lunes, 1 de julio de 2013

Sobre la estimulación de la ciudad (1ª impresión)

 por Mario Note Valencia


En un breve pasaje literario, leí lo que alguien más ha reflexionado: las personas estimulan la arquitectura de la ciudad. Si es así, podemos ver cómo los transeúntes locales se desplazan con naturaleza, con sobre-entendimientos en los eventos más inesperados que pueden ofrecer las avenidas, o los pequeños flujos de transporte de las calles aledañas.

La ciudad es motivada. La estimulación le llega en un primer plano de la conveniencia de quienes la habitan. Para qué los jardines, para qué las plazas y sus quioscos, las fuentes, escalinatas y camellones, adustos algunas veces. Si hay calle, hay camino, así como hay quién camine por él.

La arquitectura del domicilio, de la casa, es motivada también por quienes viven allí; en otras ocasiones, esta medida de conveniencia parece no ajustarse, como es el problema del espacio privado en viviendas pequeñas. Si las paredes se movieran, seguramente ensancharían su simetría si no fuera porque choca con otras paredes que también, sofocadas, desalojan el eco de los apretados.

Hay ciudades que son motivadas por los signos de extravío, por este peculiar signo particular de los peregrinos, los foráneos, que la visitan y la pueblan. Eso es, el peregrino que en su paso por las calles descubre la condición vitalicia de los días: cómo se vuelve un desierto la ciudad cuando es domingo por la tarde, y cómo el lunes, muy temprano, regresa la graciosa racha de individuos.

Personalmente, ¿cómo sería la ciudad de acuerdo a nuestros movimientos, motivaciones? Sería interesante saber cómo cada uno resuelve el diseño de la ciudad de acuerdo a su propia conveniencia y deseo.

2 comentarios:

  1. ¿Y cómo se sienten los que se quedan solos los domingos en tan desértica ciudad? ¿El aire huele a soledad o se respira la libertad?
    Además, respondiendo a tu pregunta, creo que sería un caso. Todos querrían una casa amplia y un jardín enorme. No ajustaría el espacio o se harían más pequeñas las casas de los demás por culpa de algún egoísta. No sé, quizás nos toque acoplarnos a lo que tenemos.
    Atte: Kimberly

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    1. Exactamente, he de allí la experiencia. Si uno está el domingo y lo percibe, es porque se está en la calle y no en el domicilio. Si se está en el domicilio, será otra forma de desierto, al menos saber que "la casa llena, nadie en calle".

      A veces desierto no tiene por qué ser soledad o libertad. Recordemos la historia en la que un hombre muere en el laberinto más complicado, natural, sin escalones ni pasadizos secretos: el desierto. Si la zona de la ciudad que se recorre está permeada de una historia de crímenes y faltas, lo más probable que se sienta sea la aprehensión y no la libertad, incluso si estuviera desierta.

      Las manchas de esto, de la inseguridad, como unos autobuses estacionados con todos los cristales rotos o encendido en su totalidad, no deja de crear el imaginario de que de allí, nuevamente, brote algo o alguien con toda intención de hacer historia criminal.

      Sobre la ciudad a nuestra medida, Kimberly, creo que mucho tiene que ver con la zona en la que vivimos y cómo vivimos. Nosotros, por ejemplo, podemos estar acostumbrados a los patios grandes, o suficiente espacio (estadísticamente hablando) para la privacidad. Habrá quiénes deseen menos que alguien más, y eso sin duda es cultural. En nuestra región, los espacios no se ajustarían, tal como dices. Un gusto reflexionar contigo, saludos.

      Honestamente: Mario Note

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