómo estás?
Algún día nos pondremos en su lugar o en la misma situación, quizá la gran ola de indiferencia no nos haga caer en cuenta de que han hecho lo mismo con nosotros. Pero podremos mejorar, eso quiero creer para siempre.
A veces entablo conversaciones, como tú, de tan sólo veinte segundos con personas que nunca más volveré a ver, y eso no maltrata ni engrandece la vida de ninguno, pero sí va creando la voluntad de regalar una sonrisa sincera. Una sonrisa tan necesaria en este mundo. Honestamente.