por
Mario Note Valencia
a la redención
de nuestros padres
(amigos,
abuelos, hermanos mayores)
Una de las palabras que encuentro más
estimulantes en la escritura es dédalo
que significa, entre muchas cosas, laberinto.
Pero este término nos recuerda de inmediato a Dédalo, que además de ser
padre, fue un gran arquitecto, único diseñador del mítico laberinto en la isla
de Creta. ¿Quién no recuerda el mito de Teseo y el Minotauro?, ¿de la ayuda imprescindible
de Ariadna?, ¿de la isla protegida por gigantes? Entre los lugares que
encierran mitos y los libera a través de los tiempos, Creta es uno de esos
continentes de mitos, como el que se refiere a Dédalo e Ícaro.
Como todos recordaremos, el mito nos
cuenta que cuando Teseo logra matar al Minotauro, el rey Minos se enoja con
Dédalo porque asegura que alguien (es decir, Teseo) había podido burlar el gran
laberinto que había construido. Lo que no sabía Minos era que Dédalo fue quien
le mostró a Ariadna y a Teseo cómo entrar y salir del intrincado lugar.
El rey Minos decide echar a la isla de
Creta a Dédalo y a Ícaro, el hijo de este gran arquitecto. Estando en la isla y
planeando escaparse, Dédalo diseña, con plumas de ave y cera de abejas, unas
alas para escapar del lugar. Al comprobar que su hijo podía volar, Dédalo le
aconseja que no vuele demasiado bajo ni demasiado alto.
Ícaro, sin embargo, en pleno vuelo
siente la euforia de su libertad, se siente vanagloriado por tal posibilidad
del vuelo que, sin percatarse, se acerca cada vez más al calor del sol. El sol
derrite la cera con que se sujetaban las alas; irremediablemente Ícaro cae al mar. Las antiguas lenguas viperinas dijeron alguna vez que con la muerte de Ícaro se fundó el actual Mar de Icaria.
Los mitos y las cosas del mundo:
¿por qué Dédalo e Ícaro?
Según la teoría, los mitos siempre nos
cuentan el génesis de los objetos del mundo. En este caso, el de un mar ubicado
en Europa. Pero entonces qué hay de la historia. Algo muy importante es que
decir mito no es decir fábula o
moraleja. Los mitos no enseñan nada más que la historia en algún lugar y tiempo
remotos. Lo que sí guardan los mitos son los modelos ancestrales de la
humanidad, como es la imagen de la madre, los ancianos, los dioses y en este caso
el del padre.
Se dice también de los mitos que éstos,
queramos o no y dependiendo del contexto cultural, sobreviven al tiempo y regresan
a nosotros de diversas maneras. Por ejemplo, quizá alguno de nosotros, sin
darse cuenta, ya haya vivido el mito de Teseo y del Minotauro. Quizá alguien
ahora mismo encuentre una semejanza de ese mito con algo que le acaba de
suceder en su escuela, el trabajo o en la familia. ¿Quién no ha entrado en
terrenos sinuosos de la experiencia cotidiana y salido victorioso?, pero, es
cierto, ¿quién no ha sido alguna vez un terrible monstruo que habita en un
laberinto?
¿Quién no ha representado el vuelo de Ícaro?
* * *
El día de ayer, 15 de junio de 2014, se
festejó el Día del Padre. Las plataformas informáticas de la internet se
llenaron de felicitaciones. Entre los diversos carteles que llegaron a mi
vista, vi uno en especial que llevaba la representación de diversos trabajos del
padre. El desenlace de dicho cartel me tremoló el espíritu de domingo, me transportó
al mito de Dédalo, el padre, e Ícaro, el hijo. Me imagino que una sinuosa mano
milenaria se coló en las energías creativas del creador del cartel, y lo hizo
desencadenar el momento de tensión en donde una vez dejado al hijo volar, está
la expectativa del vuelo raso. Por suerte los vuelos nunca son los mismos. Dejo
a los lectores efímeros la contemplación de este mito en un producto cultural
contemporáneo:
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