por Mario
Note Valencia
De acuerdo con Gramsci
todos somos intelectuales, pero no por saber coser una camisa nos dediquemos siempre
a ser costureros. En ese sentido ser intelectual de tiempo completo tiene que
ver con el servicio a la sociedad de una situación histórica, material, real,
concreta y por lo tanto ranurable.
Decía Luis Villoro que
un intelectual no es el que niega y está en contra, sino quien desmenuza las
ideas, ubicándolas en verdaderas y falsas. La filosofía para él no puede ser
concebida sin un acto enteramente crítico frente a la ideología, es decir, frente
al conjunto de ideas falsas que dominan y dirigen.
Adolfo Sánchez Vázquez,
por cierto, propuso que la filosofía de la praxis debería tener el aspecto de
la acción como acto y conciencia. Este tipo de praxis que propone del intelectual
no se parece a una praxis en su sentido ideológico, en un sentido mercantil.
El regateo de
artesanías mexicanas, por ejemplo, responde al sentido utilitario del mercado
en el que se supone que el artesano no debe imprimir su nombre de creador sobre
lo que produce. El mercado ideológico desbarata al autor artesano, y
congestiona sus justificaciones en pro del arte para museos. ¿Por qué una
escultura abstracta hecha de tubos para cañerías (suponiendo que se trata de
una exposición “posmoderna experimental”) cuesta más que la cerámica hecha al
fuego de un artesano mexicano?
La ideología propone
hacer la separación de la producción sublime de la vulgar. De por sí “vulgar” y
“sublime” forman parte del diccionario burgués. Así que, en esa falsa lógica,
el verdadero artista es quien está apegado a lo sublime y divino, y no a una
reproducción invariable de una misma pieza. ¿Cuántas veces dentro de las aulas
universitarias se debate sobre lo que es arte y lo que no? ¿Cuántas veces más
tenemos que permitir que el profesor imponga una idea burguesa clasista al
proponer que un artista es diferente y más elevado que cualquier otra persona
del supuesto vulgo?
No puede haber un
intelectual formado en las hileras de estas aulas, es sencillamente imposible
o, mejor dicho, inadecuado. ¿En qué consiste ser intelectual? El intelectual,
ya dijimos, es quien desmenuza y critica la ideología; la ideología es dirigida
por el Estado mexicano, lo dominante; el Estado es una hermandad que puede ser
reforzada en las mismas instituciones educativas; por lo tanto los profesores
(eruditos o no) tendrán un sesgo a reproducir las leyes del Estado (aunque no
lo sepan y, aun así, sean eruditos).
Entonces, preguntamos,
¿por qué el presidente de México Enrique Peña Nieto apoya a los intelectuales y
los premia cuando se supone que un intelectual es altamente incómodo para el
Estado y su ideología? A estos intelectuales adosados al poder hegemónico, de
acuerdo con Gramsci, los llamamos “intelectuales orgánicos”.
Cada Institución, cada
forma de Estado ideológico, cuenta con su séquito de intelectuales orgánicos
que se encargarán de reforzar los intereses de quien representan. Así un
erudito puede ser el intelectual orgánico de una Secretaría de Cultura que reparte
dinero en becas absurdas para la creación artística (elevada y sublime, así
dicen). Los mismos poetas y escritores becados por un fondo federal
representarán el grado intelectual orgánico y, por lo tanto, despreciable.
Todos estos intelectuales orgánicos le dirán “sí” al Estado, aunque eso
implique engordar la pobreza de los demás.
Los intelectuales
orgánicos del Estado luchan ardientemente como lo haría un pavo engordando para
las fiestas decembrinas. Por lo tanto, estos intelectuales orgánicos son los
más borregos públicos que cualquier otra persona en la sociedad.
La gente sabe que algo
anda mal en la cultura. Los intelectuales orgánicos, sin embargo, son los
responsables que ese desastre se empeore. Deberíamos condenar tanto a los
dirigentes estatales como a cualquier poeta, escritor, actor, en fin, artista,
que le deba un favor al Estado.
Este tipo de artistas
orgánicos siempre son compañía indeseable, porque apenas les diriges una
palabra y ya te hablan de “proyectos, becas, oportunidades de crecimiento,
secretarios, convocatorias…”, no te permiten beber el café a gusto. No les
puedes hablar de la lluvia porque ya te dicen que “qué chido, no hay nada como
la lluvia, ¿verdad?”.
Por suerte, hay que
decirlo, el intelectual sabe dónde cabe el marro y el cincel para hacer la
ranura que desbarate.
Buen día.
ResponderEliminarEs la primera vez que me encuentro este blog,felicidades... lo cual me pareció atrayente; estoy de acuerdo con lo expresado ya que me parece incongruente la situación en la sociedad, muy cierto sobre su comentario de los artesanos, me parece desagradable esa situación porque siempre me encuentro con gente meramente así. Y sobre el gobierno sobran palabras para describir su desperdicio en la sociedad, por lo que es desapacible ver como se malgasta el dinero.
Saludos.
Gracias, seguiremos reflexionando. Hay más puntos qué analizar con respecto al gobierno y el gasto.
EliminarEn nuestra vida cotidiana podemos llevar a la práctica una revaloración de la creación artesanal; por lo mismo, dejará de ser cotidiana.
Saludos.