A medio día cuando la víspera de la comida orea nuestra nariz y estas apunto de dejar el trabajo para darle placer a uno de los instintos más satisfactorios de la vida como lo es comer, te encuentras en una situación incomoda pues llega clientela a tu trabajo, tu ética profesional te dice que atiendas el caso y tu estómago, si pudiera hablarte seguramente te la rayaría (Como se emplea en el léxico del adolescente).
Como todos los médicos "responsables" hacer pasar al paciente, lo analizas fugazmente con la mirada y preguntas cordialmente con la mayor amabilidad que tu tripa te deja expresar:
-Qué ocurre- después una respuesta con un tono de preocupación describiendo los síntomas, mientras los escuchas analíticamente. La tripa sigue pensando en tacos de frijoles, así que haces pasar al enfermo, anteriormente analizaste la situación y has adoptado ponerle una dosis de "soletil" (anestésico) para hacer una operación rápida; el paciente está en la mesa, lo tranquilizas y le aplicas la inyección para comenzar con la operación. Queda dormido y le tomas el pulso, mientras tanto recuerdas como te decían sus deudos
-cuídelo mucho- En ese momento te das cuenta que no tiene pulso, el tiempo empieza a transcurrir más lento que lo normal, ves como una vida se te va entre las manos y no lo puedes aceptar, entra el nerviosismo pero rápido recuerdas lo que has aprendido; súbitamente le tomas la cara, le cierras el hocico mientras tomas una gran bocanada de aire que le aplicas directo a la nariz- no funcionó- lo vuelvas a hacer y con la delicadeza empleada por un profesional golpeas la caja torácica con una fuerza que podría quebrar sus costillas.
Una gota de sudor corre por tu frente cuando con gran alivio ves como toma aire regresando de la canoa de caronte.
Al final sales con él y le dices a su dueña:
cuídelo como mi vida- ella responde-claro, mi orangután se lo agradecerá.
Mi corazón late igual que el de un animal.
Leox