por Mario
Note Valencia
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Souvenir,
del francés: objeto que funciona como memoria del viaje a un lugar.
*
Mi melancolía feliz es
la creación verbal. Yo supongo que los recuerdos seguirán, accidentados como
ríos, pero tendrán su cierta permanencia involuntaria. Aunque en un futuro no
tengan la misma forma, los recuerdos sólo serán un apunte que funcione para no
despegar la línea del rastro cotidiano.
Quizá el recuerdo
textual aparezca inmiscuido en una sola frase cotidiana, sin saber los efectos
que pueda acarrear al invocarlo. Los souvenirs de ese viaje al recuerdo, de
cada traslado a la bóveda de la memoria son importantes. A veces la memoria se
quema toda como la biblioteca de Alejandría, donde en aquel remoto tiempo se
reunía la sabiduría del planeta.
Por otra parte, los
recuerdos son un entramado de venas que nos conforma. Actuamos (no siempre)
conforme al pasado, a la reflexión del pasado. La felicidad es un recuerdo, la
vivencia de la felicidad es ese instante mágico en el que no hay distancia ni
tiempo, y muchas veces sin espacio preciso, porque se trata del viaje mismo en
plena realización.
Para acceder a la
felicidad es necesaria la estimulación del recuerdo a través de esos objetos
memorables, amuletos cotidianos: souvenirs.
Otras veces, los souvenirs no son sólo objetos físicos, sino situaciones
metafísicas, intangibles.
Entonces, si el
souvenir también es parte de uno, somos una ciudad con nuestros propios
recuerdos, ganancias y pérdidas del viaje. Somos ciudad y cada parte que nos conforma
es un objeto, un souvenir cuyo nacimiento está en el viaje, en el traslado, nos
habla de lo que ya pasó como suave susurro al presente que, como la memoria, se
nos escapa.
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