viernes, 12 de abril de 2013

Sobre no estacionarse...

Un poema vano atribuido al riguroso, compadrito y arrabalero (en su debido tiempo), fantasma de Borges, detalla la imagen que vino, no hace mucho, a posarse en la redacción del equipo de Destellos. La referencia autoral es apócrifa; sin embargo, para efectos de esta presentación, no demeritaremos (por ahora) la introducción que, si no nos engañamos, dicta el siguiente pensamiento: “después de un tiempo, uno comprende la sutil diferencia entre sujetar una mano y encadenar un alma”.

Sobre el pasado
El invierno suele ser el tamiz perfecto para la nostalgia desatendida. Se echa redes al pasado y, cuando se quiere subir la pesca al bote, sólo aparecen cocodrilos enredados que halan siempre, casi siempre, hacia el fondo, muy al fondo. Allí se va otro año, otro otoño, con todo y sus augurales días de invierno, tiempo en el que seguramente se actúa bajo la infaltable y perniciosa disposición de comprender si la puerta de nuestra habitación permanece media abierta o media cerrada. Al final, nadie entra ni sale; el invierno, naturalmente, pasa.
Por si el lector de este Destellos gusta de prejuicios ceremoniosos (y pletóricos agüeros), se le advertirá que si sueña con un cementerio en el que un féretro es enterrado, no significa nada más que la necesidad que tiene usted, apreciable lector, por enterrar el pasado; pero sólo considere esto si gusta de confiar en la efectividad de las reproducciones oníricas. Nosotros hace poco soñamos, por ejemplo, que usted nos leía.
El cambio de estación, como la edad, apenas se siente. Sujetémonos del invierno, si se quiere, sin encadenar las potencias al pasado: ¿acaso el presente no es la actualización de los actos? La puerta puede estar media abierta o media cerrada, pero abierta al fin; se está a unos pasos de cruzar aquel umbral, y sentir los últimos vientos del invierno, presenciar el gradual desmoronamiento de los cuerpos y, sobre todo, percibir el aroma a primavera que despide un beso imaginado o la viva temperatura de una mano, al viento, correspondida.
Después del invierno, el calor primaveral. En las faldas del volcán se levantarán las plantas, y los árboles maltrechos, entre los caminos, alzarán por fin sus brazos de verdor altivo; habrá jardín para los jardineros. El equipo de Destellos se suma a esta serie de cambios primaverales, para que usted disfrute y evalúe las lecturas que en esta ocasión aparecen.** 

Honestamente: Mario Note Valencia


**Este texto se publicó como la presentación del suplemento de lengua y literatura "Destellos",  en su edición  de marzo 2013, Colima. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario