por Mario
Note Valencia
Trataré el curioso y
polémico tema (en algunas foros) acerca del capítulo televisivo See me, feel me, gnomey de un programa
famoso llamado (hasta hace algo de tiempo) “Las Chicas Superpooderosas”.
Contextualizo: este capítulo no se encuentra fácilmente, mucho menos en
español. Aunque pude ver una versión completa del capítulo y subtitulado, antes
de que lo eliminaran de internet, dejo al final el enlace al capítulo casi
completo, aunque puede ser prescindible para nuestra reflexión.
Este capítulo See me, feel me, gnomey es un rock musical al estilo Broadway pero
compacto. Tiene sus altas y bajas, sus tensiones y esperanzas. Entre versos
ingeniosos y otros no menos divertidos, podemos comprender la historia: los
personajes malvados de la ciudad, es decir, aquellos que hacen siempre el mal y
que son los enemigos de las Chicas Superpooderosas, afirman que en una sola
noche van a acabar con todo.
Aparecen en el cielo
las esperadas Chicas con un tono desafiante, pero los villanos derrotan a las
niñas. Las niñas quedan en un cráter cantando, entre otras cosas: “¿Cómo es que
este mundo no ha conocido sino el dolor?”. Después tratan de levantarse el
ánimo cantando por la paz de la Tierra. En ese momento aparece un hombrecillo
vestido de rojo. Éste les concede a las Chicas el deseo de traer la paz a la
ciudad a cambio de que ellas le den sus superpoderes.
Tras un debate entre
ellas mismas, aceptan el cambio con la idea de que además de traer paz serán
por fin “unas niñas normales”, entonces el pequeño hechicero pronuncia un
conjuro y aleja a los enemigos de la ciudad. La gente de la ciudad agradece la
vuelta de paz pero al preguntarse a quién deben agradecer, es el pequeño
hechicero rojo quien toma la consigna de salvador.
Todos entran en la
euforia de vivir en amor y paz y de pronto, sin detenerse, pasan al fanatismo.
Todos los ciudadanos empiezan a vestirse como el hechicero, a seguir sus ideas
de supuesto bienestar social por medio de la simbología de una rosa: vivir la
vida en paz.
Aquí nos sorprende notar
que a pesar de que se trata de una filosofía en pos de la vida pacífica, las
vestimentas y comportamientos mecánicos de las personas se han convertido en
una imagen ridícula y de evidente sometimiento a un sistema. Pero ése es apenas
una tensión de este capítulo.
Rompe la pasividad el
famoso Profesor Utonio, creador y padre de las Chicas. Él arremete contra la
realidad social y les pregunta si acaso ellas no pueden ver cuánto mal les hace
a las personas seguir la idea del hechicero. Su letra es de las más sugestivas
hasta el momento, quizá porque en él recae la perspectiva que dominará en todo
este episodio censurado. Preguntas del profesor que van desde ¿es libertad estar alineado?, hasta la
idea de cuestionarse si es correcto que las personas fanáticas sacrifiquen sus
sueños por un ideal, que sacrifiquen su individualidad por una libertad
condicionada.
Aquí empieza a
parecernos sospechoso el discurso. El Profesor Utonio asegura que es insensato
perder la individualidad sólo por la seguridad de las calles de la ciudad;
entonces aparece él con una bandera de los Estados Unidos en el fondo. ¿Nos
recuerda a ciertas películas? Pearl
Harbor, La vida es bella, Indiana Jones, y muchas más que nos
siguen transmitiendo en la televisión, llevan la consigna de tener a Estados
Unidos como los héroes legítimos, los “buenos” en la Segunda Guerra Mundial,
los que matan por justicia.
Aquí, por supuesto, ya
nos parece posible la parodia que la caricatura hace, poniéndoles ese color
rojo a las personas, al comunismo; pero, cuidado, no al supuesto comunismo que
relacionan con Marx, sino al comunismo de las naciones que estuvieron en
conflicto. Al final de cuentas, este capítulo de las Chicas Superpooderosas
adopta la perspectiva y justificación de Estados Unidos.
Como por arte de magia
las Chicas recuperan sus poderes ya que, según ellas, el hechicero ha
incumplido su trato. Así es como logran derrotar ese dominio; entre centellas
podemos ver que el hechicero reflexiona acerca de la armonía que debe haber
entre los buenos y los malos, que es necesario tener a los villanos en nuestra
vida para poder vivir. Entonces los enemigos vuelven a poblar la ciudad y hay
un alboroto alegre de su regreso. Todo esto parece lógico, pero ¿será posible?
Si algo hay que saber
es el hecho de que, desde una perspectiva burguesa, siempre habrá “pobres y
ricos”, “pecadores y santos”, “buenos y malos”, “refinados y vulgares”, y
muchas otras dicotomías basura. A la hegemonía (el dominio del Estado) le
convienen estas separaciones. No extraña ver que en este capítulo de las Chicas
Superpooderosas, se legitime la presencia de la autoridad represiva de Estados
Unidos como una manera necesaria de “ofrecer la paz”. Este método lo adopta
México, por supuesto.
El punto no es si a
través de esta caricatura se ridiculiza una parte de la realidad de naciones que
se dicen comunistas, sino que se ofrece un discurso a favor del uso del poder
material y violento del Estado. Al parecer el Estado es el único que puede dar
y quitar sobre cosas que le atañen al individuo. Aunque veamos que en la
caricatura critican la muerte de la individualidad, después nos percatamos de
que esa misma individualidad pasa a otra jaula: el Estado.
Mucho se especula sobre
por qué censuraron o no transmitieron constantemente este episodio en la
televisión. En mi opinión creo que aquí no pierde Estados Unidos, sin duda (me
atrevo a especular) es un trabajo que fue encargado a los creadores de las
caricaturas. Se sabe que para filmar una película, el Estado de EUA pide al
director que la bandera nacional aparezca un determinado número de veces. De
ahí, pienso, puede pasarse a otro favor.
No creo que este
episodio cambie la mentalidad de las personas. Más bien creo en una pequeña
influencia sobre cómo los ciudadanos “confiados” hablarán a partir de su
Estado. Pero, es cierto, ¿el desarme amoroso en Pear Harbor puede ser llevado al odio nacional por los del bando
contrario? ¿Quién es el contrario, el bueno? ¿Quién tiene su guerra
justificada? Entonces, de algún modo, aparece este capítulo supuesto infantil
donde se nos enseña a comprender la realidad de por qué, para que haya paz, debe
haber guerra.
Nota a los lectores
efímeros: Como estos fenómenos forman parte de la cotidianidad, después
analizaremos juntos la serie “El príncipe del Rap”. Veremos qué nos dice y no
el personaje encarnado por Will Smith.
Enlace al capítulo casi completo: http://vimeo.com/92579840
Hola Mario, me gustó mucho el análisis que haz hecho con éste episodio de Las Chicas Superpoderosas. Y pues sólo comentar que viendo el video, pude percibir mucha violencia, tanto auditiva como visual, a tal grado que entre imágenes, voces y música, mi pobre cerebro ya no podía retener información, se sobrecargó y todo se volvía caos. Imagínate, yo que siendo una adulta me pasó esto, un niño cómo lo ha de percibir? :S
ResponderEliminarMuy buen análisis. Saludos :)
Gracias, Karla, por compartir tus percepciones. No había considerado esa parte de la sensibilidad que podría desorientar o atraer a los niños. Lo que sí persiste es lo radical porque, como indicas en tu experiencia, en un breve tiempo suceden un montón de cosas
EliminarProbablemente el factor sea la música la que aleje o retenga, aunque pase o no pase algún mensaje ideológico.
Saludos.