por
Mario
Note Valencia
viernes 28 de octubre de 2016
Muy buenas tardes a todas las personas que
nos acompañan en esta importante ceremonia de egreso. El motivo por el cual
estoy aquí es para apadrinar un grupo en específico de esta generación, un
grupo que cursó su bachillerato los domingos, conformado por muchachas jóvenes,
alegres, simpáticas e inteligentes.
Es un honor para mí estar presente en este
evento que representa la culminación de un proyecto que ustedes emprendieron
hace dos años. Aquí tienen una meta
cumplida, ahora tan real y concreta que merece todos los aplausos.
En el salón de clases alguna vez
comentamos que casi todas las cosas que nos pasan son fruto de las
consecuencias, únicamente de las consecuencias; ¿consecuencias de qué? De su
esfuerzo, de su dedicación, de sus ganas de seguir y de intentarlo a pesar de
las asperezas que nos ofrece la vida, sobre lo cual agrego que: la rosa tiene
espinas en su tallo, pero no por eso deja de ser bella.
Entonces aprovechen los instantes bellos,
como éste, en los que puedan ser protagonistas. Conviértanse en la directora de
su propia obra. Construyan el camino. Los recuerdos felices son los que a veces
nos ayudan a seguir adelante. Pongan emoción y empeño en todo lo que hagan,
háganlo con amor, dedíquenselo a alguien más, alguien más que esté o no esté
con nosotros, y verán que el trabajo más pesado se hace por sí solo.
Sean fieles a sus sueños, no le den la
espalda. El futuro siempre será una revaloración del tiempo que se gana y se
pierde. Tengan en cuenta el tiempo, el reloj, las horas, el calendario; pero
tampoco se frustren demasiado pronto. Sean pacientes (ya lo ven ahora). Las
cosas que uno quiere hay que desearlas igual desde el primer día, hacer algo
por ellas, como si regáramos un jardín, hasta que el día de mañana florezca un presente
lleno de satisfacciones.
A veces hay que hacer algunos sacrificios,
es cierto. Ustedes ya lo saben perfectamente. Decía un pensador que “se pueden
perder amigos y recuperarlos, se pueden perder amores y recuperarlos, pero el
tiempo que se pierde jamás se recupera”. Por lo tanto, valoro mucho el tiempo
que compartí con ustedes en el salón de clases. Ha sido, fue, un aprendizaje
mutuo. No pienso olvidarlas tan pronto, además: ¿cómo podría?
Me siento sumamente orgulloso de ustedes,
orgulloso de cada una de ustedes. Si éstas fueran mis últimas palabras quiero
decirles que las quiero mucho, y hagan lo que hagan siempre tengan presente que
hay alguien, además de mí, que las admira. Si por el tiempo y los caminos, me
perderé muchos instantes felices que tendrán ustedes en su vida, entonces
enmarcaré este recuerdo para acordarme. Muchas felicidades.
Felicidades.
ResponderEliminarMuchas gracias, maestro Carlos. Saludos.
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