miércoles, 25 de mayo de 2011

Lo cotidiano ya no es bueno

Picasso
Todo vino a convencerme de que yo debía estar allí. Los reporteros de mi salón me juzgaron y dijeron cómo había yo aguantado tanto desgaste: alcohol y tabaco. Un compañero de cuarto gritó desde la azotea del hotel como a las 10:00 pm; él me lo confesó, y apenas lo había conocido 24 horas atrás. En la madrugada lo escuché platicar con otro colega académico en las escaleras, creo, cuarto piso. La verdad es que todos llegamos desconocidos y, así, nos volvimos una comunidad: todos éramos comunes; no hubo reloj sensato que osara ahondar en las fuentes torrenciales de creencias de todos los presentes. Fue el momento de sensibilización; todo iba y venía. Los conocí morosamente… Amistades que fueron más allá de las Letras y todo emanó del cuarto hacia la calle desolada; ¿noche o madrugada? Un amigo trataba de no mirar por la ventana porque la altura le da vértigo. Un día antes él habló del tiempo, que no debía ser contado como a un círculo sus ángulos, sino como a una espiral. Luego se posó la muerte como tema y las ansiedades igual que un postre. Pronto cambiamos a situaciones de la escuela hasta que me pidieron que dijera un poema de los tantos que no he leído ni sé. Cabía la pregunta entonces, ‘¿cómo llegamos a esto?’ Pues el hilo de las conversaciones explotaba hacia todas partes y era imposible volver al inicio. Así les pasa a los que sienten su instinto en la intimidad. Aunque los sobrios físicamente éramos otros, quienes no probamos alcohol ni cigarros, compartimos la misma esperanza acarreada de quien no sabe cómo explicar su vida y “sólo dice por decir” (creo que así lo sentencia Paz en su arco y la lira). Bien pude haberme ido a dormir, y mis amistades respetarían tal decisión; pero no lo quise así… Hasta ahora, todo vino a convencerme de que yo debía estar allí, frente a una persona que me invitó a una conferencia acerca de la filosofía del chileno Humberto Giannini. Me convencí pues, que la tierra (en nuestro caso mexicana) nos habla y deja que nos desfoguemos con pensamientos condenados por los otros, cuando todos actuamos como si hubiéramos nacido con internet por nuestras venas. Sí, la vida era mejor y más riesgosa cuando no tenía celular y ponía a prueba las intuiciones que mi pecho marcaba. Pero no por eso debo dar la espalda a lo inevitable, al progreso desconstruccionista del mundo; debo utilizar muchas cosas para hacerte llegar esta redacción y te desprendas de algún modo de la cotidianeidad. Lo cotidiano, habrá dicho Giannini, es lo que pasa todos los días, esto es, ‘lo que pasa cuando no pasa nada’. Pero en aquel lugar, a cuatro pisos de altura, nos reservamos el derecho de ser cotidianos y pudimos ser, después de todo, una comunidad donde no siempre se habla de lo mismo, donde, como dije, no hay tiempo ni clasificaciones sociales.

Posdata (mayo 2011): Ojalá, si quieres lector, nos ponemos de acuerdo y nos reunimos para charlar y hacer un espacio diferente a lo que siempre se nos muestra. Sólo basta nuestra presencia. Mientras tanto, ya me habla Tecomán, y aquel Armería que Leox me mostró. Buena suerte.

Honestamente: Marionote.