lunes, 17 de agosto de 2015

Sobre los servicios de streaming

por Rafael Frank


El 30 de abril, Grooveshark (GS) cerró sus puertas al público; si intentabas enlazarte al sitio web únicamente veías el comunicado donde exponían sus motivos, a los cuales podíamos anticiparnos: problemas con los derechos de autor. La noticia parecía dar un paso atrás en las innovaciones de la distribución musical donde GS había participado en gran medida, y que fue uno de los principales temas que trató su fundador en una conferencia durante la Feria Internacional de la Música-Guadalajara 2012.

Desde ese año Grooveshark enfrentaba denuncias que las grandes disqueras habían hecho en su contra. Mientras tanto, Spotify reforzaba sus contratos con las empresas productoras. Ambos servicios que se ofrecían eran distintos: en Spotify sólo estaban los álbumes o canciones aprobadas por los artistas y su contrato; en cambio, Grooveshark representaba una plataforma más libre, donde los usuarios con cuenta registrada podían subir a la red todo el material que tuvieran a la mano.

Previo al cierre de GS, en el mercado musical se preparaba un movimiento fuerte: Apple arrancaría su servicio de difusión musical (streaming). Detrás de los anuncios donde Apple pretendía cambiar el mundo del streaming, sus contratos presionaban a las agencias disqueras para negar sus firmas con Spotify si éste último seguía manteniendo las cuentas de usuario free (hasta ahora este tipo de registro no desaparece entre los servicios que ofrece Spotify).

Apple Music abrió justo un mes después de la clausura de Grooveshark. ¿Cuál es el asunto aquí? Las grandes compañías siguen tomando el control y limitando a los usuarios. Uno de los problemas consiste en que toda la producción musical necesita oficializarse desde estas plataformas, incluyendo las producciones más independientes.

En el debate sobre la defensa de medios de distribución más libres, muchos han argumentado que este tipo de streaming colabora al desarrollo de los artistas y les ayuda a continuar con sus creaciones. Vil Mentira. La aportación monetaria que tanto alegan esos argumentos apenas llega a los músicos por una cantidad ridícula, menor incluso a las ganancias que se obtienen de la venta de discos o merchandising. Sin embargo, esto lo tenemos claro: para colaborar directamente con el artista es preferible tenerlo de frente en un concierto y pagar la entrada, no tener la vaga ilusión de los intermediaros benevolentes.

Algo como lo anterior sucedió con Taylor Swift al iniciar Apple Music. La empresa no planeaba pagar a los artistas durante los tres meses de prueba que otorgarían a los primeros usuarios; casi por arte de magia Apple se tentó el corazón cuando la chica rubia publicó una carta a favor de los desprotegidos. ¿Qué significa esto? Estrategia de mercado. Recordemos que Swift se retiró de Spotify. Así, nuevamente Apple estaba en el corazón de todos y el dinero de los usuarios en los bolsillos de la empresa, no de los artistas.


Finalmente, ¿qué sucederá en la industria del streaming? Soportaremos comerciales en Spotify y pagaremos el Apple Music. Aun así, existe otra alternativa, su nombre es Audiosplitter, el hermano menor de Grooveshark; de momento este sitio permite la importación de los playlists que tenías guardados en GS, el proceso es lento pero efectivo, también estaremos a salvo de la publicidad ofensiva. El registro de Audiosplitter es del año en curso, así que deberemos esperar un poco a que la base de datos se llene tanto como la que antes disfrutamos. Bienvenido sea este hermano menor de Grooveshark.

No hay comentarios:

Publicar un comentario