por Rafael Frank
El 30 de abril, Grooveshark (GS)
cerró sus puertas al público; si intentabas enlazarte al sitio web únicamente
veías el comunicado donde exponían sus motivos, a los cuales podíamos
anticiparnos: problemas con los derechos de autor. La noticia parecía dar un
paso atrás en las innovaciones de la distribución musical donde GS había
participado en gran medida, y que fue uno de los principales temas que trató su
fundador en una conferencia durante la Feria Internacional de la Música-Guadalajara
2012.
Desde ese año Grooveshark enfrentaba
denuncias que las grandes disqueras habían hecho en su contra. Mientras tanto,
Spotify reforzaba sus contratos con las empresas productoras. Ambos servicios
que se ofrecían eran distintos: en Spotify sólo estaban los álbumes o canciones
aprobadas por los artistas y su contrato; en cambio, Grooveshark representaba
una plataforma más libre, donde los usuarios con cuenta registrada podían subir
a la red todo el material que tuvieran a la mano.
Previo al cierre de GS, en el mercado
musical se preparaba un movimiento fuerte: Apple arrancaría su servicio de difusión
musical (streaming). Detrás de los anuncios donde Apple pretendía cambiar el
mundo del streaming, sus contratos presionaban a las agencias disqueras para
negar sus firmas con Spotify si éste último seguía manteniendo las cuentas de
usuario free (hasta ahora este tipo
de registro no desaparece entre los servicios que ofrece Spotify).
Apple Music abrió justo un mes
después de la clausura de Grooveshark. ¿Cuál es el asunto aquí? Las grandes
compañías siguen tomando el control y limitando a los usuarios. Uno de los
problemas consiste en que toda la producción musical necesita oficializarse
desde estas plataformas, incluyendo las producciones más independientes.
En el debate sobre la defensa de
medios de distribución más libres, muchos han argumentado que este tipo de
streaming colabora al desarrollo de los artistas y les ayuda a continuar con
sus creaciones. Vil Mentira. La aportación monetaria que tanto alegan esos
argumentos apenas llega a los músicos por una cantidad ridícula, menor incluso
a las ganancias que se obtienen de la venta de discos o merchandising. Sin embargo, esto lo tenemos claro: para colaborar directamente
con el artista es preferible tenerlo de frente en un concierto y pagar la
entrada, no tener la vaga ilusión de los intermediaros benevolentes.
Algo como lo anterior sucedió con
Taylor Swift al iniciar Apple Music. La empresa no planeaba pagar a los
artistas durante los tres meses de prueba que otorgarían a los primeros
usuarios; casi por arte de magia Apple se tentó el corazón cuando la chica
rubia publicó una carta a favor de los desprotegidos. ¿Qué significa esto?
Estrategia de mercado. Recordemos que Swift se retiró de Spotify. Así,
nuevamente Apple estaba en el corazón de todos y el dinero de los usuarios en
los bolsillos de la empresa, no de los artistas.
Finalmente, ¿qué sucederá en la
industria del streaming? Soportaremos comerciales en Spotify y pagaremos el
Apple Music. Aun así, existe otra alternativa, su nombre es Audiosplitter, el
hermano menor de Grooveshark; de momento este sitio permite la importación de
los playlists que tenías guardados en
GS, el proceso es lento pero efectivo, también estaremos a salvo de la publicidad
ofensiva. El registro de Audiosplitter es del año en curso, así que deberemos
esperar un poco a que la base de datos se llene tanto como la que antes disfrutamos.
Bienvenido sea este hermano menor de Grooveshark.
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