por Mario
Note Valencia
Si no nos engañamos,
desde 1825 se festejan las fiestas patrias en México. La idea romántica del
festejo nació de la necesidad por reconocer los sentimientos que condujeron a
la lucha independentista. En lugar de festejar el 27 de septiembre (fecha de la
consumación), optaron por hacerlo cada 16 de septiembre (fecha del
levantamiento). En aquel tiempo no creyeron que muchos años después dar el grito podría significar dar un
pujido sin sentido histórico. Todos saben que un viejito calvo vestido de la
guadalupana se echó a la espalda una gran piedra para entrar a Tenochtitlán diciendo
“¡Mátalos en caliente!”.
Las distintas versiones
coinciden en que el levantamiento fue
durante la madrugada del 16 de septiembre, pero en pleno siglo XXI los que
madrugan son los fiesteros que dan el grito en la noche del 15; el día 16 se ha
relegado, no sin menosprecio, al desfile solemne. Parece que se crea una
psicosis social al momento de definir cuándo y a qué hora se da el grito.
Algunos atribuyen este olvido anual a una amnesia mal intencionada por el nuevo
calendario escolar de la SEP, al proponer que cada conmemoración nacional pase
a festejarse (es decir, se toma por día no laboral) el lunes de cada semana que
tenga entre manos, caiga donde caiga, el susodicho festejo.
Para el día del grito
quizá asistan despistados vestidos de revolucionarios y adelitas. Lo más
probable (pero quién es uno para juzgar) es que no encuentren atractivo visual
vestirse como doña Josefa. Aquí en el pueblo, sin embargo, las muchachitas ya
abrieron un certamen para ver quién sale mejor parecida a la inmaculada figura
de la Virgen del Pueblo; por otro lado, se parecen tanto a las candidatas de
belleza quienes, sobre carros alegóricos, saludan al público aglomerado en las
calles.
La palabra “aglomerar”
provoca que los medios masivos de
comunicación pasen a la palabra “masas”. “La reunión de masas”, así pueden
llegar a decir. Pero detengámonos un momento: hay dos conceptos falsos si
hablamos que supuestamente identifican al pueblo:
1. Medios de comunicación. Preguntémonos si realmente la televisión,
la radio y el periódico son medios adecuados de comunicación. La comunicación
se logra sobre una plataforma de veracidad, un intercambio debatible, con
igualdad en oportunidades para la expresión del pensamiento. Asimismo es condición
que esa violencia natural comunicativa genere conocimiento. La comunicación no
tiene por qué ser un monólogo sin apertura al diálogo del Otro. Aunque muchos
de estos medios se jacten de tener foros, no permitirán que alguna opinión radical
los desestabilice, ya que un sistema se mantiene de una red de convicciones permanentes
(por más que estas convicciones sean inadecuadas).
2. Medios masivos. Masa, aglomeración, gentes… Cualquier sustantivo
que generalice y apunte con su dedo de dios a un conjunto de mexicanos responde
a una idea gestada desde la perspectiva burguesa. Para vender un producto
inservible en el mercado, el capitalismo necesita clientes potenciales que no
se diferencien entre sí, que sean perfectamente predecibles. Por medio de otros
sistemas, los capitalistas educan con cierto sentido de englobarlo todo, es
decir que, por ejemplo, de entrada el niño entienda que se encuentra en un
sistema “globalizado” y que su destino es el cosmopolitismo. En las escuelas
todavía se enseña que hay medios masivos de comunicación, cuando no es más que
una alta fusilería de gente alta y culta. El radical mexicano no puede
seguir llamando a estos males-medios ni como medios comunicativos ni mucho
menos inquirir en el adjetivo de “masivos”. Todos sabemos que el método de los
quince segundos (o minutos) de fama en la televisión no pasa ni trasciende del “Que
todo México se encuere”.
No podemos decir que la
televisión “comunica”, porque nadie que yo sepa necesita tener encendida la
televisión para hablar, como si a determinada hora transmitieran el guion de su
vida. No necesitamos que este aparato sean el réferi o mecenas entre lo que
dice Uno y responde el Otro. Faltaría agregar que bajo estas condiciones se
impone el mundo televisivo mexicano. Ah, cuándo podremos decir que, como la
calle, la televisión es libre.
Vamos abandonando el
hábito de la televisión habitual, aunque sea para dar lata de otro modo.
Hola.
ResponderEliminarRespecto a lo de la televisión como medio de comunicación estoy de acuerdo con el autor. Sería más acertado tenerlo como medio de transmisión, pues es lo que es. Uno al ser televidente tan sólo recibe el mensaje, pero como lo has mencionado, no tiene oportunidad de retroalimentar con el origen de tal mensaje. La televisión, con todo lo que trae a cuestas, nos brinda su mensaje y nosotros lo captamos, del cual hacemos distintas cosas: podemos estar viendo la tele con alguien más y comentar lo que cada uno capta; podemos estar viendo la tele nosotros solitos y de lo que recibimos tenemos una comunicación intrapersonal (con nosotros mismos), como ocurre cuando escuchamos la radio, un disco, vemos una película o una obra de teatro. Hay que tomar en cuenta los usos que las personas hacemos de los medios de transmisión, y muchas veces el productor televisivo no repara en las verdaderas necesidades de la audiencia. Es una pena.
Gracias por tu texto.
¡Saludos!
¡Saludos!
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