por
Mario
Note Valencia
Hay un asunto que me atañe desde que
empecé a leer como cabra loca y ensañarme a remediar el tiempo que había
perdido sin hacer caso a mi vocación. Pero, ¿qué es la vocación sino un
eufemismo para decir “éste es, al menos por ahora, el sentido de mi vida”? Si a
todos se les pagara por hacer lo que les gusta sin que nadie más les diga que
tienen que hacerlo, seguro es que el dinero no sería problema y no habría más
adultos abnegados con la insoportable levedad de su vida. Aunque, es cierto, no
descarto que haya quienes no sepan lo que quieren porque no está en su espíritu
el poder auténtico de la pulsión, el deseo. Como sea, si hablo ahora con
alguien a quien le interese el acto de leer por sí mismo, no por encargo sino
por placer (como ta'le vú, Barthes),
encontrará en las siguientes líneas una propuesta adecuada para focalizar la
experiencia de la lectura.
Hablemos de los resúmenes, las reseñas y
los comentarios alrededor de los libros. Lo mejor es no leer nada que tenga
relación con la obra que nos encomendamos abordar. Después de leída y asimilada
la obra literaria, se puede indagar en lo que otros han dicho bien o mal sobre
la misma. Por ese único motivo no deberían existir las contraportadas como un
bidet en el que se descarga la masturbación verbal del otro; para algo sirven
las reseñas en las contraportadas y los prólogos al principio de los libros:
para nada.
Ya sé que si trato con un diletante me
dirá que estoy rotundamente mal si ignoro a Borges o las “magníficas” crono-biografías
que las editoriales colocan antes de que el autor haga lo suyo y nos sorprenda (ahí
cabe el curioso “Prólogo con reseña crítica y marco histórico de la vida y obra
del autor” –asuma que leerá de tres a quince páginas–). ¿Es que acaso los
endemoniados editores nos consideran tontos? En dado caso todo eso (como
servicio extra para que el lector sepa cómo
hablar en público cuando tenga que hablar sobre la obra o el autor) debe
imprimirse en la parte final del libro, pues nunca falta que un reseñista se
pase de listo y afloje su boca para hablar de lo que no debería: de la obra en sí.
¿Entonces para qué leemos libros de
grandes ensayistas hablando de otras obras? Las leemos cuando ya hemos leído la
obra que comentan y porque, según su método y rigor y creatividad, alumbran de
otra manera lo que nosotros también leímos, no con el fin de adaptarnos a la
nueva interpretación, sino para confrontar ideas, espejear y refrescar la
experiencia artística. (Cada lector juzgará quiénes son los mejores críticos
para tal o cual libro). Pero antes de la lectura, sáltese el prólogo y las
reseñas, con mayor esfuerzo si se trata de Ediciones Cátedra (conocidas por
hacer libros de los libros).
Otra pregunta: si no leo reseñas de
otros y no leo las contraportadas, ¿cómo aminoramos el efecto de una posible
decepción al encontrarnos con literatura barata? Es muy sencillo: en la Biblioteca
Pública existe la sección del 800 llamada “Literatura Universal”; escoja
cualquier libro al azar y con cualquiera nunca perderá el tiempo. (A propósito:
¿quién dijo “procura leer los mejores libros porque la vida no alcanzará para
leerlos todos”?). De ahí casi estoy seguro que el autor lo enviará a otro. ¿No
es así con Borges? Si Jorge Luis Borges nos parece excepcional y él comenta que
tal o cual escritor fue su maestro, ¿por qué no iríamos a las fuentes de las
que él mismo se nutrió? Y esto, por supuesto, no es vanidad ni mucho menos,
pues se trata de un diálogo entre lectores, con la misma euforia con que
alguien más se ha enfrascado irreductiblemente en los libros y nos confía su
gusto recomendándonos obras.
Tómelo de la siguiente manera: las
contraportadas son como los tráirlers
de las películas actuales: es decir spoilers,
refritos, sicarios versus la
experiencia que nos aguarda. Hay más puntos que convendría tocar en otro momento:
1) Ante la nueva demanda de promoción cinematográfica, ¿existe el buen tráirler
que sea invitación, expectación y poética? 2) ¿Existe el buen prólogo después
de Borges? Sí. Tarea: evidenciar ejemplos. 3) Olvídese de todo esto y lea el
puro libro.
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