lunes, 6 de febrero de 2017

Pequeñas noticias del rumbo

por Avelino Gómez


A dos calles de mi domicilio, en la fachada de una modesta casita de una planta, alguien colocó un colorido cartel rotulado con grandes letras. En él, se oferta un servicio a los vecinos. El anuncio, textual, dice: “Se ensayan valses a domicilio/ Informes aquí”.

Podría jurar que el cartel no estaba ahí la semana pasada. Si acaso lo colocaron hace dos o tres días. Es tan visible que toda persona que camina, o pasa en coche por esa calle, no puede evitar leerlo. En mi caso, ha sido un poco peor: no consigo alejar de mi memoria la imagen de ese letrero. El cartel no ha parado de bailar un eterno vals vienés en mi cabeza desde hace dos días.

Supongo que, para quien colgó el letrero, el impacto-beneficio será fuerte, porque los habitantes de mi colonia tienen una notable proclividad a celebrar los quince años de las jovencitas en fiestas que ameritan cerrar calles. Se añade el hecho que las celebraciones son sonorizadas con treinta bocinas que emiten un sonido horrible y repetitivo y que, a juzgar por el comportamiento de la gente cuando lo escucha, es música bailable.

Por entendido no daré detalles de la cantidad de mesas y sillas que se instalan, de banqueta a banqueta, sobre el arroyo de la calle. Pero imagino que ahora, gracias a los servicios de alguien con espíritu emprendedor, las fiestas de Quince Años lucirán más formales y bonitas, haciendo que la celebrada ejecute, acompañada de sus damas y chambelanes, un vals de 30 minutos. No me quejo, seguramente esto es una especie de avance.

Pasado el tiempo, a las mamás de las quinceañeras se le prenderá el foco y decidirán que danzar un vals en la calle no es algo propio para una jovencita que recién se incorpora a la vida social de los adultos. Por consiguiente, es probable que las mamás de las jovencitas quinceañeras optarán, en el futuro, por organizar el ágape en salones de fiestas, los cuales, dicho sea de paso, tienen grandes y lustrosas pistas de baile.

En nuestra colonia iremos pues mejorando la convivencia vecinal, gracias a la persona que ensaya valses a domicilio. Y ahora me pregunto por qué a nadie se le había ocurrido antes ofrecer un servicio así. Veamos: según el último censo del INEGI, en nuestra zona postal tenemos, por cada cuadra, un promedio de 22.5 jovencitas a punto de cumplir quince años. Ese es un potencial de mercado y clientela notablemente alto. Las oportunidades para emprender negocios relacionados con los servicios a fiestas de quinceañeras son sumamente alentadoras. Y, como ya lo he dicho, esta es una colonia esencialmente fiestera y cada uno de sus habitantes cultiva un marcado gusto por el baile, así sea de pasito duranguense.

Según los descendientes de las familias fundadoras, cuando se empezaron a edificar las primeras casas del rumbo y se hicieron las excavaciones de cimentación, los albañiles encontraron, casi a flor de tierra, figuritas de barro que representaban a dos perros calvos bailarines. Claro, esas son piezas prehispánicas que abundan en la región, pero los vecinos aseguran que aquí, en nuestra colonia, “estaba la mera mata” de quienes criaban perros con el único fin de enseñarlos a bailar. Por eso, apuntan, la nuestra es una colonia bailadora, y no pasa un fin de semana sin que se cierre alguna calle para hacer una fiesta.

Por mi parte, digo que vivir aquí es como habitar el set de filmación de West side storySi a algún director de cine se le ocurriera hacer un musical, creo que no encontraría mejor locación que esta colonia. Al momento que escribo esto, por ejemplo, los vecinos ya cerraron nuestra calle y han instalado un sofisticado equipo de sonorización. Por supuesto, tendremos fiesta y baile. Si justo ahora me asomara a la acera, vería que allá afuera todos caminan a pasitos pausados, mientras truenan sus dedos rítmicamente.

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