por
Itzayana Delgadillo
¿Cuántos de nosotros no hemos
tenido un problema a causa de los errores de interpretación a la hora de
comunicarnos?
En lo particular, me
siento muy identificada con este tema y sé que mucha gente a mi alrededor se ha
visto envuelta en problemas de este tipo, pero ¿por qué sucede esto? Ya una vez
mencioné que nuestra relación con el lenguaje de la palabra se ha ido perdiendo;
esta vez quiero decir que también nuestra relación a través de cualquier tipo de
lenguaje, toda forma de comunicación posible, se ha visto afectada.
Siempre he creído que no es lo que
se dice, sino cómo se dice. Las palabras pueden malinterpretarse pero las
acciones no; sin embargo, ahora me parece que exageramos ciertas cosas o tratamos
de manipularlas para que se ajusten a nuestros intereses. Cuando dices algo y
haces una mueca forzada, podría pensarse que estás siendo hipócrita ante tal o
cual persona, o bien, al momento de entregar un escrito la gente añadirá a éste
cierto tono, y si no es el adecuado, las cosas que dices empezarán a tomar otro
sentido. Después vienen los problemas.
Considero que cuando lo que
queremos transmitir a una persona es dicho por escrito (mensajes, correos,
cartas, etc.) tenemos que ser muy cuidadosos con lo que decimos y sobre todo cómo
lo decimos, pues hay ocasiones en las que hasta un “jaja” afecta el sentido del
mensaje. La susceptibilidad de algunas personas puede verse dañada por nuestros
comentarios.
Como mencioné antes, ya
no sólo se malinterpretan las palabras, ahora también tenemos un problema con
los gestos que se hacen al decir algo. Me
parece que últimamente la gente está muy susceptible ante los comentarios de
otras personas; no sé si esto sea sólo en mi entorno, pero la verdad es que hay
momentos en los que esta situación me resulta incómoda, pues en ocasiones, las
cosas que yo leo, veo u oigo, me resultan naturales, y a otras personas le
parecen ofensivas sólo porque la persona que lo dijo añadió a su comentario
algún gesto que al receptor no le agrado o quien leyó el mensaje le supuso un
tono que no era; cosas así de sencillas. Yo estoy de acuerdo en que el cómo se
digan las cosas sí afecta, los gestos son un factor muy importante en la
comunicación; sin embargo, cuando ya hay conocimiento previo de las personas y son
constantes en su forma de ser, me parece tonto que podamos malinterpretar sus
gestos, aunque éstos sean despectivos. Al momento de escribir no es posible que
vayamos por la vida malinterpretando hasta los “jaja”. Lo que quiero decir es
que sí, sí afecta el cómo se dicen las cosas, pero que últimamente la
susceptibilidad de las personas hace que la objetividad en la interpretación se
pierda. Entonces ya no es el cómo se digan las cosas, sino el cómo
interpretamos la manera en que nos las dicen. Al momento de escribir, de verdad
considero necesario que seamos más críticos, así como al momento de leer. También
es necesario ponernos un alto a la hora de interpretar lo que leemos.
Finalmente, lo que quiero decir es
que sí, efectivamente tenemos que tener cuidado con el cómo decimos las cosas,
pero también quiero decir que no hay que tomarse todo tan personal; hay
personas que caminan haciendo mil y un gestos y eso no quiere decir que no seas
de su agrado o que sea grosero contigo, así es su forma de ser. De la misma
manera hay que poner atención con el tono que le imprimimos a nuestras
palabras, pero también hay que tener cuidado
y, hasta cierto punto, respeto con el tono que le damos a las palabras de
alguien más. Reincido en mi propuesta, hay que recuperar nuestra relación con
el lenguaje, y a través del lenguaje ser atentos con el qué y cómo se dice, sin
exagerar en esta materia. Estoy segura de que al hacer esto muchos problemas de
malinterpretación se reducirán sustancialmente.