jueves, 11 de diciembre de 2014

El recuerdo es souvenir de la felicidad

por Mario Note Valencia


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Souvenir, del francés: objeto que funciona como memoria del viaje a un lugar.
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Mi melancolía feliz es la creación verbal. Yo supongo que los recuerdos seguirán, accidentados como ríos, pero tendrán su cierta permanencia involuntaria. Aunque en un futuro no tengan la misma forma, los recuerdos sólo serán un apunte que funcione para no despegar la línea del rastro cotidiano.

Quizá el recuerdo textual aparezca inmiscuido en una sola frase cotidiana, sin saber los efectos que pueda acarrear al invocarlo. Los souvenirs de ese viaje al recuerdo, de cada traslado a la bóveda de la memoria son importantes. A veces la memoria se quema toda como la biblioteca de Alejandría, donde en aquel remoto tiempo se reunía la sabiduría del planeta.

Por otra parte, los recuerdos son un entramado de venas que nos conforma. Actuamos (no siempre) conforme al pasado, a la reflexión del pasado. La felicidad es un recuerdo, la vivencia de la felicidad es ese instante mágico en el que no hay distancia ni tiempo, y muchas veces sin espacio preciso, porque se trata del viaje mismo en plena realización.

Para acceder a la felicidad es necesaria la estimulación del recuerdo a través de esos objetos memorables, amuletos cotidianos: souvenirs. Otras veces, los souvenirs no son sólo objetos físicos, sino situaciones metafísicas, intangibles.

Entonces, si el souvenir también es parte de uno, somos una ciudad con nuestros propios recuerdos, ganancias y pérdidas del viaje. Somos ciudad y cada parte que nos conforma es un objeto, un souvenir cuyo nacimiento está en el viaje, en el traslado, nos habla de lo que ya pasó como suave susurro al presente que, como la memoria, se nos escapa.

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