jueves, 29 de diciembre de 2016

Agravios y propósitos de Año Nuevo

por Mario Note Valencia


En esta época se supone que todas las personas cierran ciclos o inventan sus doce idílicos propósitos de año nuevo. No sé si se sienten como los automóviles, en lugar de preguntar qué tal te ha ido te preguntan cómo andas de kilometraje. Yo he visto a viejos hombres más vivos y más jóvenes que los mismos jóvenes. Muchas veces, para envidiar la vitalidad del otro se utiliza el despectivo mote de chavoruco. Curiosamente son estos hombres viejos a los que me encuentro en las terminales de aviones, esperando como yo el placer del viaje por el viaje. ¿Dónde están mis amigos? A unos el trabajo los absorbe; a otros les ha dado por consumirse en la idea de una sortija (que dejarán de usar en unos años).

Dictamen: Este año seré un mejor padre, una mejor esposa, un mejor hijo, una mejor hermana. Un mejor amigo: ¡con que seas amigo “de verdad” con eso basta! No te exijas demasiado. O en general: este año seré una mejor persona, me voy a cuidar mucho, me voy a querer mucho más por todos los años que no me he querido. Llegó, pues, la hora de que todos y todas utilicen la demagogia del mal gobierno: espero hacerlo todo mal para que siempre haya deseos de mejora. Un barril sin fondo es la vanidad que encadena a unos y a otras para fingir que son estas fiestas decembrinas las únicas posibles para perdonar o para brindar amor.

Apuesto a que la siguiente frase, al estilo de Kennedy, es miel en oídos de entusiastas e impostores de la vida pública: “no preguntes qué puede hacer el nuevo año por ti, pregúntate lo que tú puedes hacer por el año nuevo”. Otras más como “El éxito está en ti”, “Cree en ti mismo” o “Piensa diferente” redundan en la cisterna de fantasías inoperables de la vida cotidiana. De esta falsedad no culpo a las sentencias, sino a las personas que fracasan por no saber diferenciar la indulgencia de la verdadera voluntad.

Como cucarachas corren a desafiarme en un debate: yo a mano limpia y ellos detrás de su basurero de palabras. Jamás había visto a tanta gente congregarse alrededor de una persona carismática y corbata al cuello (lideraco a leguas) a cuyos seguidores les demanda “piensen diferente” para que, precisamente, piensen como piensa él o hagan lo que él haría. Otras veces les recuerda que luchen por su sueño pero antes de irse depositen aquí su mensualidad del curso “Motivación para la Superación y el Éxito”.

No sé si es más tonto el que lidera este tipo de cursos o el que paga por ellos. He visto hacer (cobrar) lo mismo a católicos y cristianos con sus respectivos padres y pastores. ¿Qué es el éxito? ¿El dinero? ¿Estás bromeando? Cuéntame algo que no sepa y no use palabras como “escalón”, “nivel”, “paso”, “cima”, “reprogramación”, “inteligencia”, “ley de atracción”, “saltos” (¿salto cuántico, salto mortal, salto de agua, salto del tigre?).

Bendito verde, dinerico. Si el Papa tiene corona de oro, vaya si no se parece a quien mandó crucificar a Cristo. ¿Qué es el éxito? ¿La felicidad? El dinero no compra la felicidad pero, como diría un amigo fotógrafo, he aprendido a distinguir a dos tipos de ricos: los que son y el resto, es decir, los apantallados. Es ineludible, por otro lado, que a nadie le haga mal el dinero, sobre todo a los que están en situación de calle en este sistema de trabaja, compra, disfruta y muérete.

Los grupos de “Superación al excito” (punto g, jijijí, sic latino y sick inglés) han copiado la fórmula mágica de, por ejemplo, Alcohólicos Anónimos (AA). Los grupos “doble A” funcionan bajo el precepto de cooperación entre los mismos asistentes: se escuchan y se abrazan, se dan palmaditas en la espalda, pues el estímulo es el otro que también se levanta contigo. A diferencia de los lideracos, no cobran por las clases de psicología, no cobran para que te conviertas en un perro, una perra, de los negocios. En fin que para todo hay gente y se pinta sola.

Los propósitos (si no nuevos) son plagiados año con año y por una misma persona. Hay gente atorada en un solo propósito, irrealizado desde hace ya varios años. No cabe duda que de la uva al hecho hay mucho _ _ _ _ _ _. (Juguemos al ahorcado). Ah, pero qué rica uva. Uy, qué rico vino. Mmm, qué rica está la cena de fin de año… Saca la pistola, mi’jo: vamos a matar al año viejo. ¿Por qué, papá, por qué hay que matarlo? No sé, hijo, esto hacía tu abuelo.

Y por estas costumbres, hijas del ayuno y la irracionalidad, yo siento que vuelvo a nacer cada 01 de enero: por mi techo de tejas que pueden traspasar las malditas balas perdidas.

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