por José Calderón Mena
Cuando
se tiene la afición por escribir y además la oportunidad de publicar lo
escrito, se debe tener especial cuidado en no perjudicar a los personajes
descritos en sus relatos, sobre todo si se les cita por sus nombres reales o en
situaciones que puedan identificar con claridad. Debe desarrollarse un código
de ética personal, aunque se sacrifique la autenticidad de los hechos.
En
cierta ocasión, y hallándose reunidos un grupo de amigos, a Tita Casasús se le
ocurrió contar una fantasía de su infancia: le gustaban mucho los pollitos y
quiso saber cómo nacían; se lo preguntó a su padre y éste, con paciencia y
tratando de que lo comprendiera una niña de cinco años, le explicó el proceso
del empollamiento y el tiempo que los huevos requerían para eclosionar.
Tita
puso manos a la obra: se dirigió a la alacena y tomó dos huevos, se puso su
pijama y se acostó con los huevos entre las piernas dispuesta a no levantarse
durante las tres semanas que esperaría, para tener dos hermosos pollitos en sus
manos.
A
los dos días, y después de un pegajoso accidente, se olvidó del asunto y no
volvió a pensar en su fallido experimento, que además le había causado una
severa reprimenda materna.
Entre
los amigos que escuchaban atentos y divertidos la anécdota de Tita se encontraba
el escritor Sergio Fernández, quien sin permiso ni autorización de por medio,
retomó y comenzó a escribir la narración a partir del inicio de la intención de
la protagonista, y la puso a empollar los huevos pacientemente hasta el término
del nacimiento de los pollitos, detallando toda clase de eventualidades en
forma chusca. Los animalitos nacieron y seguían a la niña a donde quiera que
iba: al parque, a la escuela, a la misa dominical.
El
escritor tituló el cuento algo así como "Tita Casasús, la Mamá de los Pollitos",
en un tono jocoso y de mala leche disfrazada de broma. Queriendo darle una
sorpresa "agradable", Fernández le envió a Tita el cuento publicado,
lo que le produjo un gran disgusto.
Después
de reclamos y ofensas mutuas quedó para siempre terminada una amistad que había
perdurado por muchos años.
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