por
Itzayana Delgadillo
Me he dado cuenta
de que mi vida es una completa rutina; sí, suena horrible, pero supongo que no
debo ser la única en vivir esta situación.
En nuestra vida
diaria ya todo pasa de manera automática, todo es para nosotros un proceso tan
natural como respirar. Sé que suena aterrador y, de hecho, la idea no me
agrada, pero debemos aceptar que la mayoría de la gente vive envuelta en la
rutina.
La rutina es
problema cuando se vuelve un círculo vicioso y, con el paso del tiempo, es
imposible darse cuenta de nuestra inmersión en ella. En la actualidad estamos
tan acostumbrados a ver y oír tantas cosas, ya nada nos parece nuevo. La
violencia, por ejemplo, se volvió tan común y frecuente (al menos en México)
que muchas veces no la consideramos como un hecho pernicioso. Nos acostumbramos
a escuchar y leer acerca de las guerras, del hambre y de la pobreza; todo esto
ya forma parte de nuestra vida diaria.
En algún momento
perdimos nuestra capacidad de asombro, y en particular se lo atribuyo, de
cierta forma, al avance tecnológico, pues la tecnología se vuelve cada vez más
predecible. Gracias a dichos avances no permitimos que una tormenta nos
sorprenda, ya no salimos a mirar las estrellas (ahora algunos prefieren mirar
fotografías de ellas). Nuestra vida consiste en tomar miles de fotos, enviar
millones de mensajes y hacer amistades virtuales.
Después de todo,
nuestra capacidad de relacionarnos con nuestro entorno ha disminuido. Ejemplo
claro de esto, y a mi parecer uno de los más importantes, es nuestra capacidad
de relacionarnos con el lenguaje de la palabra. Considero que actualmente muchas de las palabras de nuestra habla han
perdido su significado real y, en consecuencia, adquirido uno virtual.
En las
caricaturas de la televisión la violencia y la muerte son representadas de
forma natural y reversible, ya que cuando un personaje sufre algún accidente o
muere en algún episodio, en otro aparece recuperado, íntegro. En la
cotidianeidad, cuando leemos los encabezados de los periódicos pensamos primero
en ma’, otro muerto, pues la palabra muerte
perdió su significado real para nosotros, resultado de la costumbre, la rutina.
Es necesario que
recuperemos nuestra capacidad de asombro; estoy segura de que el mundo tiene
demasiadas cosas para sorprendernos. Es preciso restablecer nuestra relación
con el entorno, con las demás personas y con el lenguaje. Por eso trata de
escapar de la rutina, permite que la vida te asombre, y no permitas que tu
sonrisa suceda en automático.
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