miércoles, 25 de junio de 2014

Pistas para redimirse de la presencia de los ‘bocas flojas’

por Charlie Chancro


a toda la humanidad,
excepto a los bocas flojas que conozco y a los que,
si la suerte está de mi lado, no conoceré nunca

Ojalá no tenga nada que ver con ustedes en ninguna de mis extensiones cuánticas, de universos paralelos, que ninguno de esos trazos se tenga que cruzar con la siempre debilidad de ustedes. A ustedes los llamaré (para ahorrarme el nombramiento de cada uno y para dar por abandonada la empresa de rescatarlos del foso de oro en donde se encuentran) bocas flojas. Bocas flojas porque casi todo (aquí con “casi todo” declaro mi última expresión de compasión), casi todo lo que ustedes ponen en su boca se desmorona al primer cuestionamiento.
            Para que mis colegas puedan reconocerlos daré a conocer su indeseable manera de actuar en lo cotidiano:

1.    A su disposición tienen bibliotecas que usan como retretes y espejos. Si uno se acerca apresuran sus manos para ponerlas sobre cualquier libro cuya portada denote cualquier tipo de  curiosidad. En ustedes la curiosidad se llama tedio y parecen más ratas que ratones de bibliotecas.
2.     Como bocas flojas también tienen la indecencia de escupir en el rostro para dar a conocer lo que su enferma vista ve del mundo. Se la pasa, de gente en gente, expectorando sus ideas igual de flojas que sus bocas.
3.       Son ateos certificados; cuando lanzan ladrillos (o puro polvo) esconden la mano. Son bichos en cuyas patas esconden parásitos acarreados de sus aposentos. Las reuniones de estos bichos contagiosos de enfermedades pueden alterar inadecuadamente los espacios.
4.   Son siervos y en ellos se cultiva la personalidad moldeable para pertenecer a los gremios. Se enojan si se les llama lo que son: burócratas.
5.    Entre todo, por cierto, es gente estudiada que no ha podido graduarse nunca de la inmadura escuela secundaria. Les apetece la idea de ser embriones para la eternidad, y como flojos no suponen lo real, lo inmediato.
6.    A ustedes, bocas flojas, olvidan que el regalo con pregonero ni lo pedimos ni lo queremos. Aunque ya visto qué regalo, mejor ni regalo ni nada.
7.    Ojalá nunca los hubiera conocido y puesto en ustedes una posibilidad de caminos unidos. Y si tejí un camino con ustedes, aseguro que ya lo he soterrado. De manera que me costó tiempo aceptar sus vicios dentro de lo humano, y al aceptarlo recuperar el paso veloz que perdí por esperarlos.
8.   Condeno la presencia de todas las bocas flojas que en cualquier institución de ciencias humanas, cualquiera en la que valga la pena introducirse. Condeno a las instituciones y sus directivos que ante todo, ante la evidencia decepcionante de estos bocas, permiten su existencia.
9.  A estos bocas flojas los llaman estudiantes, pero no son más que siervos disciplinados, buenos chicos, a dirigirse como ladre el perro y los espante. Son ovejas del capitalismo, porque a través de los trucos que el capitalismo engendra, apantalla a los bocas y les da lo que desean: fantasía. (De ahí que papá les preste el llavero para que se entretengan). Los Estudios Culturales, si es que lo alcanzan, son para bocas flojas. En cambio, para nosotros, colegas, existe el campo de la teoría crítica de la cultura.

Como  característica periférica, por si acaso éstas no bastan para identificarlos, ustedes el único bien humano que pueden hacer por nosotros es desaparecer de estos ámbitos. Que no por mantener la boca cerrada, su flojedad encontrará un estado mejor para su estancia en la palabra. Ustedes son el síntoma de que en la educación se multiplique la debilidad. Culpables de que en la casa se trabaje de más, horas extras desmedidas, de que se entorpezca el camino a la crítica. Para ustedes no existe un sentido de crítica más que el que pueden adoptar de sus patrones; por otro lado, ustedes desvirtúan todo: la voz del mundo, las de sus personas cercanas, las del amor, la ciudad, la familia, la voz de las ideas execrables, la voz incluso de este discurso.
Adelante, pueden irse ya y desaparecer. Hay más personas auténticas esperando en su estado de pobreza capital, en oportunidades de espacios y fuentes de conocimiento, pero con grandes ideas, con más poesía en su ser que la que se encuentra en las antologías de biblioteca. Ustedes, bueno, no entenderían. Tantas personas a las que he visto cómo se contaminan de sus perversiones sobre el arte. Abur, llorones e irresponsables.

De un filósofo alemán, como si hablara de ustedes:

De los doctos
[…]
«Pero ellos están sentados, fríos, en la fría sombra: en todo quieren ser únicamente espectadores, y se guardan de sentar­se allí donde el sol abrasa los escalones.
Semejantes a quienes se paran en la calle y miran boquia­biertos a la gente que pasa: así aguardan también ellos y mi­ran boquiabiertos a los pensamientos que otros han pensado.
Si se los toca con las manos, levantan, sin quererlo, polvo a su alrededor, como si fueran sacos de harina; ¿pero quién adi­vinaría que su polvo procede del grano y de la amarilla delicia de los campos de estío?
Cuando se las dan de sabios, sus pequeñas sentencias y ver­dades me hacen tiritar de frío: en su sabiduría hay a menudo un olor como si procediese de la ciénaga: y en verdad, ¡yo he oído croar en ella a la rana!
(…)
Trabajan igual que molinos y morteros: ¡basta con echarles nuestros cereales! –ellos saben moler bien el grano y conver­tirlo en polvo blanco.
Se miran unos a otros los dedos y no se fían del mejor. Son hábiles en inventar astucias pequeñas, aguardan a aquellos cuya ciencia anda con pies tullidos, aguardan igual que ara­ñas.
Siempre les he visto preparar veneno con cautela; y siem­pre, al hacerlo, se cubrían los dedos con guantes de cristal.
También saben jugar con dados falsos; y los he encontrado jugando con tanto ardor que al hacerlo sudaban.
Somos recíprocamente extraños, y sus virtudes repugnan a mi gusto aún más que sus falsedades y sus dados engañosos.
Y cuando yo habitaba entre ellos habitaba por encima de ellos. Por esto se enojaron conmigo.
No quieren siquiera oír decir que alguien camina por enci­ma de sus cabezas; y por ello colocaron maderas, tierra e in­mundicias entre mí y sus cabezas.
Entre ellos y yo han colocado las faltas y debilidades de to­dos los hombres:  «techo falso» llaman a esto en sus casas.
Mas, a pesar de todo, con mis pensamientos camino por encima de sus cabezas; y aun cuando yo quisiera caminar so­bre mis propios errores, continuaría estando por encima de ellos y de sus cabezas.
Pues los hombres no son iguales: así habla la justicia, ¡y lo que yo quiero, eso a ellos no les ha sido lícito quererlo!» (p. 666). 

No hay comentarios:

Publicar un comentario