domingo, 20 de noviembre de 2016

Aprendiz de todo

por José Calderón Mena


Hay quienes viajamos a través del tiempo con las ventanas de la mente abiertas, ofreciendo a la vida nuestra disposición de aprender y aprehender conocimientos que nos hacen feliz el tránsito por la misma, sin orden ni concierto, a veces de forma equivocada, sin guías precisas; pero siempre buscando ser fieles a una vocación errática de eternos aprendices.

Fue de esa manera como desarrollé una gran afición por las bellas artes, en particular la literatura, la pintura, la música, pero sobre todo el teatro.

A finales de 1976 llegué a vivir con mi familia a Tonalá, una pequeña ciudad de la costa chiapaneca de donde era originaria mi esposa, con el fin de emprender un negocio y tratar de vivir una vida más apacible y sosegada, lejos de la gran ciudad, que empezaba a ser complicada y agobiante.

Al principio fue muy difícil adaptarse al lugar, empezando por el clima, demasiado cálido todo el año, y la absoluta falta de distracciones, sólo compensada por la playa cercana que mis hijos disfrutaban, nuestra cercanía como familia y el tiempo para leer.

Las principales actividades del municipio eran la ganadería y la pesca así como el cultivo de árboles frutales, lo que hacía de la región rica en recursos naturales, y por lo tanto próspera económicamente.

Todos los fenómenos climáticos son exagerados en Tonalá: el calor intenso, la época de lluvias con temporales que pueden durar días enteros sin parar y dejan el lugar aislado del resto del país un año sí y otro también.

Luego, entre octubre y marzo, la temporada de "nortes", unos vientos tan fuertes que levantan los tejados y llegan a arrancar de raíz grandes árboles y que pueden durar soplando hasta una semana. Las nubes se "acuestan" sobre la sierra cercana, dando al lugar una imagen andina.

Todo esto con el fondo dulce y melancólico de la música de marimba, en fiestas celebratorias que también se prolongan por días, trátese de festejos familiares o fiestas patronales en honor a San Francisco: "Tata Chico".

A los pocos años de haber llegado, y siendo funcionario del estado el poeta Oscar Wong, originario de Tonalá, tuvo la iniciativa de crear en su pueblo la Casa de la Cultura, nombrando directora a Sofía Mireles Gavito, licenciada en filosofía y maestra en la escuela preparatoria local.

Luego de conformar el personal administrativo, la Licda. Mireles creó los diferentes talleres y echó a andar la institución que al día de hoy sigue vigente. Dichos talleres fueron: música, artes plásticas, creación literaria y teatro.

De la materia literaria se hizo cargo mi esposa Guadalupe Mafud de la Cruz, que tenía una licenciatura en letras hispánicas por la UNAM.

El taller de teatro recayó en mi persona, que no tenía ninguna experiencia en docencia, pero sí un gran amor por el teatro, así como cierta experiencia como espectador y lector, tanto de disciplinas teatrales como de obras dramáticas, clásicas como contemporáneas, lo que me hizo atreverme a solicitar el puesto.

El grupo quedó conformado por jóvenes normalistas y preparatorianos, a los que logré transmitir mi entusiasmo por el teatro e iniciamos una aventura que es una de las más gratas experiencias en mi vida.

Después de cierta preparación teórica, nos dedicamos a hacer representaciones, tanto en salones adecuados, como en las canchas deportivas de las escuelas de la ciudad, así como en la cárcel municipal; desde obras cortas y simples hasta su alcance de la comprensión popular, así como una obra en tres actos de Hugo Argüelles, donde estuvo involucrada como actriz la propia directora, la Licda. Mireles.

La experiencia terminó cuando dejamos el lugar buscando uno más propicio para la educación de nuestros hijos; pero quedó en la memoria como algo imborrable y permanente, y la certeza de que el aprendizaje recompensa y estimula, aunque nunca se llegue a ser "oficial de nada".



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