martes, 2 de septiembre de 2014

2. Dar el grito (o cómo sobrevivir al mes patrio)

por Mario Note Valencia


En estos próximos días no faltará el medio informativo que atribuya la calidad de “masa” a las personas que se reúnen para festejar o echar escándalo por la conmemoración de Grito de Independencia. Pero, vaya, entre barullo y escándalo ¿qué significó el grito de Independencia, cuya independencia no fue sino hasta 1821? Creo que deberíamos festejar, por qué no, ya no los 1810, sino los 1821.

Festejar el grito de independencia, sin tener un festejo a la secuela de consumación, podría llevarnos al pensamiento de que sólo festejamos, cada año, esa necesidad de redención real: la libertad. Festejamos aquello que no es consumido, que contrajo errores, como aquella que supo Miguel Hidalgo cuando condujo, sin desearlo quizá, un exterminio de personas en la Alhóndiga de Granaditas.

Cada año se nos invita al grito, al mismo grito de siempre, en donde inició todo el relajo de la lucha. Pero no se nos invita a conmemorarnos para pensar y repensar en qué consiste la libertad conseguida después del grito, que costó vidas y once años. Para llamar a septiembre “mes patrio”, tenemos que vivir en un pasado muy pasado, incluso antes de la Revolución Mexicana, igual de plástica y moldeable como los hechos del inicio de la lucha independentista. Digo plástica, porque la cultura oficial, la ofrecida por el Estado, la ha vuelto un lugar de museo, una visita obligada en el estudio de la historia mexicana.

¿Por qué no festejar cada año cuando los mexicas por fin llegaron al Valle de México? Es sólo cuestión de fetichismo. Al Estado le gusta mucho jugar a que son independientes, herederos, sin embargo, de un sistema occidental. El mismo Estado fusiló a Hidalgo.

La arquitectura citadina, si no llena de historia, es vergonzosa al responder a un sistema de los Conquistadores. La iglesia representaba, pues, la concentración de poder, asimismo los ayuntamientos como el Palacio Nacional. A partir de la catedral de despliega lo que conocemos como Centro. El centro no es, pues, el Jardín Principal, sino una histórica instauración de la Iglesia después de la conquista.

Vamos a dar el grito,  entonces, de espaldas a la iglesia. O vamos, realmente, a darlo de la mano de la iglesia, con el escudo del Estado. Septiembre tiene de patrio lo que no quiere saber la Patria: ¿en qué consiste la lucha de independencia mexicana? Se opta por festejar el sentido embrionario de la lucha: el puro grito. Después de eso, todos a su casa y a dormir.

Al siguiente día después del grito, el 16 de septiembre nos alumbra con un desfile auspiciado por los estudiantes y cualquier tipo de fuerza armada que legitime el dominio del Estado. “Mira, mijo, ahí van los soldados”. “Ire, viejo, ahí está el presidente”. Casi todo mundo echa un vistazo, por apantallador, al desfile cirquero que se presenta en las principales calles de la ciudad.

Vámonos haciendo menos en ese desfile, pues, aunque sea para dar lata de otro modo.

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