por Charlie Chancro
a toda la humanidad,
excepto a los bocas flojas que
conozco y a los que,
si la suerte está de mi lado, no
conoceré nunca
Ojalá no tenga nada que
ver con ustedes en ninguna de mis extensiones cuánticas, de universos
paralelos, que ninguno de esos trazos se tenga que cruzar con la siempre
debilidad de ustedes. A ustedes los llamaré (para ahorrarme el nombramiento de
cada uno y para dar por abandonada la empresa de rescatarlos del foso de oro en
donde se encuentran) bocas flojas.
Bocas flojas porque casi todo (aquí con “casi todo” declaro mi última expresión
de compasión), casi todo lo que ustedes ponen en su boca se desmorona al primer
cuestionamiento.
Para que mis colegas puedan reconocerlos daré a conocer
su indeseable manera de actuar en lo cotidiano:
1. A
su disposición tienen bibliotecas que usan como retretes y espejos. Si uno se
acerca apresuran sus manos para ponerlas sobre cualquier libro cuya portada
denote cualquier tipo de curiosidad. En
ustedes la curiosidad se llama tedio y parecen más ratas que ratones de
bibliotecas.
2. Como
bocas flojas también tienen la
indecencia de escupir en el rostro para dar a conocer lo que su enferma vista
ve del mundo. Se la pasa, de gente en gente, expectorando sus ideas igual de
flojas que sus bocas.
3. Son
ateos certificados; cuando lanzan ladrillos (o puro polvo) esconden la mano. Son
bichos en cuyas patas esconden parásitos acarreados de sus aposentos. Las
reuniones de estos bichos contagiosos de enfermedades pueden alterar
inadecuadamente los espacios.
4. Son
siervos y en ellos se cultiva la personalidad moldeable para pertenecer a los
gremios. Se enojan si se les llama lo que son: burócratas.
5. Entre todo, por cierto, es gente estudiada que no ha podido graduarse nunca de la
inmadura escuela secundaria. Les apetece la idea de ser embriones para la
eternidad, y como flojos no suponen lo real, lo inmediato.
6. A
ustedes, bocas flojas, olvidan que el
regalo con pregonero ni lo pedimos ni lo queremos. Aunque ya visto qué regalo,
mejor ni regalo ni nada.
7. Ojalá
nunca los hubiera conocido y puesto en ustedes una posibilidad de caminos
unidos. Y si tejí un camino con ustedes, aseguro que ya lo he soterrado. De
manera que me costó tiempo aceptar sus vicios dentro de lo humano, y al
aceptarlo recuperar el paso veloz que perdí por esperarlos.
8. Condeno
la presencia de todas las bocas flojas
que en cualquier institución de ciencias humanas, cualquiera en la que valga la
pena introducirse. Condeno a las instituciones y sus directivos que ante todo,
ante la evidencia decepcionante de estos bocas,
permiten su existencia.
9. A
estos bocas flojas los llaman
estudiantes, pero no son más que siervos disciplinados, buenos chicos, a dirigirse
como ladre el perro y los espante. Son ovejas del capitalismo, porque a través
de los trucos que el capitalismo engendra, apantalla a los bocas y les da lo que desean: fantasía. (De ahí que papá les preste
el llavero para que se entretengan). Los Estudios Culturales, si es que lo
alcanzan, son para bocas flojas. En cambio, para nosotros, colegas, existe el
campo de la teoría crítica de la cultura.
Como característica periférica, por si acaso éstas
no bastan para identificarlos, ustedes el único bien humano que pueden hacer
por nosotros es desaparecer de estos ámbitos. Que no por mantener la boca
cerrada, su flojedad encontrará un estado mejor para su estancia en la palabra.
Ustedes son el síntoma de que en la educación se multiplique la debilidad.
Culpables de que en la casa se trabaje de más, horas extras desmedidas, de que
se entorpezca el camino a la crítica. Para ustedes no existe un sentido de
crítica más que el que pueden adoptar de sus patrones; por otro lado, ustedes
desvirtúan todo: la voz del mundo, las de sus personas cercanas, las del amor,
la ciudad, la familia, la voz de las ideas execrables, la voz incluso de este
discurso.
Adelante, pueden irse
ya y desaparecer. Hay más personas auténticas esperando en su estado de pobreza
capital, en oportunidades de espacios y fuentes de conocimiento, pero con
grandes ideas, con más poesía en su ser que la que se encuentra en las
antologías de biblioteca. Ustedes, bueno, no entenderían. Tantas personas a las
que he visto cómo se contaminan de sus perversiones sobre el arte. Abur, llorones
e irresponsables.
De un filósofo alemán,
como si hablara de ustedes:
De los doctos
[…]
«Pero ellos están
sentados, fríos, en la fría sombra: en todo quieren ser únicamente espectadores,
y se guardan de sentarse allí donde el sol abrasa los escalones.
Semejantes a quienes se
paran en la calle y miran boquiabiertos a la gente que pasa: así aguardan
también ellos y miran boquiabiertos a los pensamientos que otros han pensado.
Si se los toca con las
manos, levantan, sin quererlo, polvo a su alrededor, como si fueran sacos de
harina; ¿pero quién adivinaría que su polvo procede del grano y de la amarilla
delicia de los campos de estío?
Cuando se las dan de
sabios, sus pequeñas sentencias y verdades me hacen tiritar de frío: en su
sabiduría hay a menudo un olor como si procediese de la ciénaga: y en verdad,
¡yo he oído croar en ella a la rana!
(…)
Trabajan igual que molinos
y morteros: ¡basta con echarles nuestros cereales! –ellos saben moler bien el
grano y convertirlo en polvo blanco.
Se miran unos a otros los
dedos y no se fían del mejor. Son hábiles en inventar astucias pequeñas,
aguardan a aquellos cuya ciencia anda con pies tullidos, aguardan igual que arañas.
Siempre les he visto
preparar veneno con cautela; y siempre, al hacerlo, se cubrían los dedos con
guantes de cristal.
También saben jugar con
dados falsos; y los he encontrado jugando con tanto ardor que al hacerlo sudaban.
Somos recíprocamente
extraños, y sus virtudes repugnan a mi gusto aún más que sus falsedades y sus
dados engañosos.
Y cuando yo habitaba entre
ellos habitaba por encima de ellos. Por esto se enojaron conmigo.
No quieren siquiera oír
decir que alguien camina por encima de sus cabezas; y por ello colocaron
maderas, tierra e inmundicias entre mí y sus cabezas.
Entre ellos y yo han
colocado las faltas y debilidades de todos los hombres: «techo falso» llaman a esto en sus casas.
Mas, a pesar de todo, con
mis pensamientos camino por encima de sus cabezas; y aun cuando yo
quisiera caminar sobre mis propios errores, continuaría estando por encima de
ellos y de sus cabezas.
Pues los hombres no son iguales: así habla la justicia,
¡y lo que yo quiero, eso a ellos no
les ha sido lícito quererlo!» (p. 666).
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