Los comerciales radiofónicos deben ser,
en cuanto al audio, totalmente atractivos. Se puede suponer que su efectividad
consiste en invadir a los escuchas con mensajes elocuentes, persuasivos y
demás.
Es verdad que la tecnología informática
ha impresionado bastante en la mercadotecnia, pero aún se descuidan los
aspectos básicos de la comunicación (a pesar de su efectividad sobre las masas
consumidoras). En nuestros días todo
puede ser consumido, cotizado, comprado: desde un gusano parásito reductor de
grasa, hasta los niños que están por nacer. Entre eso, y muy de época, están
los anuncios que exhortan a los indecisos ni-ni a estudiar en escuelas de cuotas mensuales.
En un comercial radiofónico de mi localidad (Tecomán), aparece la voz de una chica que afirma (poco intensa pero orgullosa): «Un ‘año luz’ es la distancia que recorre la luz en un año», luego otra persona impresionada exclama: «¡Órale! ¿Cómo sabes tanto?»… Y allí interviene otra voz sabionda que asegura que la muchachita ha asistido a una Academia de supuesto gran prestigio y, se presupone, que si se ingresa especialmente a ese instituto, podrá impresionar a los vecinos con datos científicos (capturados de revistas).
El hecho, mi alegato, mi crítica, es: la
imagen del intelectual es engañosa tanto para quienes resultan asombrados como
para quien se esfuerza (inútilmente) en devorar enciclopedias o, de perdis, revistas que reseñan la
telenovela de las diez. Decía entre líneas, pero creo que es mejor decirlo para
dejar claro: la adquisición y uso del conocimiento se evalúa, respecto a cada
uno, en cuán efectivo es para la vida diaria. Los enciclopedistas pueden llegar
a ser insoportables si después del estudio no tienen vida social; aquí hablo de
la familia, los amigos, los vecinos, etc. No le hayo sentido ser antropólogo
sin tener en cuenta que para comprender al ser humano es necesario salir en
busca de humanidad, quebrantada o impoluta, en las calles, sobre las aceras, en
las tiendas, en la esquina, sobre el autobús, con mucha gente y sin miedo a
nada. Saber que un año luz es equidistante a la distancia que recorre (en su
velocidad de 300,000 km/s) la luz todo un año terrestre, no me salva de la
muerte ni me hace mejor persona. Serviría, acaso, si yo fuera un físico de la
cuántica o de la relatividad y estuviera construyendo otras teorías para
desmantelar el enmarañado, pero siempre ordenado, universo.
Las ecuaciones matemáticas son enseñadas
para comprobarlas, solamente. Después se ha comprobado, gracias por ejemplo a
Bertrand Russell o Ernesto Sabato (por ser alcanzables en la popularidad), que
los muchachos han estado comprobando teoremas ligeramente errados, y después
calificándolos como absolutos, irrefutables. Antes de que lo sepan, ya los
muchachitos se preguntan que de qué les sirve aprender eso si de nada les
servirá en la vida; ciertamente, quien dice esto, es porque ya se ha visto en
un futuro alejado de operaciones numéricas como medio laboral y sustento de
vida. No obstante, el futuro germinado en un efebo es sinuoso por más seguro
que se sienta.
La otra parte engañosa de las escuelas
públicas, al menos, es el hecho de que se les impone cierto conocimiento
científico y, por lo tanto, rígido, numérico, visual, memorizante. Los padres de los chiquillos sueñan con que éstos
sean abogados, médicos, contadores, por lo que exigen un estudio utilitarista;
si supieran, le llamarían positivismo. Sin embargo, no todo cientificismo es
enteramente maquinario (quiero decir automático e irreflexivo, como
calculadora), es más, las matemáticas son producto del silogismo creativo, la
imaginación y reflexión de hechos; tantos siglos después, se le mira a esta
ciencia como inamovible y sin pasado. Decía antes que la ciencia, como lo
relativo a la física, requiere cambiar percepciones que comúnmente ya las
dábamos por hechas; si hablamos del sistema solar, hablamos de fuerzas
inexistentes, de Física antaña y no actualizada, a pesar de todo, en los libros
de texto gratuito. Tal parece que todo inicia con la imaginación, la
inventativa, para explicar los fenómenos y luego condensarlas en breves
ecuaciones para utilizarlas en próximos raciocinios.
La verdadera educación artística es
aquélla que no excluye y sólo educa la sensibilidad; no impone qué es bello,
sino que procura activar los medios cognitivos de las personas, estimulando
sentidos inusitados. Buena suerte lector efímero.
Honestamente: Mario Note Valencia
Hace ya tiempillo que los que disfrutamos de echarle un ojo a esta página no veíamos algo nuevo, así que por eso: gracias.
ResponderEliminarPersonalmente, comparto mi "crítica" a las personas que creen que memorizar datos (en general y ni tan relevantes al fin del caso) creen que eso los hace superiores al resto de la humanidad.
A veces, no necesitamos conocimientos; si no conocer, pero los valores que nos hacen mejores personas.
Muchos saludos.
Allí otro punto importante: el conocimiento. El conocimiento, como dejas entrever, se trata de un asunto cotidianamente humano.
EliminarGracias por compartir tus puntos de vista. Saludos.
Mario Note Valencia