por Mario
Note Valencia
En mi anterior publicación (Agravios y propósitos de Año Nuevo) ataqué, marcándolos de insustanciales,
todos aquellos cursos tipo Superación al Éxito. No dije todo ni tampoco
profundicé bastante. Sin embargo, el más inteligente de mis lectores habrá
entendido a la primera y descifrado lo que ahí dejé escondido entre las líneas.
Confieso que la mayoría de mis textos tienen un doble sentido, no estético,
sino intelectual; ahí donde bromeo dejo la piedra de la verdad; ahí donde
parece locura, intento alejar a los locos. Uso recursos como la ironía y el
humor oscuro: la risa es un mecanismo de defensa para sobrevivir a las duras y
ásperas pieles de la vida en sociedad. Siempre me río del otro, una vez que me
he reído de mí mismo; encuentro a la risa como un instante de comprensión y
despreocupación auténtica, y superior a toda la seriedad de los valores. Hago
caso al adagio: cuídate del que se ríe a solas como si se acordara de sus
maldades.
Pongamos las estadísticas y especulemos: cada vez son
más famosos los cursos de superación personal y “encierros” religiosos en los
que unos y otros aseguran que cambiarán tu vida, potenciándola al máximo. La
gente acude con buena fe a desembolsar una cuota para que les resuelvan sus
problemas, pero se decepcionan cuando descubren que sencillamente “el cambio
está en ellos mismos” (palabras que, gratis, pudieron haber leído en cualquier
sitio de internet o escuchado de la voz de su mejor amigo, si hubieran
procurado antes cosechar una amistad auténtica). Ahí está el problema: no
puedes generalizar métodos para conseguir el éxito ignorando que las personas
son en esencia diversas, multifacéticas y con necesidades diferentes. Hay
personas altamente proactivas como las hay pasivas e inclinadas a seguir las
instrucciones. Hay líderes, por supuesto, pero también lideracos (palabra que compuse pensando en líder y pajarraco, porque
blah, blah, blah: hablan hasta por los codos, de otro modo se quedan sin
trabajo).
Lo que alego es que estos cursos que van de ciudad en
ciudad para ilusionar a jóvenes y adultos de vida apagada (rutina alrededor de
un trabajo que no les gusta o de una sortija que ya les aprieta el dedo) utilizan
el viejo truco de “apantallar” desde el primer día ofreciéndoles el camino a la
felicidad. Pero, ¿de verdad me dices que el último fin en la vida es conseguir
el éxito económico? ¿O que no hay otra vía para alcanzar la satisfacción? Además,
pervierten las artes: sé tú mismo, vuélvete empresario, “emprende”, y si
quieres ser pintor, músico, literato, bien, sé el mejor de todos para que ganes
(ahí vamos de nuevo) grandes cantidades de dinero haciendo lo que te gusta.
Es absurdo. No hay conexión limpia: es agua turbia este
camino de remediar las faltas creativas con deplorables mantras modernos: “ven
dinero”, “soy el mejor”, “así me veo en un futuro”, “seré la envidia del
vecindario”. ¿Es en serio que gastas doce minutos de tu preciado día para
pensar en sandeces injustificadas? Quieren retroceder, en su inteligencia,
quinientos años atrás, cuando creían fervientemente en la existencia de la
piedra filosofal o en el famoso toque de Midas. La genialidad, por si te lo
preguntas, no te encontrará descansando ni soñando con la “ley de atracción” (otra
de muchas pajas mentales).
Calma, Note, calma, ¡todos atraemos las energías!
¡Cuidado con las energías negativas! ¡No pienses negativo, no uses tu
inteligencia, no acudas a la ciencia ni te excuses con verdades! Y yo pienso
únicamente en lo extraña e ingenua que llegan a ser todas las personas enajenadas
por un mísero discurso que escucharon en la televisión, en la radio o en el
pódium de su Universidad. Diría mi abuelo: les hace falta vivir. Diría yo:
visítenme cuando se enteren que, por decir todo lo que he dicho, me ha caído un
sinfín de desgracias metafísicas. No los veré, claro, nunca por aquí.
¿Creo en el poder de las palabras? Por supuesto, pero
no en el sentido que le dan en otros lados de prostitución espiritual. El
lenguaje verbal es muy poderoso: en un contexto ideal, natural y concreto,
puede unir o separar personas; de un te
amo a un te odio hay muchos abrazos
de diferencia. Eso sí, no existen las palabras mágicas, sino los trucos, los
recursos para que parezcan mágicas. Los cursos de Superación al Éxito pescan a
ilusos con la promoción de una magia (ufana de por sí) como si fuera real y eso,
amigos míos, es lo más triste. La gente es víctima, porque también los
religiosos la usan para hacer negocio de sus misas bautismales y
multitudinarias.
A nadie le gusta ver que se aprovechen de las demás
personas. No juzguemos, no todos los asistentes permanecen, o después de
asistir al curso les parece que no les sirvió de nada, o que no era tan
necesario. Seguro estoy que la gente que ellos llaman “exitosa” no estuvo
arrastrándose en semejantes congregaciones. Este tipo de cursos también son
usados para estafar a las personas, haciéndoles creer que los preparan para el
trabajo y sueldo de sus vidas que la misma empresa ofrece. He visto cómo los
tratan y juegan con sus necesidades económicas. Luego los botan. Lo cual es alarmante:
cualquiera que se ponga al tiro con discursos motivacionales, así sea un
violador de menores, puede crear revoluciones en el pecho febril de los
asistentes, sus futuros fieles seguidores.
Hay líderes buenos y malos, dependiendo de las
circunstancias. Hay personas que se sienten más a gusto siguiendo a estos líderes,
y líderes que persiguen objetivos a favor de la comunidad que los apoya. Que yo
sepa, no sobreviven limpios todos los lideracos
(líderes falsos, oportunistas). Aquel pobre hombre que sufre de estrés y de no
saber vivir su tiempo libre, que use el dinero para irse de vacaciones en lugar
de pagar el curso de Superación donde le dirán, irónicamente: “vive más,
arriésgate, vete de vacaciones”.
¿Por qué buscas afuera lo que no has sabido encontrar
en tu propia casa? ¿Qué tipo de libros lees? ¿Qué tipo de televisión consumes?
Y en internet ¿en qué gastas tu tiempo? Dale Me gusta y comenta “Amén” si ves a Cristo en este texto. Dale “Compartir”
si eres una persona inteligente. Escribe “7” en la caja de comentarios y espera
cinco segundos para ver la magia. ¡Oh, Pandora, vuelve y acaba de nuevo con
nosotros! La estupidez es grande y nos rebasa.