lunes, 12 de mayo de 2014

Supuestos “defectos” de la personalidad

por Mario Note Valencia


En las descripciones de la personalidad encuentro sospechoso el atributo de que la armonía de la experiencia cotidiana consiste en aceptar las virtudes y, sobre todo, los defectos. Sin embargo, ya de por sí “los defectos” hacen que mi bolígrafo tremole sin decidirse la profundidad con que se inyecta la tinta en el papel, porque sinceramente no se tiene control sobre esa palabra: defecto, no se le invoca todavía con propiedad, con pertenencia.

Antes de avanzar, ¿en qué consiste un defecto? Defecto etimológicamente significa una “desaparición, falta o ausencia”. La raigambre de esta palabra no tiene la connotación viciada como la que tenemos en nuestros días, por ejemplo, de que tener un defecto en la personalidad es visto como una mala cualidad. Tomaremos esta connotación para ver si haciendo crítica se da la pauta de hacer más potable el lenguaje que utilizamos.

Decir “Te amo con tus defectos y virtudes” es decir que me empalago con tus excusas, al mismo tiempo que hago evidente mi pobre discernimiento de lo que hablo. Decir “Te amo con tus defectos” es hacer expreso tu inconsistencia adecuada de perfomance en el mundo. Es amarte con tus desatenciones e ínfima estima sobre ti mismo, es amarte con tus formas descuidadas de ser persona. Tu personalidad reprocha y esconde la mano con la que arroja la piedra.

Una deconstrucción de estas frases amadoras sería principiada por: ¿qué es el amor?, ¿qué significa que me ames?, ¿qué es un defecto y cuáles son los míos?, ¿qué son las virtudes y cuáles…? Este curioso proceder de cuestionarnos las cosas desde sus más íntimas partículas tiene un objetivo epistemológico, es decir, que desemboca en un conocimiento vital. Aunque estoy seguro de que no cualquiera entra al coliseo, así como no cualquiera sabe pelear con sentido.

¿Cuáles son los riesgos? Empezar por cuestionarnos si estamos haciendo inadecuado uso de la palabra “defecto”, puede ponernos en un malestar cultural. Si estamos acostumbrados a decir “Te acepto con tus defectos” o “Estoy consciente de cuáles son mis defectos” deberíamos empezar por  comprender que más allá de una costumbre  se trata de un prejuicio. Entiendo que nuestra vida cotidiana, en la que estamos inmiscuidos, escuchemos que se mida en estos pobres parámetros: virtudes y defectos. Ante esta situación, no permitamos por ningún motivo caer y reproducir este juego que no dignifica a nadie. Si en una institución (religiosa o gubernamental, o un híbrido infausto de ambas) le piden que declare cuáles son sus defectos, por favor mantenga la calma y no corra, no empuje, no grite sus creencias, porque es una trampa.  
Ejemplo de discurso muy común al respecto.
 Qué sencillo sería que después de este diálogo usted diga que nos hemos entendido y al terminar de leer considerara que su mayor defecto es “No saber leer”. Le aconsejo que deconstruya su supuesto defecto y comprenda que muchas veces la incomprensión lectora sucede por distinguidas variables: a) el texto es ininteligible, b) estaba distraído, c) su estado de reflexión no alcanza el estímulo para el diálogo, d) etcétera, etcétera…

Dejemos claro algo: quien deje de juzgar los defectos y las virtudes de sí mismo y de los demás, podrá quitarse de una tarea inútil, descansar de lo que humanamente no le corresponde. No sé si el hecho de descansar de tareas inútiles sea suficiente estímulo para que de una vez se deje de decir que tenemos “defectos” y que así deseamos que nos acepten. ¡Pura bagatela! Para que funcione apliquemos la fórmula de un filósofo michoacano: si eres tan amoroso, en tal grado deberías ser tan odioso; las percepciones tendrían un equilibrio y sólo de esa manera se sería auténtico. Pero, ¿por qué no simplemente estar más allá del bien y del mal?, ¿más allá de las convenciones de los defectos y las virtudes?

¿Cómo empezar a estar más allá?
(¡Incluso a mí me gustaría saber cómo!)

Primero, no hablo de ser un purista de las personalidades, porque seguramente hay mucho que hacer en nuestros propios terrenos. Propongo que mejor se entienda que naturalmente somos sistemas caóticos. Esto significa que por cada paso que doy crecen los efectos alternos, no paralelos, sino multiparalelos. No sabemos hasta qué punto nuestro hecho de avanzar limita o posibilita el movimiento de los Otros. Hay que hacernos responsables de los efectos inmediatos, los que están a nuestro alcance, con la conciencia adecuada de casi todas las procedencias de la fuerza que hace que uno pueda mover el pie y avanzar.

Tampoco abogo para que digamos “Soy un sistema caótico, entiéndeme”, y deslindarnos así de errores, producto de nuestra inadecuada desenvoltura en el mundo. Hay que entender que los sistemas caóticos también llevan una extraña armonía, cuyo trabajo de engranajes, de maquinaria efectual, nos puede parecer muy bello.

En contraparte qué sería la perfección (nada de virtudes). Decir perfecto es apostar por lo absoluto, lo que ya de por sí no tiene cabida en nuestra reflexión (pues creemos, como un filófoso alemán, que nada puede ser absoluto ni determinante). Sin embargo, creo que lo más cercano a la perfección se encuentra en la exclusiva manera de ser de la naturaleza, una especie de rareza que la vuelve atractiva. “Extraño” pues las micro y macro estructuras son infinitas e infinitesimales. A veces lo pequeño reproduce lo grande y lo grande emula lo pequeño. De las perfecciones más extrañas está el cuerpo humano (por consecuente cualquier tipo de estructura viviente).

A continuación comparto una breve recopilación de discursos visuales inadecuados. Si se quiere ver así: dejar de reproducir estos prejuicios; cómo no sospechar que los más grandes vicios de nuestra cultura están enmascarados en los discursos de más sencilla aprehensión.

Hay paradojas que se inventaron para desviar la atención, por conveniencia.
Aquí sólo vemos la sencilla manera de cómo, alterando el orden gramatical,
se consigue una comodidad inadecuada, una manera precaria de "lavarse las manos".

¡Y ojalá nunca la merezcamos! Ojalá se reúnan todos los que sean como estas personas
y jamás se aparezcan en el camino de quienes sí desean transformarse.


Típico, como dicen. Tanto en mujeres como hombres. Ante estas personas aconsejamos
lo que dijo un sabio: "si me das un golpe, te mando al demonio".

Discurso de una personalidad reprimida, o peor aún: infeliz y rencorosa.
Nada que se festeje auténtico.
Una enorme condición para la pareja, un enorme riesgo incluso en la amistad.
¿Y si se falla en el intento?

Entonces no es amor.

Ah caray... Una evolución de estos vicios. 
Consejo de una persona que ha desperdiciado su vida tratando de entender
a los viciosos en estos puntos. De por sí  el "aguantar" aparece muy agónico.
Nada de aguantar estas desatenciones de la personalidad.


Lo más cercano, y por lo tanto rescatable de estos discursos
en carteles, a estar más allá de los defectos y las virtudes.

Agradezco a quienes ofrecieron su opinión acerca de los defectos, así como me ayudaron a presentarles estos carteles comúnmente difundidos en distintas plataformas informáticas.

4 comentarios:

  1. Justo un muchacho le llamaba "egos" a cosas como la ira, la codicia, etc. Cuando le dije que no me gustaría llamarle "egos" a eso, dijo algo como "ego significa 'yo' en latín", creo que entendió que algo no estaba funcionando y entonces les llamó "defectos", y después tuvo que admitir la destrucción de sus propias creencias "espirituales", que dicho sea de paso, era gnóstico o agnóstico o no sé bien cómo se les llama.
    No es la primera vez que platico con alguien de esa creencia o religión o escuela, tampoco sé cómo se nombran a ellos mismos; pero las veces que platiqué con gente de este sector, ellos mismos no tuvieron salida a su propio discurso, al final no expresaron nada congruente.

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    1. Nos imaginamos que así es el asunto con los agremiados de las escuelas. Un gusto que te percates de las flojedades de su discurso. Saludos.

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  2. Es admirable en usté la capacidad que tiene de escribir para que uno reflexione, una comunicación muy bien lograda.

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  3. Gracias, eso se busca: estimular la reflexión. Si algo parece falso, erróneo o no se entiende, estaremos aquí dialogando al respecto. Saludos.

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