lunes, 1 de diciembre de 2014

Improvisación, feeling y riesgo



por Mario Note Valencia

 
a Humberto Giannini
in memoriam

Improvisar es una especie de interesante adecuación a los instantes. Se improvisa, a veces, con la comida cuando agregamos u olvidamos agregar algún condimento. En la cocina de mi abuela, por ejemplo, se sabe improvisar el puño de sal que toma con sus dedos y siempre le atina, nunca falta ni sobra, siempre ella sabe que sabe. Tiene algo de mágico, tiene feeling.

Un anglicismo ha reparado en nuestra lengua: feeling. Decimos que alguien tiene feeling cuando lo que hace es exacto sin método ni manual. El feeling no tiene moral, no reconoce qué es bueno o malo (según las normas sociales), dado que a veces consideramos que lo que tiene feeling no se responde por completo a lo que comúnmente se hace. Sin embargo, la extravagancia no garantiza el feeling buscado; sólo el Otro puede decidir si alguien tiene o no esa autenticidad. Concluyendo: el feeling no se busca en los espejos.

Por otro lado, tuviste feeling cuando preparaste la comida y te quedó exquisita, cuando cantaste a capela y matizaste inesperadamente, cuando nos llegó al corazón eso que cantaste, cuando te acercaste a saludar o cuando tienes tu propia ceremonia para llevar a cabo ciertas actividades del día. Matizar es señal de improvisación. La improvisación es voluntad de poder hacer.

En su grado actancial, la improvisación se ajusta, se acomoda y hace que lo demás sea más llevadero en tanto esto sea posible y sostenible. El feeling es resultado de una constante improvisación subconsciente. Naturalmente, dada su dimensión auténtica, la improvisación no puede tomar conciencia; como el instante, es insujetable por la razón. Entonces ¿cómo sabemos que improvisamos?

Hay, eso sí, un preludio que es altamente consciente (pues viene de la voluntad) y se le conoce con el nombre de riesgo. Tomar el riesgo multiplica caminos. Nos da caminos de ensueños o pesadillas. Pero sin duda ya no somos los mismos, sufridos o felices, esos que se quedan al principio del camino, aburridos, sin adentrarse en lo inesperado. Tomar el riesgo rompe con lo cotidiano.

Nadie que no tome el riesgo no sabrá qué es improvisar. ¡Ay de aquellos que no tomen el riesgo!, porque de ellos no serán las experiencias  cognitivas de la improvisación. Improvisar es llevar a cabo ese movimiento auténtico, el feeling subconsciente.

Cuando visité una playa de mi ciudad, me encontré una pequeña tortuga de ojos glaucos que, paciente, buscaba la ola perfecta para ingresar al agua. Durante su espera me senté a su lado y me describió (para que yo supiera) la ola exacta para su ingreso al mar.

–La ola que me describes se parece tanto a las otras olas… Mira, ahí va una.
La pequeña tortuga parecía no hacerme caso. Volví a decir:
–Ahí va otra igual. Y ahí otra. ¿Cuándo optarás por una?
–Cuando venga la ola perfecta –me contestó demorada–. A ti te parecen igual todas las olas, yo las veo según mis dimensiones. Soy una pequeña tortuga si me comparo contigo, pero puedo conocer la ola exacta, ver los detalles e ir tras ella. Si acaso deseabas ingresar al mar como yo, Mario, ahora mismo he visto que pasó tu ola. Tendrás que esperar hasta mañana.

Tras la revelación enmudecí, me dediqué, sin decir palabra, a ver los detalles del oleaje que llegaba hasta donde estábamos. Deseaba presentir qué ola debía ser la de mi compañera tortuga. La tarde avanzó sin hacer caso al reloj, hasta que en el crepúsculo intuí que se acercaba una fila de olas de tres en tres y todas perecían en la arena.

Era un comportamiento extraño o es que no lo había notado antes. Quise avisar de mi revelación a mi compañera cuando vi que ésta, en la novena ola se entregó completa a la corriente y, sumergida, la abrazó la playa. La hubiera seguido si no fuera porque perdí mi ola ese mismo día.

El riesgo va de la mano con ganar y perder paraísos todos los días, no sabemos a qué costo le decimos sí a la experiencia, esa errancia en el mundo que ofrece un grado cognitivo para la vida, y sólo para la vida misma.

La improvisación es un oleaje, subconsciente, de nosotros mismos. Hemos aprendido a adaptarnos como el mar y hemos hecho que los demás se adapten a nosotros, incluso si el Otro, los Otros, deben aprender a contemplar nuestro oleaje. El Otro también espera nuestra contemplación sobre sus mareas para introducirnos. ¿Nosotros estaremos listos para esperar la ola perfecta?

Y por más que tengamos la ola perfecta un día, al siguiente danzamos de nuevo, cueste lo que cueste, si así queremos,  para ingresar de nuevo al mar que ya será otro. Las personas de carne y hueso somos alguien más cada día, somos esas ciudades que van creciendo de calle en calle y cada una, conforme aparecen, necesita fundarse, tener un nombre. Los amadores entienden esto: un mar no se obtiene por una sola vez y para siempre. La improvisación es diaria y los resultados únicos.

Veamos al agua del océano siempre improvisar de acuerdo a los estímulos que recibe de sus entrañas y de su exterior, como la atracción de la luna o las desembocaduras de los ríos. ¿Cómo suponer que mi ola vendrá de tres en tres para entregarme en la novena? Ni mi compañera tortuga habrá sabido si al día siguiente estaría mi ola, aun si ella me hubiera dicho “Tendrás que esperar hasta mañana”. Pero esas palabras dan esperanza, como cuando un amor te dice “deja que se den las cosas, ya veremos otro día”; aunque ese día no llegue, por el momento es un increíble aliciente para sobrellevar la semana, los meses, tener el estímulo y gusto de improvisar. Los  espíritus superiores, como los amadores auténticos, no conocen eso del “todo para nada”.

En algún momento, es cierto, nos descorazonamos si seguimos teniendo esperanza y aquello no sucede, pero es increíble cuando un amigo auténtico dice, sin poner fecha, “Nos vemos pronto”. Somos tan inmensamente pequeños cuando de esperar la ola se trata, cuando sabemos qué esperamos sin ponernos fecha. Al final de cuentas, quizá, hay feeling en eso de tener paciencia, porque este tipo de reposo es activo, voluntad, futura energía cinética.

1 comentario:

  1. Éste es uno de mis favoritos. Por las circunstancias actuales de mi vida volví a leerlo y fue como una brisa fresca. Gracias por escribir y por compartir tus textos.

    Saludos. Nos vemos pronto.

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