martes, 9 de diciembre de 2014

Conocimiento a medias

 por Mario Note Valencia




Conocimiento es aflicción
Nietzsche

Comprendemos que el conocimiento es, antes de ser, un camino recorrido. Este camino se construye como la vida cotidiana: sobre el puente de la auténtica inmediatez. Sin embargo, el asedor, el famélico de conocimiento, no va solo en ese paso. Cada paso implica la oportuna acción entre la motivación que encuentra del pasado y el que ve de reojo sobre el porvenir, pues el camino implica un recorrido aunque no llegue a ninguna parte.

¿No es éste el presentimiento el que acoge al fenómeno de conocimiento cuando, cerrado, no encuentra la resolución de los ánimos?  ¿Debe o no desechar ese camino construido aunque no lleve a ninguna parte? Sólo pocos, realmente pocos, verán el recorrido alumbrado y continuarán con el conocimiento de ese recorrido. La experiencia es, sin duda, la barquilla a la deriva que tremola sin remos ni timón: el aventurero no sabe si llegará, sólo sabe que lejos está del inicio.

Nada existe “presupuesto” por completo. Pregúntense más bien por qué ha desistido ese gran viajero, por qué ha dejado todo esto en un conocimiento para el vulgo aristocrático. El pecado de los grandes espíritus es doblegar sus esfuerzos a este tipo de vulgo o saturar inauténtico su camino, no como egoísmo, sino como una manera de suponer que de nada ha servido.

Pero, ¿a quién no le ha embargado ya ese sentimiento, esa segura inseguridad? ¿la oscuridad, la soledad, el vacío? Y así como el viajero se adhiere a las grandes copas de los árboles, así se adhiere a la noción como que le confieren las grandes raíces prendidas al suelo, sujetas, aguerridas. Ésa es la comodidad que ofrece la cultura, que crece, profundiza en el mismo sitio, se acostumbra y muere sin aire. Sólo pocos comprenden la necesidad del escapismo a las copas de los árboles. Ahí, al menos, el árbol se mueve.

Voy a que cualquier tipo de conocimiento embrionario es peligroso. El conocimiento a medias (en el camino) parece fatuo. Pasado el tiempo se contrae el cuerpo del viajero, el olor huele a lo que tiene que oler y casi todo parece incómodo. Si no se consume el conocimiento, la experiencia puede tener esa presencia de dejadez brutal en el cuerpo, como el ensayo de los amantes cuando estudian las formas del cuerpo ajeno, desde su propia arquitectura corporal.

El conocimiento no conoce el camino de regreso, lo pierde, lo descarta; por eso es difícil ver las cosas de la misma manera.

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