por Mario
Note Valencia
a
Humberto Giannini
in memoriam
Improvisar es una
especie de interesante adecuación a los instantes. Se improvisa, a veces, con
la comida cuando agregamos u olvidamos agregar algún condimento. En la cocina
de mi abuela, por ejemplo, se sabe improvisar el puño de sal que toma con sus
dedos y siempre le atina, nunca falta ni sobra, siempre ella sabe que sabe. Tiene
algo de mágico, tiene feeling.
Un anglicismo ha
reparado en nuestra lengua: feeling.
Decimos que alguien tiene feeling
cuando lo que hace es exacto sin método ni manual. El feeling no tiene moral, no reconoce qué es bueno o malo (según las
normas sociales), dado que a veces consideramos que lo que tiene feeling no se responde por completo a lo
que comúnmente se hace. Sin embargo, la extravagancia no garantiza el feeling buscado; sólo el Otro puede
decidir si alguien tiene o no esa autenticidad. Concluyendo: el feeling no se busca en los espejos.
Por otro lado, tuviste feeling cuando preparaste la comida y te
quedó exquisita, cuando cantaste a capela y matizaste inesperadamente, cuando
nos llegó al corazón eso que cantaste, cuando te acercaste a saludar o cuando
tienes tu propia ceremonia para llevar a cabo ciertas actividades del día. Matizar
es señal de improvisación. La improvisación es voluntad de poder hacer.
En su grado actancial,
la improvisación se ajusta, se acomoda y hace que lo demás sea más llevadero en
tanto esto sea posible y sostenible. El feeling es resultado de una constante
improvisación subconsciente. Naturalmente, dada su dimensión auténtica, la
improvisación no puede tomar conciencia; como el instante, es insujetable por
la razón. Entonces ¿cómo sabemos que improvisamos?
Hay, eso sí, un
preludio que es altamente consciente (pues viene de la voluntad) y se le conoce
con el nombre de riesgo. Tomar el
riesgo multiplica caminos. Nos da caminos de ensueños o pesadillas. Pero sin
duda ya no somos los mismos, sufridos o felices, esos que se quedan al
principio del camino, aburridos, sin adentrarse en lo inesperado. Tomar el
riesgo rompe con lo cotidiano.
Nadie que no tome el
riesgo no sabrá qué es improvisar. ¡Ay de aquellos que no tomen el riesgo!,
porque de ellos no serán las experiencias cognitivas de la improvisación. Improvisar es
llevar a cabo ese movimiento auténtico, el feeling subconsciente.
Cuando visité una playa
de mi ciudad, me encontré una pequeña tortuga de ojos glaucos que, paciente,
buscaba la ola perfecta para ingresar al agua. Durante su espera me senté a su
lado y me describió (para que yo supiera) la ola exacta para su ingreso al mar.
–La ola que me
describes se parece tanto a las otras olas… Mira, ahí va una.
La pequeña tortuga
parecía no hacerme caso. Volví a decir:
–Ahí va otra igual. Y
ahí otra. ¿Cuándo optarás por una?
–Cuando venga la ola
perfecta –me contestó demorada–. A ti te parecen igual todas las olas, yo las
veo según mis dimensiones. Soy una pequeña tortuga si me comparo contigo, pero
puedo conocer la ola exacta, ver los detalles e ir tras ella. Si acaso deseabas
ingresar al mar como yo, Mario, ahora mismo he visto que pasó tu ola. Tendrás
que esperar hasta mañana.
Tras la revelación
enmudecí, me dediqué, sin decir palabra, a ver los detalles del oleaje que
llegaba hasta donde estábamos. Deseaba presentir qué ola debía ser la de mi
compañera tortuga. La tarde avanzó sin hacer caso al reloj, hasta que en el
crepúsculo intuí que se acercaba una fila de olas de tres en tres y todas
perecían en la arena.
Era un comportamiento
extraño o es que no lo había notado antes. Quise avisar de mi revelación a mi
compañera cuando vi que ésta, en la novena ola se entregó completa a la
corriente y, sumergida, la abrazó la playa. La hubiera seguido si no fuera
porque perdí mi ola ese mismo día.
El riesgo va de la mano
con ganar y perder paraísos todos los días, no sabemos a qué costo le decimos
sí a la experiencia, esa errancia en el mundo que ofrece un grado cognitivo
para la vida, y sólo para la vida misma.
La improvisación es un oleaje,
subconsciente, de nosotros mismos. Hemos aprendido a adaptarnos como el mar y
hemos hecho que los demás se adapten a nosotros, incluso si el Otro, los Otros,
deben aprender a contemplar nuestro oleaje. El Otro también espera nuestra
contemplación sobre sus mareas para introducirnos. ¿Nosotros estaremos listos
para esperar la ola perfecta?
Y por más que tengamos
la ola perfecta un día, al siguiente danzamos de nuevo, cueste lo que cueste, si
así queremos, para ingresar de nuevo al
mar que ya será otro. Las personas de carne y hueso somos alguien más cada día, somos esas ciudades que van creciendo de
calle en calle y cada una, conforme aparecen, necesita fundarse, tener un
nombre. Los amadores entienden esto: un mar no se obtiene por una sola vez y
para siempre. La improvisación es diaria y los resultados únicos.
Veamos al agua del océano
siempre improvisar de acuerdo a los estímulos que recibe de sus entrañas y de
su exterior, como la atracción de la luna o las desembocaduras de los ríos. ¿Cómo
suponer que mi ola vendrá de tres en tres para entregarme en la novena? Ni mi
compañera tortuga habrá sabido si al día siguiente estaría mi ola, aun si ella
me hubiera dicho “Tendrás que esperar hasta mañana”. Pero esas palabras dan
esperanza, como cuando un amor te dice “deja que se den las cosas, ya veremos
otro día”; aunque ese día no llegue, por el momento es un increíble aliciente
para sobrellevar la semana, los meses, tener el estímulo y gusto de improvisar.
Los espíritus superiores, como los
amadores auténticos, no conocen eso del “todo para nada”.
En algún momento, es
cierto, nos descorazonamos si seguimos teniendo esperanza y aquello no sucede,
pero es increíble cuando un amigo auténtico dice, sin poner fecha, “Nos vemos
pronto”. Somos tan inmensamente pequeños cuando de esperar la ola se trata,
cuando sabemos qué esperamos sin ponernos fecha. Al final de cuentas, quizá,
hay feeling en eso de tener paciencia,
porque este tipo de reposo es activo, voluntad, futura energía cinética.
Éste es uno de mis favoritos. Por las circunstancias actuales de mi vida volví a leerlo y fue como una brisa fresca. Gracias por escribir y por compartir tus textos.
ResponderEliminarSaludos. Nos vemos pronto.