por Mario
Note Valencia
Miremos el rostro de
los niños con ojeras densas y profundas. Esos cinturones son apenas la borra de
la vigilia, porque en ellos se asienta la necesidad de permanencia en la
lucidez, una lucidez dirigida por el ámbito y estadía de las luminarias. Esa
lucidez se encuentra en los supermercados, sin propiedad de servicio ni de
prohibición a coyunturas menores. Miremos los rostros, hay más verdad en la
sonrisa sincera que en la sonámbula, aunque ésta última provenga del sueño. Los
sueños se crearon para creer que la vigilia se vanagloria de su permanencia.
¿Quién
le teme al sueño?
El Sueño desempolva el
orgullo periférico de la vigilia; el Sueño se acerca y engulle a su contenedor,
¿o es éste el continente? Somos del Sueño y nos presta el sueño enfermo de la
vigilia; aunque, ¿quién temería de su recuperación en un eterno hospital donde
la salvación es dormir mientras se consume el suero?
¿Quién
se encariña con la vigilia?
Entonces, sólo
entonces, regresemos todos al sueño. Este oasis mirífico pronto será el lugar deshidratado de un curioso sueño, Sueño.
Los
niños también han heredado nuestras ojeras densas y profundas.
Camino a la redención
Hace mucho tiempo había
vaqueros en las calles de esta ciudad de plástico. Sus espuelas tenían la forma
del encéfalo y montaban un caballo de crines que se movía con el viento de la
ensoñación.
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Primera parte de los apuntes: http://laculturaefimera.blogspot.mx/2013/06/agotamiento-de-la-humanidad-apuntes.html (08 de junio de 2013)