por
Mario
Note Valencia
¿Al niño Jesús no lo habían encontrado en
un pesebre? Ahora en Día de Reyes el relato es distinto, el niño se encuentra
embalsamado en plástico níveo, atorado entre la levadura dilatada de un pan. La
rosca, le llaman; la rosca, le dicen. Tarará, tarará. Algunas veces, al cortar el
pan con el filo de un cuchillo panadero o, si el pan no es reciente, con
cuchillo de cocina dentado (aténgase a las boronas), aparece el chiquillo sin
pena ni gloria, desnudo, o bien con un letrero ostentando buenos deseos para
todos aquellos haraganes que no pidieron nada en Año Nuevo: buena salud,
dinero, amor, calorías. Que te salga el niño es, en determinadas situaciones, señal
fatídica: te toca poner los tamales el 2 de febrero; no es para nada como si la
recién casada lanzara el ramo de bodas y la novia de tu mejor amigo lo cachara
en el aire.
Como es común, en las escuelas y empresas
públicas los directivos ponen la rosca para que los comensales invitados se la
jueguen. Mi madre nos solía decir, a mis hermanos y a mí, cada seis de enero,
que si nos daban en la escuela un pedazo de ese pan y nos salía el muñeco, hiciéramos
lo posible por esconderlo. Éramos niños y no teníamos dinero. En dos ocasiones me
deshice del niño: en una lo arrojé por la ventana del salón de clases y en otra
lo eché a mi bolsillo de inmediato. Tanta era la pena del dinero y el
compromiso que no me importó que dijera la maestra: “Aquí falta que alguien
diga que le salió monito. Recuerden
que es de mala suerte negarlo”.
Ya que tanta emoción se le agrega al
asunto, Pronósticos o la Lotería Nacional debería dotar de quinielas
cada paquete de rosca. Instrucciones: Rellene
los cuadritos donde crea que no aparecerá monito y ganará. Debería haber un
juego como la macabra Ruleta Rusa pero hecho de niños dioses. Que te salga el
niño y que tú, en un principio, no quieras. Suele suceder que el niño aparezca
justo a la mitad entre dos fragmentos de pan cortados. Águila o sol, ¿qué le
vas?
Sin embargo, hay personas que sí les
gustaría saber qué se siente que “te toque” el niño. Podríamos coleccionar las
figuritas, revenderlas a los espíritus vagabundos fervientes de fe y
superstición. Pero, incluso, en esto, los niños no son coleccionables, acaso
los diferencian las babas plásticas que cuelgan de su cuerpo por la mala
fabricación de los mismos. Hace mucho tiempo que dejaron de ser de porcelana. Ya
se cuenta entre las bocas viperinas que algunos nacen bicéfalos, dignos del
museo de Ripley.
Dos es mejor que uno (lo siento,
Pitágoras). Si el niño sale con dos cabezas suponemos que nos ofrecerá el doble
de salud, dinero y amor. Pero, ¿estaríamos obligados a ofrecer una fiesta con el
doble de tamales? Por suerte no la haremos de Reyes ofreciendo oro, incienso o
mirra. Finalmente, hoy se monta la rosca y se desmontan los adornos navideños.
Hoy termina, señoras y señores, el famoso Guadalupe-Reyes. Adiós posadas y
fiestas. Bienvenida la cuesta de enero, la escuela y los pagos de impuestos.
Pero nos vemos el dos de febrero. Usted pone los tamales y yo pongo el
ambiente.
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